domingo, 21 de enero de 2018

Manifiesto para reformar el Pentecostalismo del siglo XXI. (Parte III)

¿Cuál debe ser la senda que debe retomar el pentecostalismo contemporáneo? 


De acuerdo con la real academia española, acepción de personas es: “Acción de favorecer o inclinarse a unas personas más que a otras por algún motivo o afecto particular, sin atender al mérito o a la razón.” Unas de las causas del desmerito de las organizaciones de la Iglesia en Cristo Jesús es el nepotismo, la acepción hacia personas que no teniendo el testimonio del salvado y los méritos suficientes son puestos en cargos de liderazgo y labores pastorales. Esto provoca un gran deterioro en las relaciones internas de la comunidad.

El actuar con parcialidad, de designio de puestos sin méritos alguno, prevención en favor o en contra de alguien, son acciones de falta de neutralidad, donde la falta transparencia en la manera de proceder violentan la armonía en el interior de la comunidad y con el tiempo produce fisuras que provocaran crisis severas. En libro de Job encontramos que “Él (Dios) os reprochará de seguro, si solapadamente hacéis acepción de personas.” (Job 13:10). 

Los prejuicios, o preferencias para sacar ventajas personales que no sean espirituales, es corrupción; hacer abuso de poder para imponer o asegurar un estatus personal sin contemplar los principios bíblicos al respecto es actuar con deshonestidad delante de Dios y los miembros de la comunidad; este tipo de alteración provoca disgregación del fundamento establecido por los apóstoles y los Padres de la Iglesia.   Pablo aconsejaba a Timoteo “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos, que guardes estas cosas sin prejuicios, no haciendo nada con parcialidad.” (1Ti 5:21). 

El conferir una dignidad eclesiástica o un beneficio a alguien por la consanguinidad, no es agradable delante de Dios; está establecido a través del Espíritu Santo la capacitación para servir a la iglesia conforme al propósito del llamado de Dios; son los carisma o dones del Espíritu Santo los que avalan la autoridad o el liderazgo eclesiástico. Las Sagradas Escrituras nos dicen “Sea, pues, con vosotros el temor de Jehová; mirad lo que hacéis, porque con Jehová nuestro Dios no hay injusticia, ni acepción de personas, ni admisión de cohecho.” (2 Cr. 19:7), “Porque el que procede con injusticia sufrirá las consecuencias del mal que ha cometido, y eso, sin acepción de personas.” (Col. 3:25).

Dios, desaprueba la "acepción de personas", las enseñanzas paulinas ratifican la no acepción de personas dentro de las comunidades, esta debería ser una enseñanza esencial y su práctica debe debería ser cumplida rigurosamente en especial por las personas que se encuentra en una posición de Liderazgo o autoridad. La Palabra de Dios nos advierte “pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores.” (Stgo. 2:9).


Una las definiciones de integración nos dice que “es un proceso dinámico y multifactorial que supone que gente que se encuentra en diferentes grupos sociales, ya sea por cuestiones económicas, culturales, religiosas o nacionales, se reúnen bajo un mismo objetivo o precepto.”
El encuentro del mestizaje religioso popular y la religiosidad impositiva conquistadora europea estadounidense, provocó una multiplicidad de costumbres religiosas invertebradas que dieron origen a una constante disgregación de las comunidades pentecostales.

El Pentecostalismo chileno del siglo XXI, se encuentra inserto en una sociedad que se cataloga moderna progresista; donde la multiculturidad, la brecha educacional y posición económica, dividen más que unen; donde su Liderazgo eclesiástico no se encuentra preparado para enfrentar los desencuentros sociales, educacionales, económicos, generacionales, menos con la llegada de migrantes, que por múltiples factores irrumpen en las congregaciones, trastocando los usos y costumbres en especial de los grupos mas dogmáticos; donde existen ambigüedades sobre temas valóricos y desencuentros internos frente al laicismo agnóstico de la clase gubernamental estatal; donde no existen contrafuertes para enfrentar la globalización, el individualismo, el relativismo, la secularización; donde prima la religión popular indocta del conocimiento bíblico; a conllevado que el pentecostalismo mute hacia tendencias neopentecostales con una praxis basada en el individualismo y un hedonismo que satisface el personalismo y no del colectivo.

La iglesia en Cristo Jesús por esencia es integradora, El Salvador dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mt.11:28). El apóstol Pablo escribió “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.” (Gá. 3:28 RVR1960), e indica en Romanos (2:11) “no hay acepción de personas para con Dios.”

 Sin embargo, la realidad es diametralmente opuesta en el interior y entre la comunidades pentecostales,  por múltiples razones,  se percibe que en las relaciones internas no son de plena armonía, más bien, la crisis divisionaria, de disgregación ha sido la tónica en la convivencia pentecostal; a eso, agregamos la discriminación social, cultural o racial hace que las comunidades sean violentadas en sus cimientos olvidando u omitiendo que Jesús oró al Padre “Mas no ruego solamente por éstos,  sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno;  como tú,  oh Padre,  en mí,  y yo en ti,  que también ellos sean uno en nosotros;  para que el mundo crea que tú me enviaste.” (Jn. 17:20 -21). La unidad es lo que menos practican los pentecostales, están latentes la discordia por el poder o la autoridad, la lucha por ser el portavoz del movimiento pentecostal, las disensiones sobre los temas valóricos son cotidianas, los intereses personales son el factor que más inciden en la falta de integración.

Es esencial que las Iglesias pentecostales empiecen a proyectar la “integración” como una norma vital para su subsistencia armónica plena de una comunión exigía por el dador de la vida. Para dar vida a la expresión paulina somos “Uno en Cristo Jesús”, y se haga realidad la oración del Maestro “para que el mundo crea que tú me enviaste.” 
Juan Salgado Rioseco

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