domingo, 30 de agosto de 2015

La justicia social y la Iglesia de Jesucristo (Parte I)

Según el Profeta Amós . 

La descomposición moral y ético en diferentes ámbitos de nuestra sociedad, es la preocupación primordial aparente de diversos sectores: el poder ejecutivo, el legislativo, el judicial, los sectores económicos, laborales, comerciales, religiosos. En las diferentes clases sociales, de una u otra manera están enfrentando problemas que han generado en una disgregación de los valores y normas, permitiendo que la falta de conciencia se apodere de las conductas tanto individuales como colectivas, produciéndose un relajamiento o rompimiento de los vínculos existentes entre personas e instituciones, con los valores éticos morales que regían la sociedad. Este síntoma se llama corrupción, la que corroe todas las vetas sociales, inhumanizando la actual sociedad, produciéndose injusticias en todos los actores: gobernantes, gobernados, lideres, creyentes y no creyentes. El cristiano actual debe tomar conciencia de la importancia y la dimensión social que con lleva de dejarse arrastrar por el envolvente de vivir embutido en una sociedad con estos tipos de gérmenes que los apartan de los principios bíblicos, de las normas de la fe cristiana.

¿Qué posición tomar? ¿Qué tenemos que decir al respecto? ¿Cómo actuar?, la mejor guía del creyente para enfrentar esta clase de situación, es tornarse a lo que se dice respecto al tema, redescubrir a los hombres de Dios de antaño que se enfrentaron a iguales situaciones, entre los profetas menores encontramos a uno llamado Amós, el pastor de Tecoa, del reino del sur, contemporáneo de Oseas, Isaías, Miqueas; llamado el profeta de la justicia, defensor de los pobres y oprimidos, el tiempo de su ministerio profético fue durante los reinados de Uzías de Judea y de Jeroboam II, desarrollo su actividad en el reino del norte alrededor del 765 al 750 a. C.
Hay tres temas en los que llama la, atención la agudeza de penetración con que los trata Amós: el monoteísmo, la elección y la injusticia social de su tiempo. Esta sensibilidad en especial en el área social, llevarían a sus contemporáneos a dejarlas registradas, para que los creyentes de todos los tiempos a buscar la respuestas y a la acción de Dios ante las injusticias sociales.

Siguiendo la línea de Natán y Elías (1Sam12; 1Re 21), que habían salido en defensa de los derechos de los débiles frente a la opresión de los fuertes, Amós muestra una gran sensibilidad por las injusticias de carácter social.

Las condiciones políticas.
Era aquella una época de gran prosperidad, la relaciones y el comercio con otros países enriqueció el estado, Israel recobró el esplendor de los días de Salomón. Las victorias militares restauraron los límites de Israel del lado este del Jordán (6:13), desde la entrada de Amath hasta el mar de la llanura (2 Reyes 14:25). En este tiempo no había enemigos externos potenciales que pusieran en peligro la soberanía de la nación. Los gobernantes confiaban en que Jehová los protegería, siempre que ellos no dejaran de presentar sus sacrificios y guardar los días santos. (4:4-5).

Las condiciones sociales.
La prosperidad había traído sus gérmenes de males, habían desaparecido de la sociedad la antigua sencillez de costumbres y la igualdad entre los hombres. Ciertamente, los éxitos militares, y el incremento de la riqueza despertaron en el pueblo grandes entusiasmos; pero al propio tiempo fueron causa de que creciera la desigualdad entre los diversos estratos sociales. Los ricos aumentaron sus riquezas, en tanto que los pobres se hundían cada vez más en la miseria. El pueblo humilde sufría la opresión de los poderosos, una opresión agravada por la corrupción de los jueces y de los tribunales de justicia. (2:6-7; 5:7-12).

El mensaje central de Amos representa así una dura crítica contra la sociedad israelita de la época. Fustiga el profeta la injusticia social reinante.
1.      El enriquecimiento de muchos a costa de los débiles, explotados sin compasión. (3:10; 5:11; 8:4-6).
2.      El soborno y la prevaricación de jueces y tribunales. (5:12).
3.      La opresión, la violencia y hasta la esclavitud a que los más pobres son sometidos. (2:6; 8:6).

El profeta proclama que el Señor no permanecerá indiferente ante tales pecados, sino que castigara a quienes los cometan (2:13-16; 4:2-3; 5:18-20; 8:3);  por eso urge a todo Israel: “¡Prepárate para venir al encuentro de tu Dios!” (4:12).

Condiciones Religiosas.
La religión que estaba alejada de la Ley (2:7,8; 4:4, 5; 3:14; 5:5-6, 21-25), desprovista para entregar beneficios espirituales, ni tenía la capacidad de amparar a las personas que lo necesitaban. En medio de ella existía la insinceridad, debido a un sincretismo religioso que ejercían sus líderes, moralmente era una religión corrupta.

La religión había perdido su vitalidad y la  moral era menospreciada. La insinceridad, la corrupción, la inmoralidad era lo que dominaba entre los ricos a tal grado que el paganismo dominaba sus formas de vida, aunque nominalmente seguían el tradicionalismo de sus antepasados. Los sacerdotes y profetas habían reducido la religión de Israel a una religión de estado, utilizándola para su propio provecho y en beneficio a los que aportaban más a su tesoro personal.

El profeta salió de Tecoa al mandato de Jehová por el año 765, el reino del norte tenía a Bethel como centro de su idolatría, sus ceremonias externas eran efectuadas en el santuario, eran abundantes los sacrificios, holocaustos, ofrendas voluntarias y de acciones de gracia. Se observaban puntualmente lunas nuevas, sábados y fiestas religiosas; los cantos alegres de los adoradores resonaban en los santuarios (4:4; 5:21-23; 8:3, 5,10), y a pesar de esto, el pueblo era nominalmente leal a Jehová, en cuanto a los ritos y los servicios religiosos que no se interponían en sus negocios, estaban prontos a celebrarlos.

“Por tres pecados de Israel, y por cuarto, no revocare su castigo” (2:6), está formula fija, que aparece al comienzo de cada serie de oráculos, quiere dar a entender que sea colmado ya la medida del mal, e otras palabras indica “el pecado multiplicado por el pecado”, en hebreo es simplemente: “no lo revocaré”

Juan Salgado Rioseco

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