El ser humano, al estar
destituido de la Gloria de Dios por su pecado, no está a la altura de la gloria
de Dios, no puede glorificar al Altísimo como se debe y ha perdido el
privilegio de reflejar la Gloria de Dios. El Catecismo Menor de Westminster correctamente
declara: “El fin principal del hombre es glorificar a Dios y gozar de Él para
siempre”
El pecado ha infectado profundamente
al ser humano, de modo que por si solo no puede salir de esa condición. En el
libro del profeta Isaías encontramos este llamado “Venid luego, dice Jehová,
y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren
rojos como el carmesí, vendrán a ser
como blanca lana.” (1:18), en primer lugar, el sentido fundamental del término
“grana” para conseguir un color tan intenso debía hacerse el procedimiento de teñidura
un par de veces en la lana, como consecuencia este proceso era imposible de
cambiar dicho color en el tiempo. Como analogía, tan profundamente fijado está
el pecado en el corazón que no bastan las lágrimas para lavarlo o simples
palabras de arrepentimiento; es por eso que el profeta insta a sus
connacionales “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus
pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios
nuestro, el cual será amplio en perdonar.” (55:7); abre una esperanza al afirmar con relación al
Todopoderoso: “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí
mismo, y no me acordaré de tus pecados.” (43:25); una de las características esenciales del Divino “es el
tener misericordia y el perdonar” como nos dice Daniel. (Dn. 9:9).
Es por ese motivo que el
profeta Miqueas preguntaba y afirmaba “¿Qué Dios como tú, que perdona la
maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre
su enojo, porque se deleita en misericordia. (7:18).
En varios textos de las
Escrituras encontramos sobre el perdón de Dios: (a) el Salmistas nos dice aleja
nuestras rebeliones. (103:12). (b) Isaías nos reitera que ha borrado nuestras
transgresiones y no se acuerda de nuestros pecados. (44:22). (c) Jeremías nos
dice que borrará nuestros pecados. (31:34). (d) Miqueas escribe arrojará los
pecados a las profundidades del mar. (7:19). (e) El apóstol Juan nos dice que
Dios es justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda
iniquidad. (1 Jn. 1:9).
Dios pagó un elevado costo por
nuestros pecados a través de sus Hijo amado: “Mas él herido fue por nuestras
rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre
él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos
como ovejas, cada cual se apartó por su camino; más Jehová cargó en él el
pecado de todos nosotros.” (Is. 53:5-6).
El perdón de Dios a traves de la
obra de Jesucristo:
El apóstol Pablo nos escribe: “Y a vosotros,
estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida
juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los
decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en
medio y clavándola en la cruz nos perdonó.” (Col. 2:13-14). (a) su sangre nos limpia de todo pecado. (1 Jn. 1:7).
(b) somos justificados gratuitamente por
su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, tenemos redención por
su sangre, el perdón de pecados. (Col. 1:14; Ef. 1:7-8). (c) Él es el
sacrificio por el perdón de nuestros pecados y del mundo. (1 Juan 2:1-2). (d) El
escritor de Hebreos: “añade: “Y nunca más me acordaré de sus pecados y
transgresiones. Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el
pecado.” (He.
10:17-18; Jer. 31:34).
El
Eterno, Santo y Todopoderoso demostró a través de su Hijo en el cuál tiene complacencia
el amor que tiene por los seres humanos a pesar de su caída. El evangelista Juan
escribió “Porque YAHWEH amó tanto al mundo, que dio a su único e
incomparable Hijo, para que todos los que en El confíen puedan tener vida
eterna, en lugar de ser completamente destruidos.” (Jn. 3:16 Kadosh).
El
Redentor declaró “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al
mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.” (Jn. 3:17).
“…
porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres,
sino para salvarlas…” (Lc. 9:56).
El
ser humano se encuentra desterrado de su Creador a la vez imputado por el cargo
de pecador, a pesar del veredicto en contra, es eximido de cumplir la
sentencia en su contra, debido al acto de amor realizado por Altísimo conjugado
en el sacrificio de Jesús en la cruz, solo por la gracia de
Dios no mereciéndola.
El
Redentor obró de tal manera, que su obra es perfecta delante del Eterno y Santo
para redimir al hombre de toda forma de pecado. El sacrificio expiatorio tiene como propósito en relación al ser humano: (1) salvarlo del pecado (Mt. 1:21). (2) anular el acta de pecados (Hch. 3:19; Col. 2:14; Ro. 3:25-26). (3) lavarlo de sus pecados (Hch. 22:16;
1 Jn. 1:7). (4) purificarlo de sus pecados (He. 1:3, 2 Pe. 1:9). (5) liberarlo de
la esclavitud del pecado. (Ro. 6:18, 22; 8:2). (6) cancelarle la deuda. (1 Pe.
2:24), debido a que estaba establecido que cada uno muriera por su propio
pecado (Dt. 24:16). (7) que alcance remisión y perdón de pecados (Mt. 9:2; Col. 1:14; 1
Jn. 2:12). (8) llevarlo a la salvación (Jn. 3:17).
El
ofrecimiento de salvación hecha por el Creador a través de su Hijo Unigénito
es conmutarle la condenación eterna por la vida eterna, sin merecimiento ni
merito alguno. En la plenitud de la justicia de Dios se encuentra su amor por
sus criaturas, de acuerdo con su Misericordia y su Gracia para los que creen en
su bien amado Hijo.
El apóstol de los gentiles nos
dice “porque
la justicia de Dios es para todo hombre mediante la fe de Jesucristo, y también
para todo el que cree en Él, porque no hay distinción, por cuanto todos han
pecado, y se encuentran privados de la gloria de Dios, pero son justificados
gratuitamente por medio de la gracia y mediante la salvación que es por medio
de Jesucristo, a quien Dios preordenó como propiciación por su sangre, mediante
la fe, a causa de nuestros pecados cometidos anteriormente, por la oportunidad
que Dios nos dio en su paciencia para la demostración de su justicia en este
tiempo, para que Él sea el Justo y justifique mediante la justicia al que esté
en la fe de nuestro Señor Jesucristo.” (Ro. 3:22-26 Peshitta)
Juan Salgado Rioseco
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