martes, 16 de enero de 2018

Manifiesto para reformar el Pentecostalismo del siglo XXI. (Parte I)


 ¿Porque es imprescindible reformar el Pentecostalismo del siglo XXI?

Las Escrituras nos indican las responsabilidades y funciones de los diferentes estamentos orgánicos en la ministración y administración del Cuerpo de Cristo, la que comúnmente se le llama Iglesia. Las características primarias en el interactuar de los miembros que han optado por servir a Dios es que deben realizar su función de acuerdo con el propósito de su llamamiento acorde a la capacitación que el Espíritu Santo ha realizado en ellos, a su testimonio como servidor de Dios, su constante capacitación para ser un idóneo embajador de Cristo y a su diligencia de estar presentado en todo momento delante de Dios aprobado.

 A lo largo de estos veinte siglos, la Iglesia en Cristo Jesús ha evolucionado de diferentes formas en su estructura organizacional y administrativa, causado por las presiones sociales, económicas, políticos y militares, incididos a la vez por los intereses colectivos como personales. Seria largo de enumerar estas evoluciones, en algunos casos son desviaciones y en otros acomodos que ha sufrido la organización o la institucionalidad, desde la comunidad jerosolimitana, la samaritana, las comunidades griegas gentiles del primer siglo hasta la multiversidad de las sectas religiosas pentecostales y neopentecostales contemporáneas; esta ultimas, son una diversidad de comunidades con instituciones inconsistente, sus principios doctrinales son difusos, sus fronteras espirituales no están bien delineadas, interactúan entre los ideales espirituales emocionales y un humanismo exacerbado en satisfacer sus demandas materiales;  muchas de ellas basadas en sus propias posverdades, que sustentan intereses ajenos y antagónicos a los establecidos en las Escrituras; son comunidades amorfas, debido a que no tiene postulados definidos, no tienen carácter propio colectivo, sus lideres son mas propenso a la procrastinación que hacer proactivos en causa de Cristo.

En un análisis racional pragmático de la realidad organizacional y estructural de las administraciones pentecostales, traslucen desviaciones como el despotismo, el absolutismo, el autoritarismo; la incapacidad de llevar al cumplimiento de la Comisión Pastoral; el placer de ostentar poder sobre los miembros desvalidos; el gran porcentaje de los miembros son inexpertos en construir los cimientos de la fe de Cristo, neófitos de los conocimientos bíblicos rudimentarios para edificar el templo del Dios viviente; incultura doctrinal de los miembros nominales, permite a una élite a sustentar y fundamentar sus privilegios en posverdades que distorsionan en forma deliberada los principios de las enseñanzas de Jesús de Nazaret, con el fin de crear y modelar una organización funcional a sus intereses personales, en la que los conocimientos de la Palabra de Dios no tienen influencia en las decisiones, sino que apelan a las emociones, a una falsa espiritualidad, a exteriorizaciones de una seuda manifestación del Espíritu Santo, a las creencias personales que inducen a convivir entre los postulados cristianos y elementos de adoración originarios del paganismo idolátrico; el nepotismo en la administración y en la sucesión pastorales, es el síntoma terminal de una organización que postula a ser de Cristo, es la desnaturalización, es el degeneramiento del sistema establecido y enseñado por la Palabra de Dios. La sucesión de los cargos pastorales no es hereditaria ni tampoco de postulantes nominados por circunstancias ajenas a los procedimientos bíblicos, menos cuando que no han tenido participación ni testimonial en el servicio a Dios y la comunidad, así no lo establecieron los Apóstoles ni los Padres de la Iglesia.   

En los últimos tiempos, podemos afirmar que las comunidades pentecostales y neopentacostales están en crisis, colapsadas por la incubación de los tiempos peligrosos que menciona la Biblia, el apóstol Pablo advertía en el siglo I a Timoteo de esta situación, “También debes saber que en los tiempos últimos vendrán días difíciles. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella;” (2 Ti. 3:1-5).

El pentecostalismo de los últimos tiempos, esta violentado por las falsas enseñanzas y dogmas sectarios (erróneos a la luz de la Palabra de Dios) que solo satisfacen los intereses de una élite carnal; su praxis distorsionada por la falta de paradigmas íntegros y una displicente transmisión del aprendizaje en lo discipular, lo ha provocado confusión, enfriamiento de la fe, deserciones espirituales, desencanto; principalmente estos son efectos de la falta de transparencia en el accionar de las personas que actúan de líderes, que no teniendo los requisitos que impone la Palabra de Dios están ejerciendo esa labor, conjuntamente con el mediático confort socio-económico que han logrado los descendientes de las antecesoras comunidades periféricas, marginales y desposeídas, que conformaron las comunidades pentecostales iniciales.

La multiversidad pentecostal y neopentecostal deben ser reformas, ósea, corregirse o enmendarse en sus costumbres o actitudes de acuerdo con los preceptos que Dios estableció para su iglesia.

¿Cuál debe ser la senda que debe retomar el pentecostalismo contemporáneo?

Ser transparentes, restaurar, rehabilitar, sin acepción, integrar y refuncionalizar, son tareas diferentes, aunque participen de criterios comunes. Con el objeto de priorizar las decisiones que nos lleven nuevamente al camino de Dios, estabilizar la gestión de gobierno de la iglesia con personas elegidas y capacitadas a través del Espíritu Santo, atenuar el ambiente de desconfianza tanto en el interior  como exterior y en lo principal detener el deterioro testimonial en que se encuentra sumida la Iglesia en Cristo Jesús por el obrar de los que dicen ser servidores de Dios.

Juan Salgado Rioseco

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