V.
La acción del ser humano para
el perdón de sus pecados.
En la mente de todo ser humano
debe tener impregnada las palabras del apóstol Pablo “Pero por tu
dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para tí mismo ira para el día
de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios” (Ro. 2:5), en consecuencia, desde
lo más profundo de su corazón debe orar como David cuando pecó contra Dios su
petición: “Crea
en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu nuevo dentro de mí” (Sal. 51: 10). El ser humano
debe iniciar el proceso que conlleva el “perdón de pecados” por Dios. ¿Qué debe
hacer?
Primero debe “arrepentirse”, este
concepto es esencial para llegar hacer
un servidor de Dios en espíritu, en verdad y lograr la aprobación del Altísimo.
Es vital entenderlo y a la vez de
conocer lo que produce en la vida del nuevo creyente.
La palabra más común en las
Escrituras es “Metanoia”, expresa un cambio de mentalidad, de sentimientos y de
voluntad en cuanto al pecado; es un cambio de parecer o de pensar, el apóstol Pablo lo describe “No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo,
más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la
manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para
ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta.” (Ro. 12:2 NVI).
El arrepentimiento en el A.T.
principalmente significa un “cambio de acción,” mientras que arrepentimiento en
el N.T. significa principalmente un “cambio de manera de pensar”. Las Escrituras
nos advierten que el arrepentimiento no es opcional para el que desea servir a Dios. (Lc. 13:3, 5).
Segundo es “convertirse”, la conversión está ligada al arrepentimiento, sin embargo, esencialmente es un acto
del hombre, un acto del hombre que lo causa y logra con el poder de Dios (Hch.
3:26, 36).
El significado literal de la
palabra es "darse vuelta", "girar hacia atrás",
"volverse a". La conversión significa que el alma se vuelve del
pecado a Dios. El apartarse del pecado es el paso del arrepentimiento, y el
volverse a Dios es el acto de fe mediante el cual la salvación se hace posible (Ef.
2:8, 9). El salmista escribe que “La ley de Jehová es perfecta, que convierte
el alma;” (Sal. 19:7), Santiago
escribe “El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.” (1:18),
el apóstol Pedro nos dice “siendo
renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece
para siempre.)” (1 Pe. 1:23).
Convertirse es haber recibido
el perdón de pecados, vivir tiempos de refrigerio y recibir el don del Espíritu Santo. Podemos decir que la conversión para salvación no es un acto espontáneo
del hombre, sino consecuencia del Espíritu Santo en el proceso de la
regeneración que hace del pueblo de Dios.
¿Cuáles son las evidencias para
ser perdonados? (a) haber confesado nuestros pecados. (1 Jn. 1:9a). (b) haber
tenido una tristeza genuina por el arrepentimiento. (2 Co. 7:10; Mr. 1:4; 2 Pe.
3:9). (c) deseo de abandonar el pecado. (Col. 3:5-11, 13). (d) un clamor de las
entrañas como lo hizo el rey David. “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de
mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante
de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus
ojos; Para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu
juicio.” (Sal.
51:1-4), con la ayuda de los gemidos indecible
del Espíritu Santo, (que no puede ser expresado por su magnitud o intensidad)
(Ro. 8:26-27). (e) experimentar los tiempos de refrigerio que provienen de la
presencia del Señor. (Hch. 3:19). (f) una predisposición de perdonar a otros no
fingida (Col. 3:13; Ef. 4:32; Mt. 6:12, 14-15). (g) una confianza o convicción plena en el Eterno y Todopoderoso. (Job 13:16). (h) Experimentar la dicha, “David mismo
habló de la dicha de aquel a quien Dios reconoce como justo sin tomarle en
cuenta sus hechos. Dijo David: "¡Dichosos aquellos a quienes Dios perdona
sus maldades y pasa por alto sus pecados! ¡Dichoso el hombre a quien el Señor no toma en cuenta su pecado!" (Ro. 4:6-8 DHH).
Cuando en las Escritura nos
enseña acerca del perdón de Dios, la intención en ningún momento es darnos
libertad para seguir pecando, todo lo contrario, es darnos libertad para no
pecar. Es importante entender que el perdón de pecados no es el objetivo final
de un discípulo, sino el comienzo de una nueva vida en Cristo Jesús.
Todos pueden recibir perdón a
través de la gracia, la cual no es merecida, de todos los pecados cometidos;
pero si queremos entrar a la salvación ofrecida por Dios a través de su Hijo
Jesucristo debemos cumplir las condiciones que están establecidas en las
Escrituras.
Juan
Salgado Rioseco