I. VI. Una actitud “integra”
ante las Enseñanzas de Jesús.
“Arrimar
la ascua a su sardina”, este refrán
se refiere a aprovecharse de las circunstancias favorables o hacer un uso
egoísta de determinada situación. Denota la inclinación que todos tenemos a
defender lo que nos pertenece o en ocasiones lo que nos acomoda, que no es lo
mismo.
Esta
situación es común entre los predicadores de la actualidad: dejan a un lado la
correcta interpretación de la Palabra de Dios ya sea por desconocimiento u
omisión de los principios fundamentales de la interpretación bíblica; la gran
mayoría solo busca lo que es más propicio para ellos, situación que está
determinada por el conocimiento que se tiene de las enseñanzas primigenias del
Maestro de Nazaret y la intencionalidad de inferir o inducir en la aplicación
de ellas.
Es
común escuchar “así me enseñaron”, “así lo predicaba mi pastor”, “es parte de
la sana doctrina”, “lo he escuchado de varios predicadores”, etc., pero este
tipo de predicadores nunca se han dado la tarea de indagar y menos estudiar si
el texto bíblico está interpretado de acuerdo con lo que quiso escribir el
autor, debido a que no tienen la diligencia ni la nobleza de depurar la
tradición recibida con la sana interpretación y como un fiel dispensador de la
Palabra de verdad.
En
la sociedad actual, muchos de los que se autoproclaman predicadores acomodan la
interpretación a sus propios intereses: para ser el más famoso, el más
empático, el más aceptado socialmente, el que llena emocionalmente lo que se
desean escuchar sus seguidores; tienen como finalidad complacer las masas religiosas en sus
demandas espirituales utilizando el espiritualismo, emocional místico y
coyuntural lúdico de la fe, producto de la aculturación imperante en la mayoría
de los que asisten a un culto religioso.
Los
mercantiles de la fe han crecido exponencialmente con el individualismo y el
consumismo, con el relativismo moral y el sincretismo religioso humanista,
circunstancias que han aprovechado para saciar sus propias concupiscencias,
dedicándose a los deleites de este mundo más que de Dios.
Con
relación a los creyentes sincréticos en cuanto a la fe, son aquellos que han
adoptado asimilarse a las circunstancias sociales en busca de espacios
alternativos ajenos a los principios morales que rigen a los verdaderos Discípulos
de Jesús, y de aquellos que han optado por el proceso de aculturación,
fusionándose con tendencias contrarias a los fundamentos de la Iglesia de
Cristo.
¿Cuál
debería ser la actitud de aquellos que mantienen fieles a las enseñanzas
primigenias del Mesías? Asumiendo como concepto que el término “primigenius”
llegó a nuestra lengua como primigenio, un adjetivo que se aplica sobre aquel o
aquello que es nativo u originario. Lo primigenio suele hacer referencia a un
primer estado o a una etapa inicial de algo, o sea, que aquellos que mantienen
la fidelidad a las enseñanzas de Jesús de Nazaret deben mantener una integridad a la “Palabra
de Dios” revelada o enseñada desde el inicio por el “Movimiento de Galilea”,
que el apóstol Pablo lo define como el “fundamento apostólico”; estar dispuesto
a comportarse u obrar de acuerdo como un fiel transmisor de las enseñanzas del
Maestro Jesús.
Para
eso debe: estar en la posición de un verdadero convertido; tener la vocación, o
sea consciente de las capacidades, intereses, potencialidades, recursos,
producto del llamamiento divino; ser seguidor fiel, leal y de alta confiabilidad
del camino de Jesús; alcanzar un acabado conocimiento del amor de Dios,
comprensión del alcance del sacrificio de Jesús en la cruz, conocedor de la
forma de obrar de la gracia de Dios; interpretar y enseñar rectamente la
palabra de verdad, porque sabe analizar y exponer lo que Dios ha rebelado y que
su hijo Jesús ha enseñado.
El
intérprete de la Palabra de Dios debe vivir la fe, de fundamentar su conducta
moral sobre la voluntad de Dios. Los criterios más importantes y fundamentales
de los Predicadores que se mantienen en la sana doctrina son: recuperar y
cuidar la ortodoxia de la doctrina apostólica; exponer el mensaje ético más
cercano al Evangelio de la gracia de Dios; cultivar la verdadera koinonía
dentro de las reglas de oro del evangelio de Cristo; aprender hacer solidario,
este principio apunta a tener una obligación moral de buscar el bienestar
común, sin egoísmos.
Los
Predicadores de la sana doctrina, son una élite minoritaria, deben estar
comprometidos con la causa de Cristo y no involucrados; debido a que son
miembros del cuerpo de Cristo, llamados a “ofrecer nuestros cuerpos como
sacrificio vivo”, por lo que “también nosotros, siendo muchos, formamos un solo
cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a todos los demás.” (Ro. 12:1, 5).
El ser parte del cuerpo de Cristo exige un comportamiento ético, no sólo con
otros cristianos, sino con las personas fuera de la iglesia. Como embajadores
de Cristo, hemos sido enviados para reconciliar al mundo con Dios en Cristo (2
Co. 5:19-20). Estamos llamados a vivir vidas dignas del pacto que nos concedió
la buena gracia de Dios. De esta manera daremos testimonio a Dios, que es amor
que se entrega (1 Jn. 4:14-16).
Aquellos
que solo adoptan la actitud de “Arrimar la ascua a su sardina”, subvierten la
causa del Ungido de Dios que servimos cuando explotamos o traicionamos la
confianza de los hermanos en la fe; además desprestigian la honra de la Iglesia
y corroen el fundamento apostólico.
El
Dios eterno y santo, llama a todos los miembros que se comprometan de
interpretar la sana doctrina, a vivir con los altos estándares éticos
defendidos en las Escrituras y conforme a los principios primigenios de las
enseñanzas de Jesús de Nazaret.
Juan Salgado Rioseco