viernes, 29 de junio de 2012

La Iglesia: las problematicas con los jovenes

En muchas oportunidades hemos oído que “Los jóvenes son el futuro de la Iglesia”, sin embargo, no hacemos nada para prepararlos, capacitarlos y orientarlos para que enfrenten esa posibilidad con éxito y generar los espacios suficientes para que se potencien, desarrollen y maduren en armonía con el resto de la iglesia.

Es habitual que el centro de las críticas sean los jóvenes por su desplante en la forma de servir a Dios, a los más avanzados en edad nos produce contrariedad en varios aspectos: su forma de ser, las modas que usan en su vestir, la forma en que se comunican y hablan, las actitudes que toman para enfrentar sus problemas, su forma en practicar la adoración a Dios; pensamos que la iglesia está siendo profanada por las nuevas generaciones, no falta quien exclama “la iglesia ya no es la misma” o “nosotros no éramos así”, “se ha perdido la santidad”, "se ha corrompido la sana doctrina", etc., nos sentimos mortificados por tales situaciones; debemos tomar consciencia que nos enfrentamos a cambios profundos y radicales, que aceleraran los conflictos entre las generaciones dentro de las diferentes comunidades cristianas.

¿Cómo enfrentar los cambios que se avecinan? ¿Los diferentes Liderazgos están capacitados para sortear en forma idónea estos cambios? Pareciera que la mayoría de las comunidades cristianas, en especial las pentecostales, conservan una organización autoritaria, en muchas ocasiones pasando la línea al totalitarismo, enraizada a sus formas conservadora de sus usos y costumbres, que excluye las inquietudes y aspiraciones juveniles, lo que confrontan y tensionan las relaciones entre los adultos y jóvenes.

Como cristianos, esta tensión nos afecta profundamente, debido que sentimos el deseo y la responsabilidad de preservar la fe tal como la recibimos. Nos preguntamos, ¿si la nueva generación cambia la música, la moda, el hablar, el estilo de adoración y los tabúes, van a destruir por completo la fe? ¿Cómo pueden llamarse cristianos si no se parecen a nosotros? Y lo peor, sospechamos que tampoco piensan como nosotros. Omitimos que la nueva generación no tiene exactamente la misma cultura que nosotros.

El proceso de traspasar las obligaciones y autoridad de una generación a otra debería ser lo mas reposado posible; dialogar para entender y ayudarles a vivir la fe de una manera relevante dentro de su generación; orientarlos para que alcancen la madurez espiritual y logren desarrollar un compromiso real y efectivo.

 Los principales puntos de divergencia entre generaciones pueden ser variadas, mencionaremos algunas, para darnos cuenta el conflicto cultural entre los adultos  versus jóvenes que se presentan en las iglesias:


En primer lugar la guerra de los sexos, el machismo y la liberación femenina, se enfrenta con mayor o menor énfasis de acuerdo a los niveles sociales y los estratos económicos componentes de las diversas comunidades; situación producida por el resultado de interpretaciones erradas del mensaje bíblico, la transmisión de muchos dogmas orales invaden la cultura religiosa Pentecostal. Aunque en algunos aspectos ha variado la situación por la  cada vez más participación en el mundo laboral de la mujer, que ha traido consigo que el hombre asuma roles que antes eran de exclusividad femenina. La conducción equilibrada y un liderazgo maduro que sepa reaccionar a tiempo a los cambios en esta índole de confrontación de los sexos, debe ser una de las premisas en el manejo o gestion de las diversas comunidades.


En segundo lugar, es la liberación sexual cada día más liberal de los jóvenes, lo que ha producido cambios en los valores, de ser permanentes y fundamentales, ha ser relativos y opuestos a las enseñanzas cristianas. En una sociedad donde los valores eticos y morales de las generaciones antecesoras han sido dejadas aun lados por anacronicas y adoptados otros basados en el hedonismo, individualismo y en el relativismo. Muchas veces no comprendemos las enormes presiones y tentaciones a las que son sometidos los jóvenes actuales por parte de los medios de comunicación masivos y la cultura popular que influenciados por la promiscuidad valoricas de sus componentes estan corroyendo en forma sistematica los principios eticos y morales de la fe cristiana. La Iglesia debe buscar los medios para contrarrestar y dejar de jugar a perdedores en este aspecto. En el contexto de iglesia raramente se oye sobre el desarrollo de la sexualidad humana cómo Dios la creó y sus propositos, hay que poner énfasis en la enseñanza bíblica al respecto, antes que las prohibiciones dogmáticas adosadas a la cultura de los miembros de cada comunidad.


En tercer lugar, es la creciente aceptación de la homosexualidad o los desvíos sexuales que tienen algunas personas que componen la minorias sociales, condicion que perturba a muchos creyentes; un gran porcentaje de creyente toman la via de la confrontacion para crear un perimetro de seguridad que rodee la iglesia, lo que conlleva a la intolerancia, desde la otra vereda se nos cataloga como irracionales, lo que alarma a una parte importante e influyente de la sociedad. El aumento de la tolerancia, pasividad y la permisividad ha ido carcomiendo los fundamentos de la enseñanza al respecto; la homosexualidad y las desviaciones sexuales son pecado ante la presencia de Dios debe ser siempre nuestra proclama. Una voz monolítica fundada en los principios bíblicos y no una voz fragmentada ni altisonante que distorsiona la verdadera enseñanza de Cristo.


En cuarto lugar, la desigualdad de los sexos en las responsabilidades eclesiásticas van generando un descontento en las masas femeninas actuales más preparadas y capacitadas que en las generaciones anteriores, a veces se dan casos que las mujeres son más idóneas que los hombres en algunas de las comunidades, por entrega y dedicación en la obra del Señor. Muchas congregaciones han descuidado las necesidades de las mujeres en pro de un sacerdocio masculino sin mayor preparación ni capacitación para ocupar lugares de eminencia. En una sociedad donde la igualdad de los derechos sociales, políticos y económicos es uno de sus pilares, en la cual nuestros jóvenes están siendo educados y culturizados, no es de extrañarse que la fricción cada día se va acelerando hasta llegar a producir quiebres en la comunidades más conservadoras. La adecuada reorganización de las comunidades dará pie a la mejor convivencia y entrega dentro del cuerpo de Cristo.


En quinto lugar, nuestros jóvenes han alcanzado niveles de estudio que para las generaciones que le precedieron fueron inalcanzables, pero a la vez es un gran desafío en dos aspectos importantes para la iglesia, uno de ellos es que nuestros jóvenes están siendo bombardeados por un sistema de educación dominado por el humanismo secular agnóstico. Entonces salta la interrogante ¿qué está haciendo la iglesia para ayudarlos a discernir, evaluar y pensar con una mente cristiana? El reto de las iglesias es enseñarles a pensar, no a rechazar todas las ideas y filosofías sin un concienzudo estudio de sus propuestas, debemos aprender ha evaluarlas según los criterios bíblicos y desde una cosmovisión estrictamente cristiana. Si la iglesia cultiva y genera madurez en la mente de nuestros jóvenes basada en la rigurosa enseñanza bíblica, ellos tendrán los medios suficientes para mantenerse intacto en la fe de sus padres y por consecuencia el nivel académico de la gente de nuestras iglesias seguirá creciendo, y por ende, la iglesia evangélica tendrá más impacto sobre la sociedad y el mundo.
El segundo aspecto, es la gran brecha educacional entre las generaciones; la generación anterior se sometía por su espiritualidad, basada en la fe sin mayores rotulaciones educacionales; mientras las nuevas generaciones se someten a la fe, bajo la premisa del conocimiento bíblico demostrado en su mente racional. Lo que genera un gran desafío a la iglesia, la que la obliga a que sus estructuras de liderazgo cada día sean más preparadas y capacitadas, a la vez idoneas en el trazado de la Palabra de Dios. La transmision de la enseñanza cristianas deben ser ejercidas por obreros aprobados delante de Dios y una conducta llena de integridad, nunca debe ser asumida por neofitos, debido que traen consigo graves daños colaterales que solo hacen profundizar las diferencias entre las generaciones.

La iglesia evangélica, especialmente la Pentecostal, está enfrentada a la disyuntiva de generar cambios en su interior; las viejas estructuras que no han logrado adecuarse a los tiempos, están en crisis, tendrán que sufrir convulsiones y violentos cambios para lograr salir airosos de las  circunstancias que tendrán que vivir. Mientras las que han logrado sortear con relativo éxito las embestidas coyunturales, tendrán que sufrir modificaciones a sus políticas seglares para poder convivir armoniosamente con los cambios que se avecinan, algunos de ellos muy radicales en su forma y método.

 Juan Salgado Rioseco


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