lunes, 5 de agosto de 2019

La Invasión y usurpación en los Púlpitos “CRISTIANOS”. (I) I. La comisión, el mensaje y el predicador.

El apóstol Pablo escribía que había “predicadores” que: “se han desviado algunos y se han apartado a palabrerías sin sentido; pretenden ser doctores de la ley, aunque no entienden lo que dicen ni lo que afirman.” (1 Ti. 1:6-7), haciendo una “Predicción de la apostasía”, “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, …” (1 Ti. 4:1-2); prevenía “Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales.” (1 Ti. 6:3-5); advertía “que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos…  que resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe. Más no irán más adelante; porque su insensatez será manifiesta a todos,… más los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados.” (2 Ti. 3:1, 8-9, 13); aconsejaba a Timoteo “que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.” (2 Ti. 4:2-4).
Estos consejos del apóstol Pablo a Timoteo, tienen una gran validez en los tiempos actuales, al cual debemos tener presente, debido a que los “púlpitos” están siendo invadidos por una diversidad de tendencias que traen consigo unas series de “fuego extraño” desvirtuando la esencia del “Pulpito”, situación que los responsables de mantener la integridad primigenia de la doctrina que se debe transmitir no asumen sino omiten con displicencia, la realidad contractual o con sus decisiones aportan que los “pulpitos” sigan siendo invadido por inescrupulosos que van deteriorando el poder de la Iglesia de Cristo. 
I.                   La comisión, el mensaje y el predicador.
La Iglesia de Dios en Cristo Jesús tiene un mandato especifico de parte de su cabeza  “Id, por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.” (Mr. 16:15),  el apóstol Mateo escribe “Id, y haced discípulos a todas las naciones… enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:19-20). Estos dos imperativos siguen plenamente vigente; desde Jesús, el misterio de Dios ha sido revelado y reunido en Cristo, como consecuencia los judíos y gentiles han sido unidos en él, una revelación que no fue impartida a las generaciones anteriores; Dios se revela como un Dios que salva no solo a un pueblo sino a todos los que creen en su Hijo; desde Jesús la revelación es la plena participación de los gentiles en los propósitos  y privilegios de Dios como participes de la misma herencia con los judíos a través de la gracia de Dios.
Los propósitos de esta revelación es predicar a los gentiles las riquezas de Cristo y dar a conocer la sabiduría de Dios a los gobernantes y autoridades celestiales. Por lo tanto la responsabilidad de la Iglesia es proclamar las buenas nuevas de las inescrutables riquezas de Cristo sin mirar la condición étnica de los oyentes y hacer entender a las personas la responsabilidad ante tal revelación. Así lo explica el apóstol Pablo en su carta a los Efesios. 
La Iglesia de Efesios 3:1-13, es diferente a la Iglesia actual, a esta última se le considera una institución cada vez menos irrelevante e ineficaz en el cumplimiento de la responsabilidad encomendada por diversos factores, uno de los componentes esenciales es la ausencia de la Gracia de Dios y la unidad dentro de los propios cristianos. En esto último, el gran responsable de esta realidad son los liderazgos que han usurpado la autoridad de Cristo dentro de su Cuerpo, en vez de unir han proliferado la desunión, en vez de enseñar han implantado  un sistema donde la gran mayoría de los creyentes son incultos e iletrados de la Palabra de Dios, como consecuencia han debilitado los púlpitos para poder gobernar sin tropiezo. Una de las medidas que debe tomar la genuina Iglesia de Dios en Cristo Jesús es fortalecer el “púlpito” a través de hombres y mujeres que tienen la Gracia de Dios para compartir el Evangelio comisionado por el Maestro y la capacitación del Espíritu Santo.
El elemento esencial para esta labor son los llamados “Predicadores” o “Mensajeros de la Palabra”, los cuales deben estar aptos espiritualmente para cumplir su labor con dignidad con el solo propósito de cumplir la comisión entregada a la Iglesia.
Debemos tener presente que “Predicar” es anunciar, proclamar, llevar, compartir las buenas noticias de salvación, la cual debe ser guiada por el Espíritu Santo.
El Predicador debe tener presente en todo momento el ejemplo del apóstol Pablo, quien les anuncio el plan secreto de Dios a los Corintos, sin usar palabras elevadas ni de gran sabiduría; mientras estuvo con ellos se olvidó de todo, excepto de Jesucristo e hizo énfasis en su muerte en la cruz; no utilizo palabras astutas como las que se usan para convencer o manipular a la gente al anunciar el mensaje; reconoció que fue el Espíritu Santo quien con poder demostró que lo que les dijo era verdad con el propósito que la fe de los corintos convertidos se apoyaran en el poder de Dios y no en la sabiduría humana. Este ejemplo, nos enseña que el Predicador debe apoyarse en el conocimiento de las Escrituras, en el poder del Espíritu Santo y en el temor de Dios.
La Palabra de Dios, no debe ser interpretada ni enseñada de acuerdo con estratagema ni intereses humanos, ya sea, por desconocimiento u omisión o adulteración de ella. ¿quiénes son los responsables de transmitir la Palabra? Aquellos que han efectuado su profesión de fe, cumplen con la voluntad de Dios, creen en las verdades reveladas y enseñadas por la Iglesia, conocen el fundamento apostólico, se mantienen firmes, sin fluctuar en el camino trazado por Jesús, dispuesto a transmitir el mensaje  de salvación ordenado por el Maestro.
Es deber y obligación de la Iglesia de instruir que es Dios quien tiene que hablar a través de la Predicación y crear todos los medios necesarios para que el conocimiento, el desarrollo y la capacitación del ministerio de la Palabra alcance la eficacia que Dios requiere. La gente que vive sin la Palabra de Dios, aunque se congregue, son como tamo que arrebata el mundo, es por eso, que el Heraldo de Dios debe tener como primer requisito ser un convertido y consagrado a Dios; debe haber sido preparado en forma bíblica y haber sido capacitado sobre la composición, reglas de elaboración, contenidos, estilos, y correcta predicación, con la finalidad de que llegue a ser un Predicador de la Palabra eficaz.
Uno de los deberes del Predicador es efectuar con gran exactitud y precisión una interpretación de acuerdo a lo que inspiro el Espíritu Santo y comunicar con fidelidad el mensaje basado en las Sagradas Escrituras y en las enseñanzas de Jesucristo; uno de los principios fundamentales es no alterar o adulterar el contenido del mensaje, con la finalidad de mantener rigurosamente el mandato del Maestro de Galilea “de enseñar que guarden todas las cosas que él mando”, debido que la calidad de los seguidores de Jesús depende de la calidad de la enseñanza que le ha sido transmitida.
Una predicación debe provocar un cumulo de sentimientos y estímulos los cuales deben converger en un encuentro personal con Dios, provocar Fe, vivir en obediencia al Eterno, estimular amor al prójimo y a realizar buenas obras de acuerdo con la voluntad de Dios.
Una predicación que no está basada íntegramente en la Palabra de Dios es vacía, conduce a la proclamación de un “evangelio diferente” o al anuncio de “otro evangelio”; los predicadores de Dios, no deben basar sus argumentos en lo dicho por Lutero, Calvino, Wesley, Barth, Bultmann, Tillich, Dietrich Bonhoeffer u otros, sino deben “Predicar de lo que enseñó Jesucristo”, primero, porque somos de Cristo, segundo, nuestras predicaciones deben ser “cristo céntrico”. El apóstol de los gentiles en su tiempo insto a no ser de Pablo, ni de Apolo, ni de Cefas, sino de Cristo.
El mensaje debe ser claro, entendible y sobre todo fiel a las Sagradas Escrituras, teniendo presente la necesidad de los oyentes que se encuentran presente: de ser evangelizado, de ser edificado y preparado para su ministerio. También tiene la finalidad de ser un medio   para presentar defensa de la fe ante falsas enseñanzas, las fabulas, los dogmas humanos.
Todos los que confíen en el Señor serán salvos, sin embargo, ¿cómo van a confiar en el Señor si no han oído hablar de él? ¿Y cómo van a oír de él si no hay quien les proclame el mensaje fiel y verdadero? ¿Y cómo van a transmitir el mensaje eficaz si no hay quien les haya enseñado con fidelidad a la Palabra de Dios? Qué hermosa son las palabras de los que proclaman las buenas noticias de salvación con fundamentado en la enseñanza del Maestro Jesús. La Enseñanzas de Jesús deben ser guardadas y transmitida con fidelidad.

Cuando los que se han consagrado a Dios para servir a su Iglesia comprendan que son Heraldos del Rey de reyes y Señor de señores, cumplan fielmente su labor, serán más eficaces en arrebatar almas a satanás y traerá consigo que habrá menos renegados dentro de la familia del Cuerpo de Cristo, o sea, que la puerta giratoria dentro de la iglesia se ira deteniendo porque todos estarán siendo fundamentados por la Predicación de la Palabra de Dios.
Juan Salgado Rioseco

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