En muchas oportunidades hemos oído
que “Los jóvenes son el futuro de la Iglesia”, sin embargo, no hacemos nada
para prepararlos, capacitarlos y orientarlos para que enfrenten esa posibilidad
con éxito y generar los espacios suficientes para que se potencien, desarrollen
y maduren en armonía con el resto de la iglesia.
Los principales puntos de divergencia entre generaciones pueden ser
variadas, mencionaremos algunas, para darnos cuenta el conflicto cultural entre
los adultos versus jóvenes que se
presentan en las iglesias:
Juan Salgado
Rioseco
Es habitual que el centro de las
críticas sean los jóvenes por su desplante en la forma de servir a Dios, a los
más avanzados en edad nos produce contrariedad en varios aspectos: su forma de
ser, las modas que usan en su vestir, la forma en que se comunican y hablan,
las actitudes que toman para enfrentar sus problemas, su forma en practicar la
adoración a Dios; pensamos que la iglesia está siendo profanada por las nuevas
generaciones, no falta quien exclama “la
iglesia ya no es la misma” o “nosotros
no éramos así”, “se ha perdido la
santidad”, "se ha corrompido la sana doctrina", etc., nos sentimos mortificados por tales situaciones; debemos tomar consciencia que nos enfrentamos a cambios profundos y radicales, que aceleraran
los conflictos entre las generaciones dentro de las diferentes comunidades
cristianas.
¿Cómo enfrentar los cambios que se
avecinan? ¿Los diferentes Liderazgos están capacitados para sortear en forma
idónea estos cambios? Pareciera que la mayoría de las comunidades cristianas,
en especial las pentecostales, conservan una organización autoritaria, en muchas
ocasiones pasando la línea al totalitarismo, enraizada a sus formas conservadora de sus usos y
costumbres, que excluye las inquietudes y aspiraciones juveniles, lo que
confrontan y tensionan las relaciones entre los adultos y jóvenes.
Como cristianos, esta tensión nos afecta profundamente, debido que sentimos el deseo y
la responsabilidad de preservar la fe tal como la recibimos. Nos preguntamos, ¿si la nueva generación
cambia la música, la moda, el hablar, el estilo de adoración y los tabúes, van
a destruir por completo la fe? ¿Cómo pueden llamarse cristianos si no se
parecen a nosotros? Y lo peor, sospechamos que tampoco piensan como nosotros. Omitimos
que la nueva generación no tiene exactamente la misma cultura que nosotros.
El proceso de traspasar las obligaciones y autoridad de una generación a
otra debería ser lo mas reposado posible; dialogar para entender y ayudarles a
vivir la fe de una manera relevante dentro de su generación; orientarlos para
que alcancen la madurez espiritual y logren desarrollar un compromiso real y
efectivo.
En primer lugar la guerra de los sexos, el machismo y la liberación
femenina, se enfrenta con mayor o menor énfasis de acuerdo a los niveles sociales y
los estratos económicos componentes de las diversas comunidades; situación
producida por el resultado de interpretaciones erradas del mensaje bíblico, la
transmisión de muchos dogmas orales invaden la cultura religiosa Pentecostal.
Aunque en algunos aspectos ha variado la situación por la cada vez más participación en el mundo
laboral de la mujer, que ha traido consigo que el hombre asuma roles que
antes eran de exclusividad femenina. La conducción equilibrada y un liderazgo
maduro que sepa reaccionar a tiempo a los cambios en esta índole de
confrontación de los sexos, debe ser una de las premisas en el manejo o gestion de las
diversas comunidades.
En segundo lugar, es la liberación sexual cada día más liberal de los
jóvenes, lo que ha producido cambios en los valores, de ser permanentes y fundamentales, ha ser relativos y opuestos a las enseñanzas cristianas. En una sociedad
donde los valores eticos y morales de las generaciones antecesoras han sido dejadas aun lados por anacronicas y adoptados otros basados en el hedonismo, individualismo y en el relativismo. Muchas
veces no comprendemos las enormes presiones y tentaciones a las que son
sometidos los jóvenes actuales por parte de los medios de comunicación masivos
y la cultura popular que influenciados por la promiscuidad valoricas de sus componentes estan corroyendo en forma sistematica los principios eticos y morales de la fe cristiana. La Iglesia debe buscar los medios para contrarrestar y
dejar de jugar a perdedores en este aspecto. En el contexto de
iglesia raramente se oye sobre el desarrollo de la sexualidad humana cómo
Dios la creó y sus propositos, hay que poner énfasis en la enseñanza bíblica al respecto, antes
que las prohibiciones dogmáticas adosadas a la cultura de los miembros de cada
comunidad.
En tercer lugar, es la creciente aceptación de la homosexualidad
o los desvíos sexuales que tienen algunas personas que componen la minorias sociales, condicion que perturba a muchos
creyentes; un gran porcentaje de creyente toman la via de la confrontacion para crear un perimetro de seguridad que rodee la iglesia, lo que conlleva a la intolerancia, desde la otra vereda se nos cataloga como irracionales, lo que alarma a una parte importante e influyente de la sociedad. El aumento de la tolerancia, pasividad y la
permisividad ha ido carcomiendo los fundamentos de la enseñanza al respecto; la
homosexualidad y las desviaciones sexuales son pecado ante la presencia de Dios
debe ser siempre nuestra proclama. Una voz monolítica fundada en los principios
bíblicos y no una voz fragmentada ni altisonante que distorsiona la verdadera
enseñanza de Cristo.
En cuarto lugar, la desigualdad de los sexos en las responsabilidades
eclesiásticas van generando un descontento en las masas femeninas actuales más
preparadas y capacitadas que en las generaciones anteriores, a veces se dan
casos que las mujeres son más idóneas que los hombres en algunas de las
comunidades, por entrega y dedicación en la obra del Señor. Muchas
congregaciones han descuidado las necesidades de las mujeres en pro de un
sacerdocio masculino sin mayor preparación ni capacitación para ocupar lugares
de eminencia. En una sociedad donde la igualdad de los derechos sociales,
políticos y económicos es uno de sus pilares, en la cual nuestros jóvenes están
siendo educados y culturizados, no es de extrañarse que la fricción cada día se
va acelerando hasta llegar a producir quiebres en la comunidades más
conservadoras. La adecuada reorganización de las comunidades dará pie a la
mejor convivencia y entrega dentro del cuerpo de Cristo.
En quinto lugar, nuestros jóvenes han alcanzado niveles de estudio que
para las generaciones que le precedieron fueron inalcanzables, pero a la vez es
un gran desafío en dos aspectos importantes para la iglesia, uno de ellos es que
nuestros jóvenes están siendo bombardeados por un sistema de educación dominado
por el humanismo secular agnóstico. Entonces salta la interrogante ¿qué está
haciendo la iglesia para ayudarlos a discernir, evaluar y pensar con una mente
cristiana? El reto de las iglesias es enseñarles a pensar, no a rechazar todas
las ideas y filosofías sin un concienzudo estudio de sus propuestas, debemos
aprender ha evaluarlas según los criterios bíblicos y desde una cosmovisión
estrictamente cristiana. Si la iglesia cultiva y genera madurez en la mente de
nuestros jóvenes basada en la rigurosa enseñanza bíblica, ellos tendrán los
medios suficientes para mantenerse intacto en la fe de sus padres y por
consecuencia el nivel académico de la gente de nuestras iglesias seguirá
creciendo, y por ende, la iglesia evangélica tendrá más impacto sobre la
sociedad y el mundo.
El segundo aspecto, es la gran brecha educacional entre las
generaciones; la generación anterior se sometía por su espiritualidad, basada
en la fe sin mayores rotulaciones educacionales; mientras las nuevas
generaciones se someten a la fe, bajo la premisa del conocimiento bíblico
demostrado en su mente racional. Lo que genera un gran desafío a la iglesia, la
que la obliga a que sus estructuras de liderazgo cada día sean más preparadas y
capacitadas, a la vez idoneas en el trazado de la Palabra de Dios. La transmision de la enseñanza cristianas deben ser ejercidas por obreros aprobados delante de Dios y una conducta llena de integridad, nunca debe ser asumida por neofitos, debido que traen consigo graves daños colaterales que solo hacen profundizar las diferencias entre las generaciones.
La iglesia evangélica, especialmente la Pentecostal, está enfrentada a
la disyuntiva de generar cambios en su interior; las viejas estructuras que no
han logrado adecuarse a los tiempos, están en crisis, tendrán que sufrir
convulsiones y violentos cambios para lograr salir airosos de las circunstancias que tendrán que vivir. Mientras
las que han logrado sortear con relativo éxito las embestidas coyunturales,
tendrán que sufrir modificaciones a sus políticas seglares para poder convivir
armoniosamente con los cambios que se avecinan, algunos de ellos muy radicales
en su forma y método.
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