domingo, 15 de diciembre de 2013

La Iglesia de Dios en Cristo Jesús (Parte I)

La Iglesia de Dios en Cristo Jesús

Conceptos Generales

Texto Bíblico (1 Ts. 2:14)

“Porque vosotros, hermanos, vinisteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea,…”

El apóstol Pablo, en su primera carta a Timoteo, escribe que la casa de Dios, la cual es la Iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad. (3:15). En este consejo el apóstol destaca el rol fundamental de la iglesia, como soporte y apoyo de los creyentes en su edificación y maduración espiritual, además de defensora del ataque adversario o de un perjuicio que puede causar daño a los discípulos de Cristo.
En su primera carta a los corintios, el apóstol de los gentiles indica en forma dogmática que no existe ningún otro fundamento de él que esta puesto en la iglesia; ese fundamento es Jesucristo (3:11), ninguna otra organización o enseña humana puede cambiar este fundamento, ni menos adulterarlo con modificaciones donde impere el voluntad humanista.
Genealógicamente la Iglesia de Dios en Cristo Jesús, está injertada en el olivo de Israel, por el sacrificio de Jesucristo en la cruz. (Ro. 11:16-19). En este pasaje bíblico, los patriarcas representan el primer pedazo de masa y la raíz, y han dejado a sus descendientes (toda la masa y las ramas) un legado de completa espiritualidad, unida en forma indisoluble a Dios por lo que Él hizo por Israel, como consecuencia de esas acciones, la Iglesia de Cristo Jesús es la continuadora de la obra de Dios, ahora no a un pueblo especifico, sino a todos los seres humanos dando cumplimiento al pacto que hizo con Abraham (Gn. 12:1-3).

La etimológicamente de la palabra “iglesia”, es la traducción del termino griego «ekklesia», del verbo «ek kaleõ», que se traduce como «llamar fuera de». La primera traducción de los textos sagrados hebreos al griego (la Septuaginta o versión de los setenta) traduce como «ekklesia» el término hebreo «kãhãl», que designa a la asamblea o congregación de Israel. Es en este sentido que Esteban habla de «la congregación» («ekklesia») que estuvo con Moisés en el desierto (Hch. 7:38).
El uso de la «ekklesia» en los estados griegos, era el nombre la asamblea que se convocada por un heraldo para tratar y decidir los asuntos públicos (la asamblea alborotada de Éfeso, Hch. 19:32, Hch. 19:41).
Una Iglesia es una congregación de convertidos, justificados por Dios; que han reconocido a Jesucristo como su Salvador y Maestro, que le reconocen como su cabeza, que le aceptan el sacrificio expiatorio en remisión de sus pecados, y que dependen del Espíritu Santo para su santificación; que se unen en la aceptación del Evangelio, están de acuerdo en mantener sus mandatos y obedecer sus preceptos; que se reúnen para adorar y cooperar en el extendimiento del reinado de Cristo en el mundo.
Podemos definir qué en esencia, la Iglesia de Dios en Cristo Jesús, es la comunidad de todos los creyentes del Nuevo Testamento que han sido unidos por el lazo de la fe y de la acción regeneradora del Espíritu Santo, de una manera vital a Jesucristo e injertada al Pueblo de Dios.
Aunque también podemos definir la iglesia en lo espiritual como: El cuerpo místico del Señor, del que se llega a ser miembro por el bautismo del Espíritu, y en este sentido sólo es discernida por los ojos de la fe (1Co. 12:13).
De acuerdo al mandato dado por Jesucristo, es universal en lo respecta a la dimensión geográfica, la extensión de su labor evangelizadora y la composición de sus miembros. Por cuanto todos los hijos de Dios de todos los países y procedencias forman parte de ella (Hch. 2:47; 9:31), comprendiendo también a todos los rescatados ya recogidos en el Señor (He. 12:22-23).
Cuando Jesús dijo que él edificaría Su iglesia, se refiere a una sola Iglesia, es decir, universal. De la misma forma Pablo, en Efesios, utiliza muchas veces el término Iglesia, no refiriéndose a una o varias iglesias locales, sino a una Iglesia universal o general. En Ef. 1:22-23: “Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. Otros pasajes que hablan de la Iglesia en sentido universal son: Mt. 16:18; 1 Co. 12:28; Ef. 1:22; 4:11-15; 5:23-25, 27, 29, 32; Col. 1:18,24; He. 12:23.
La iglesia de Dios en Cristo Jesús, se puede caracterizar como “invisible y visible”, pues se halla en la tierra manifestada por medio de miembros vivos y activos, para que el mundo pueda ver su amor fraternal, constatar sus buenas obras, y comprender su fiel testimonio del Señor (Jn. 17:21; 1Pe.2:12; Flp. 2:15-16), además de los santos de todas las épocas que duermen en el Señor esperando su parusía.
En su realidad espiritual verdadera, como koinonía y compañerismo, para todos los creyentes genuinos la Iglesia es invisible. Podemos dar la siguiente definición: La Iglesia invisible es la Iglesia según Dios la ve, compuesta por todos los santos de todos los tiempos.
La Iglesia invisible, también conocida como iglesia universal, es compuesta de los hijos de Dios en todo el mundo. La existencia de la Iglesia invisible demuestra que la adoración a Dios es, en el más elevado sentido espiritual, Jesús lo expuso en las siguientes palabras:(Juan 4:23-24). Es la que alcanza la amistad y la intimidad con Dios.
La iglesia de Cristo también tiene un aspecto visible. Podemos usar la siguiente definición: La Iglesia visible es la Iglesia según la ven los creyentes en la tierra. En ese sentido, la Iglesia visible, incluye a todos los que profesan fe en Cristo y dan evidencia en su vida de esa fe. La Iglesia visible es la Iglesia de Dios organizada para el servicio. Es ella que atiende la gran comisión de Cristo en el sentido de llevar el evangelio a todo el mundo (Mt. 28:18-20), "predicando el evangelio al pobre, curando los quebrantados de corazón, pregonando liberación a los cautivos y restaurando la vista a los ciegos, poniendo en libertad los oprimidos y anunciando el año aceptable del Señor" (Lc. 4:18-19), y prepara las personas para Su glorioso retorno (1 Ts. 5:23; Ef. 5:27).
También se denomina “iglesia” a una congregación “local”, debido a que en las escrituras neotestamentarias la comunidad cristiana de cada localidad era considerada como una iglesia, lo que permite emplear asimismo el término «iglesias» (Hch. 8:1; 11:26; 13:1; 14:23, 14:27; 15:41; Ro. 16:4-5; 1Co. 7:17; 1Ts.2:14).
Pablo compara la iglesia local a un cuerpo cuyos miembros son dependientes entre sí (1Co. 12:12), y a un edificio que se está construyendo, especialmente a un templo para el Espíritu de Dios (1Co. 3:10).
En el Nuevo Testamento la palabra iglesia se puede aplicar a un grupo de creyentes de cualquier nivel, desde un grupo muy pequeño que se reúne en una vivienda privada hasta el grupo de todos los verdaderos creyentes de la Iglesia universal.
Las Iglesias locales no son más que un grupo de creyentes, regenerados, llamados fuera del mundo, congregados para la mutua edificación a través de una práctica común de la predicación verdadera de la Palabra de Dios, la administración de los sacramentos, el ejercicio de la disciplina, la celebración cultica y la obra de evangelización. (Hch. 2:41,47; Mt. 18:20; Hch. 2:44; 4:32; 2:42-47).
La Iglesia es considerada como militante y triunfante. La iglesia militante está conformada por todos aquellos miembros que voluntariamente activan y cumplen con la misión dada por la cabeza de la iglesia, Jesucristo, y se encuentran vivos físicamente, (Flp. 2:25; Fil. 1:2; 1 Ti. 1:18) ocupando las armas de nuestra milicia que son espirituales, para la destrucción de fortalezas, (2 Corintios 10:4), la Iglesia ha enfrentado la necesidad de trabajar contra el enemigo, tanto el interno como el externo (Hechos 20: 29-30; 1 Ti. 4:1).
La iglesia triunfante está conformada por todos los santos fieles, que alcanzaron la perfección y fueron aceptados por el rey de reyes como ciudadanos del Reino de los cielos. Los fieles de todos los tiempos, los comprados por Su sangre, "sin mácula ni arruga,...sin embargo santa y sin defecto" (Ef. 5:27).

Jesucristo y su vínculo con su Iglesia.
La obra terrenal de Jesús de Nazaret, son hechos constitutivos para la formación de su Iglesia. Debido a que el ministerio de Jesús cimentan a la Iglesia y a la vez la ligan al Hijo de Dios en forma indisoluble e imperecedera, de otra manera, estaría ligada solamente a la historia y a los hombres.
Los escritos del Nuevo Testamento conciben a la iglesia solo en relación a Cristo; aunque la etapa de transición desde la «sinagoga» a la verdadera asamblea cristiana fue difícil, en algunos casos incomprensivos, con rasgos confrontacionales, que llegaron a incomprensiones y discrepancias que alcanzaron ribetes de disgregación de los primitivos seguidores del camino.
Sin embargo, a medida que los del camino iban madurando espiritualmente y progresando en el conocimiento, la vinculación con Jesucristo se fue haciendo más profunda.  Reconociendo en la persona de Jesús, la suprema autoridad dada por Dios padre (Ef. 1:22), simbolizada por la figura “y sometió todas las cosas bajo sus pies”; y la plena dirección indiscutible de la iglesia y control absoluto el cual regula por amor, simbolizada por la figura de la “cabeza”.
Es el Padre celestial quien sitúa a Jesucristo como el Señor de todas las cosas, dándolo una autoridad suprema por encima de toda la creación. En relación a la iglesia, no hay nada que escape a la plena autoridad de Jesucristo, la cual regula, controla y actúa para establecer la soberanía de Dios, la cual se ve representada en la práctica, que todos los miembros del Cuerpo de Cristo actúen de acuerdo a la santa voluntad del Padre y se sometan a su supremacía (Mt. 12:50; 1 Jn. 2:17). El Señor Jesús al ejercer la autoridad, lo hace con el propósito de edificar a la iglesia, conforme a su promesa. (Mt. 16:18).
La teología de Pablo, al elaborar la reflexión sobre la Iglesia como "cuerpo” de Cristo (Ro. 12:5; Ef. 5:25-30), no hace más que apelar al convencimiento de la primera comunidad de haber nacido de Cristo y de la efusión de su Espíritu resucitado (Jn. 20:22; Hch. 2:4). Además de expresar con la figura de “cuerpo”, que cada creyente en Cristo, pertenece al “cuerpo” y todos a la vez unidos a la “cabeza” que es Cristo, forman la única y verdadera Iglesia espiritual a los ojos de Dios, a través de la multiplicidad de sus integrantes. (Ro. 12:4-5).

La acción de Jesucristo por su Iglesia:
Durante el desarrollo de su ministerio, Jesús fue construyendo con sus acciones, lo que a priori iba a ser su iglesia; en primer lugar fraternizo con sus discípulos, y compartió momentos claves que dejaron una huella indeleble en la mente de sus seguidores más cercanos, lo que a posteriori va a conformar lo que se llamará el mensaje apostólico.
Algunas de acciones que cimentaron la fe de aquellos que aplicaron y propagaron la fe del Maestro y la transmitieron a sus propios seguidores: Se dio a sí mismo para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. (Tit 2:14); se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre. (Gál 1:4); se dio a sí mismo en rescate por todos. (1Ti 2:6); nos lavó de nuestros pecados con su sangre (Ap. 1:5); con su sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; (Ap. 5:9); nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra. (Ap. 5:10)

Relación entre Cristo y la Iglesia.
Sus acciones trajeron como consecuencia que la supremacía de la figura de Jesucristo resplandeciera y traspasaran sus acciones a las etapas del tiempo venidero, a pesar del oscurantismo social y cultural de la sociedad hebrea dentro del imperio romano de aquella época. Estableciendo una relación fecunda e impermeabilizada a las acciones del paganismo contemporáneo, y de sectores que vieron amenazados sus interese tanto sociales, culturales, económicos.
Las Escrituras nos señalen a través de diversas figuras la relación existen entre Cristo y sus iglesia, algunas de ellas son: Cristo es la Cabeza, el Jefe del Cuerpo de la Iglesia (1 Co. 12:12-13, 27; Ef. 5:23, 30); es el Esposo celestial, que se ha unido tan íntimamente a ella que los dos ya no son más que una sola carne (2 Co. 11:2; Ef. 5:31-32); es la piedra cabecera del ángulo del templo del Señor, cuyas piedras vivas son los creyentes individuales edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas (Ef. 2:19-22; 1 Pe. 2:4-5); es el sumo sacerdote que encabeza el regio sacerdocio constituido por todos los miembros de la Iglesia (1 Pe. 2:5, 9-10; He. 9:11, 14; Ap. 1:6).
La teología de Juan, al proponer las imágenes de la esposa (3:29), del rebaño (10:1-16), de la vid (17:1-17), no hace más que confirmar la originalidad de esta relación y su unicidad.

Juan Salgado Rioseco


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