Las Escrituras nos indican las responsabilidades
y funciones de los diferentes estamentos orgánicos en la ministración y
administración del Cuerpo de Cristo, la que comúnmente se le llama Iglesia. Las
características primarias en el interactuar de los miembros que han optado por
servir a Dios es que deben realizar su función de acuerdo con el propósito de
su llamamiento acorde a la capacitación que el Espíritu Santo ha realizado en
ellos, a su testimonio como servidor de Dios, su constante capacitación para
ser un idóneo embajador de Cristo y a su diligencia de estar presentado en todo
momento delante de Dios aprobado.
A lo largo de estos
veinte siglos, la Iglesia en Cristo Jesús ha evolucionado de diferentes formas
en su estructura organizacional y administrativa, causado por las presiones
sociales, económicas, políticos y militares, incididos a la vez por los intereses
colectivos como personales. Seria largo de enumerar estas evoluciones, en algunos
casos son desviaciones y en otros acomodos que ha sufrido la organización o la
institucionalidad, desde la comunidad jerosolimitana, la samaritana, las
comunidades griegas gentiles del primer siglo hasta la multiversidad de las
sectas religiosas pentecostales y neopentecostales contemporáneas; esta ultimas, son una
diversidad de comunidades con instituciones inconsistente, sus principios
doctrinales son difusos, sus fronteras espirituales no están bien delineadas,
interactúan entre los ideales espirituales emocionales y un humanismo
exacerbado en satisfacer sus demandas materiales; muchas de ellas basadas en sus propias posverdades,
que sustentan intereses ajenos y antagónicos a los establecidos en las
Escrituras; son comunidades amorfas, debido a que no tiene postulados
definidos, no tienen carácter propio colectivo, sus lideres son mas propenso a
la procrastinación que hacer proactivos en causa de Cristo.
En un análisis racional pragmático de la realidad
organizacional y estructural de las administraciones pentecostales, traslucen
desviaciones como el despotismo, el absolutismo, el autoritarismo; la
incapacidad de llevar al cumplimiento de la Comisión Pastoral; el placer de
ostentar poder sobre los miembros desvalidos; el gran porcentaje de los
miembros son inexpertos en construir los cimientos de la fe de Cristo, neófitos
de los conocimientos bíblicos rudimentarios para edificar el templo del Dios
viviente; incultura doctrinal de los miembros nominales, permite a una élite a sustentar
y fundamentar sus privilegios en posverdades que distorsionan en forma
deliberada los principios de las enseñanzas de Jesús de Nazaret, con el fin de
crear y modelar una organización funcional a sus intereses personales, en la
que los conocimientos de la Palabra de Dios no tienen influencia en las
decisiones, sino que apelan a las emociones, a una falsa espiritualidad, a
exteriorizaciones de una seuda manifestación del Espíritu Santo, a las
creencias personales que inducen a convivir entre los postulados cristianos y
elementos de adoración originarios del paganismo idolátrico; el nepotismo en la
administración y en la sucesión pastorales, es el síntoma terminal de una
organización que postula a ser de Cristo, es la desnaturalización, es el
degeneramiento del sistema establecido y enseñado por la Palabra de Dios. La
sucesión de los cargos pastorales no es hereditaria ni tampoco de postulantes
nominados por circunstancias ajenas a los procedimientos bíblicos, menos cuando
que no han tenido participación ni testimonial en el servicio a Dios y la
comunidad, así no lo establecieron los Apóstoles ni los Padres de la Iglesia.
En los últimos tiempos, podemos afirmar que las comunidades
pentecostales y neopentacostales están en crisis, colapsadas por la incubación
de los tiempos peligrosos que menciona la Biblia, el apóstol Pablo advertía en
el siglo I a Timoteo de esta situación, “También
debes saber que en los tiempos últimos vendrán días difíciles. Porque habrá hombres
amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos,
desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables,
calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores,
impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán
apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella;” (2 Ti. 3:1-5).
El pentecostalismo de los últimos tiempos, esta violentado
por las falsas enseñanzas y dogmas sectarios (erróneos a la luz de la Palabra
de Dios) que solo satisfacen los intereses de una élite carnal; su praxis distorsionada
por la falta de paradigmas íntegros y una displicente transmisión del
aprendizaje en lo discipular, lo ha provocado confusión, enfriamiento de la fe,
deserciones espirituales, desencanto; principalmente estos son efectos de la
falta de transparencia en el accionar de las personas que actúan de líderes,
que no teniendo los requisitos que impone la Palabra de Dios están ejerciendo
esa labor, conjuntamente con el mediático confort socio-económico que han
logrado los descendientes de las antecesoras comunidades periféricas,
marginales y desposeídas, que conformaron las comunidades pentecostales
iniciales.
La multiversidad pentecostal y neopentecostal deben ser reformas,
ósea, corregirse o enmendarse en sus costumbres o actitudes de acuerdo con los preceptos
que Dios estableció para su iglesia.
¿Cuál debe ser la senda que debe retomar el pentecostalismo
contemporáneo?
Ser transparentes, restaurar, rehabilitar, sin acepción,
integrar y refuncionalizar, son tareas diferentes, aunque participen de
criterios comunes. Con el objeto de priorizar las decisiones que nos lleven nuevamente al camino de Dios, estabilizar la gestión de gobierno de la iglesia con personas elegidas y capacitadas a través del Espíritu Santo, atenuar el ambiente de desconfianza tanto en el interior como exterior y en lo principal detener el deterioro testimonial en que se encuentra sumida la Iglesia en Cristo Jesús por el obrar de los que dicen ser servidores de Dios.
Juan Salgado Rioseco
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