sábado, 30 de mayo de 2020

Dios y el perdón de pecados (Parte V)


V.              La acción del ser humano para el perdón de sus pecados.
En la mente de todo ser humano debe tener impregnada las palabras del apóstol Pablo “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para tí mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios” (Ro. 2:5), en consecuencia, desde lo más profundo de su corazón debe orar como David cuando pecó contra Dios su petición: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu nuevo dentro de mí” (Sal. 51: 10). El ser humano debe iniciar el proceso que conlleva el “perdón de pecados” por Dios. ¿Qué debe hacer?
Primero debe “arrepentirse”, este concepto es esencial para llegar  hacer un servidor de Dios en espíritu, en verdad y lograr la aprobación del Altísimo. Es vital entenderlo  y a la vez de conocer lo que produce en la vida del nuevo creyente.
La palabra más común en las Escrituras es “Metanoia”, expresa un cambio de mentalidad, de sentimientos y de voluntad en cuanto al pecado; es un cambio de parecer o de pensar, el apóstol Pablo lo describe “No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta.” (Ro. 12:2 NVI).
El arrepentimiento en el A.T. principalmente significa un “cambio de acción,” mientras que arrepentimiento en el N.T. significa principalmente un “cambio de manera de pensar”. Las Escrituras nos advierten que el arrepentimiento no es opcional para el que desea servir a Dios. (Lc. 13:3, 5).
Segundo es “convertirse”, la conversión está ligada al arrepentimiento, sin embargo, esencialmente es un acto del hombre, un acto del hombre que lo causa y logra con el poder de Dios (Hch. 3:26, 36).
El significado literal de la palabra es "darse vuelta", "girar hacia atrás", "volverse a". La conversión significa que el alma se vuelve del pecado a Dios. El apartarse del pecado es el paso del arrepentimiento, y el volverse a Dios es el acto de fe mediante el cual la salvación se hace posible (Ef. 2:8, 9). El salmista escribe que “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma;” (Sal. 19:7), Santiago escribe “El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad,  para que seamos primicias de sus criaturas.” (1:18),  el apóstol Pedro nos dice “siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible,  por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.)” (1 Pe. 1:23).
Convertirse es haber recibido el perdón de pecados, vivir tiempos de refrigerio y recibir el don del Espíritu Santo. Podemos decir que la conversión para salvación no es un acto espontáneo del hombre, sino consecuencia del Espíritu Santo en el proceso de la regeneración que hace del pueblo de Dios.
¿Cuáles son las evidencias para ser perdonados? (a) haber confesado nuestros pecados. (1 Jn. 1:9a). (b) haber tenido una tristeza genuina por el arrepentimiento. (2 Co. 7:10; Mr. 1:4; 2 Pe. 3:9). (c) deseo de abandonar el pecado. (Col. 3:5-11, 13). (d) un clamor de las entrañas como lo hizo el rey David. “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.  Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio.” (Sal. 51:1-4), con la ayuda de los gemidos  indecible del Espíritu Santo, (que no puede ser expresado por su magnitud o intensidad) (Ro. 8:26-27). (e) experimentar los tiempos de refrigerio que provienen de la presencia del Señor. (Hch. 3:19). (f) una predisposición de perdonar a otros no fingida (Col. 3:13; Ef. 4:32; Mt. 6:12, 14-15). (g) una confianza o convicción plena en el Eterno y Todopoderoso. (Job 13:16). (h) Experimentar la dicha, “David mismo habló de la dicha de aquel a quien Dios reconoce como justo sin tomarle en cuenta sus hechos. Dijo David: "¡Dichosos aquellos a quienes Dios perdona sus maldades y pasa por alto sus pecados! ¡Dichoso el hombre a quien el Señor  no toma en cuenta su pecado!" (Ro. 4:6-8 DHH).
Cuando en las Escritura nos enseña acerca del perdón de Dios, la intención en ningún momento es darnos libertad para seguir pecando, todo lo contrario, es darnos libertad para no pecar. Es importante entender que el perdón de pecados no es el objetivo final de un discípulo, sino el comienzo de una nueva vida en Cristo Jesús.
Todos pueden recibir perdón a través de la gracia, la cual no es merecida, de todos los pecados cometidos; pero si queremos entrar a la salvación ofrecida por Dios a través de su Hijo Jesucristo debemos cumplir las condiciones que están establecidas en las Escrituras.
Juan Salgado Rioseco

miércoles, 27 de mayo de 2020

Dios y el perdón de pecados (IV)


IV.                   La decisión del hombre: los dos caminos.
Hay dos caminos para el ser humano: uno hacia el gozo eterno o de vida, el otro hacia el sufrimiento eterno o de muerte. La forma en que caminemos por la vida, será el camino que hemos transitado durante nuestra existencia terreanal, solo conoceremos su final cuando dejemos la vida física y transitemos por la muerte física, en ese momento no existirá la posibilidad de volver a atrás o enmendar un nuevo rumbo, esta situación la gráfica muy bien la parábola de “El rico y el pobre Lázaro” (Lc. 16:19-31).
El camino de la Vida es el camino de Dios, en apariencia angosto y estrecho, difícil de transitar y por el que no va mucha gente. El camino de la muerte es ancho, espacioso y fácil de transitar, por el cual el gran porcentaje de los seres humanos caminan. ¿Por cuál camino transita usted?
El camino de la vida esta señalizado por Jesucristo “Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino es por mí.” (Jn. 14:6). El otro camino esta señalizado por los deseos de la carne “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte.” (Pr. 14:12)
El ser humano no está preparado ni aprobado para estar delante de la presencia de Dios a causa de su inmundicia, la interrogante de Job cobra vigencia en estos tiempos ¿Quién hará limpio a lo inmundo?, la pregunta esta respondida por el mismo “Nadie.” (14:4); encontramos un par de interrogantes en el libro de Job “¿Cómo, pues, se justificará el hombre para con Dios? ¿Y cómo será limpio el que nace de mujer? He aquí que ni aun la misma luna será resplandeciente, Ni las estrellas son limpias delante de sus ojos; ¿Cuánto menos el hombre, que es un gusano, y el hijo de hombre,  también gusano? (Job 25:4). El salmista escribió “Yah, si guardaras registro de iniquidades, ¿quién, YAHWEH, podría mantenerse en pie?  (Sal. 130:3 Kadosh); en otro salmo escribe “Y no entres en juicio con tu siervo;  Porque no se justificará delante de ti ningún ser humano.” (Sal. 143:2 RV).  El escritor de Eclesiastes señala “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra,  que haga el bien y nunca peque.” (Ec. 7:20), el Proverbista se pregunta “¿Quién podrá decir:  Yo he limpiado mi corazón, Limpio estoy de mi pecado? (Pr. 20:9).
Pablo, el apóstol de los gentiles, escribe para aquellos que están acostumbrados a justificarse por si solos “Porque aunque de nada tengo mala conciencia,  no por eso soy justificado;”  (1 Co. 4:4), ante esta situación Job escribe “Si yo me justificare,  me condenaría mi boca; Si me dijere perfecto, esto me haría inicuo.” (Job 9:20); nuestro Salvador enseña al respecto “Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación.” (Lc. 16:15). Entonces cabe de preguntarse como lo hizo Job en su tiempo (1.700 aC) “Ciertamente yo sé que es así;  ¿Y cómo se justificará el hombre con Dios?”  (Job 9:2), donde la palabra “justificación” denota la idea de ser declarado inocente de algún delito o pecado. O volver a preguntarle a Jesús, como lo hizo el joven rico “Maestro bueno,  ¿qué haré para heredar la vida eterna?” (Mr. 10:17).
Teniendo presente las palabras del apóstol Pablo “¿Qué,  pues?  Somos nosotros mejores que ellos?  En ninguna manera;  pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles,  que todos están bajo pecado. Como está escrito: No hay justo,  ni aun uno; No hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron,  a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno,  no hay ni siquiera uno.
Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; Su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; Quebranto y desventura hay en sus caminos; Y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos.” (Ro.3:9-18) 
La solución al problema viene de Dios en las palabras del apóstol Pedro, en la Fiesta de Pentecostés diez días después de la ascensión de nuestro Salvador,  hizo un llamado a los que le escuchaban: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.” (Hch. 2:38), reiterando el mismo llamado cuando subía al Templo y sana al cojo de nacimiento “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio.” Hch. 3:19). La propuesta de Dios: “perdón de pecados” y “que sean borrados nuestros pecados” para poder recibir “el don del Espíritu” y “tiempos de refrigerios”.
¿Pero que debe hacer el ser humano para hacer efectiva la propuesta de Dios?  La respuesta está en las palabras de Santiago, hermano de nuestro Señor Jesús, “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.” (4:8). “Humillaos delante del Señor,  y él os exaltará”. (10). Realizar acciones efectivas: Acercarnos a Dios, limpiar nuestras manos, purificad nuestros corazones, humillarnos delante del Señor.
¿Cuál debe ser la acción del ser humano, para elegir y transitar en el camino de Dios? Escuchar el llamado de Pedro y ponerlo por obra: Arrepentíos y convertíos. Reiterando el llamado de Juan el Bautista y Jesús (Mt. 3:2; 4:12).
El ser humano está condenado y efecto será hasta la eternidad (Jn. 3:19; Ro. 3:23), requiere de la salvación que sólo Dios puede proveer para salir de esa condenación (Jn. 3: 16; Ro. 3: 24), sin embargo, todo está supeditado a su decisión: aceptar el llamado de Dios o seguir viviendo según los deseos de la carne que lo alejan aún más del Eterno y Santo ¿Cuál será su decisión?
Debe tener presente la siguiente declaración: “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna…” (1 Jn. 5:12-13)
Juan Salgado Rioseco

domingo, 24 de mayo de 2020

Dios y el perdón de pecados (III)



 Objetivo: valorar el perdón de nuestros pecados efectuados por Dios.


El ser humano, al estar destituido de la Gloria de Dios por su pecado, no está a la altura de la gloria de Dios, no puede glorificar al Altísimo como se debe y ha perdido el privilegio de reflejar la Gloria de Dios. El Catecismo Menor de Westminster correctamente declara: “El fin principal del hombre es glorificar a Dios y gozar de Él para siempre”
El pecado ha infectado profundamente al ser humano, de modo que por si solo no puede salir de esa condición. En el libro del profeta Isaías encontramos este llamado “Venid luego,  dice Jehová,  y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana,  como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí,  vendrán a ser como blanca lana.” (1:18), en primer lugar, el sentido fundamental del término “grana” para conseguir un color tan intenso debía hacerse el procedimiento de teñidura un par de veces en la lana, como consecuencia este proceso era imposible de cambiar dicho color en el tiempo. Como analogía, tan profundamente fijado está el pecado en el corazón que no bastan las lágrimas para lavarlo o simples palabras de arrepentimiento; es por eso que el profeta insta a sus connacionales “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.” (55:7); abre una esperanza al afirmar con relación al Todopoderoso: “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.” (43:25); una de las características esenciales del Divino “es el tener misericordia y el perdonar” como nos dice Daniel. (Dn. 9:9).
Es por ese motivo que el profeta Miqueas preguntaba y afirmaba “¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. (7:18).
En varios textos de las Escrituras encontramos sobre el perdón de Dios: (a) el Salmistas nos dice aleja nuestras rebeliones. (103:12). (b) Isaías nos reitera que ha borrado nuestras transgresiones y no se acuerda de nuestros pecados. (44:22). (c) Jeremías nos dice que borrará nuestros pecados. (31:34). (d) Miqueas escribe arrojará los pecados a las profundidades del mar. (7:19). (e) El apóstol Juan nos dice que Dios es justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda iniquidad. (1 Jn. 1:9).
Dios pagó un elevado costo por nuestros pecados a través de sus Hijo amado: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; más Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.” (Is. 53:5-6).

El perdón de Dios a traves de la obra de Jesucristo:
El apóstol Pablo nos escribe: “Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz nos perdonó.” (Col. 2:13-14). (a) su sangre nos limpia de todo pecado. (1 Jn. 1:7). (b)  somos justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados. (Col. 1:14; Ef. 1:7-8). (c) Él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados y del mundo. (1 Juan 2:1-2). (d) El escritor de Hebreos: “añade: “Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.” (He. 10:17-18; Jer. 31:34).
El Eterno, Santo y Todopoderoso demostró a través de su Hijo en el cuál tiene complacencia el amor que tiene por los seres humanos a pesar de su caída. El evangelista Juan escribió “Porque YAHWEH amó tanto al mundo, que dio a su único e incomparable Hijo, para que todos los que en El confíen puedan tener vida eterna, en lugar de ser completamente destruidos.” (Jn. 3:16 Kadosh).
El Redentor declaró “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.” (Jn. 3:17).
“… porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas…” (Lc. 9:56).
El ser humano se encuentra desterrado de su Creador a la vez imputado por el cargo de pecador, a pesar del veredicto en contra, es eximido de cumplir la sentencia en su contra, debido al acto de amor realizado por Altísimo conjugado en el sacrificio de Jesús en la cruz, solo por la gracia de Dios no mereciéndola.
El Redentor obró de tal manera, que su obra es perfecta delante del Eterno y Santo para redimir al hombre de toda forma de pecado. El sacrificio expiatorio tiene como propósito en relación al ser humano: (1) salvarlo del pecado (Mt. 1:21). (2) anular el acta de pecados (Hch. 3:19; Col. 2:14; Ro. 3:25-26). (3) lavarlo de sus pecados (Hch. 22:16; 1 Jn. 1:7). (4) purificarlo de sus pecados (He. 1:3, 2 Pe. 1:9). (5) liberarlo de la esclavitud del pecado. (Ro. 6:18, 22; 8:2). (6) cancelarle la deuda. (1 Pe. 2:24), debido a que estaba establecido que cada uno muriera por su propio pecado (Dt. 24:16). (7) que alcance remisión y perdón de pecados (Mt. 9:2; Col. 1:14; 1 Jn. 2:12). (8) llevarlo a la salvación (Jn. 3:17).

El ofrecimiento de salvación hecha por el Creador a través de su Hijo Unigénito es conmutarle la condenación eterna por la vida eterna, sin merecimiento ni merito alguno. En la plenitud de la justicia de Dios se encuentra su amor por sus criaturas, de acuerdo con su Misericordia y su Gracia para los que creen en su bien amado Hijo. 
El apóstol de los gentiles nos dice “porque la justicia de Dios es para todo hombre mediante la fe de Jesucristo, y también para todo el que cree en Él, porque no hay distinción, por cuanto todos han pecado, y se encuentran privados de la gloria de Dios, pero son justificados gratuitamente por medio de la gracia y mediante la salvación que es por medio de Jesucristo, a quien Dios preordenó como propiciación por su sangre, mediante la fe, a causa de nuestros pecados cometidos anteriormente, por la oportunidad que Dios nos dio en su paciencia para la demostración de su justicia en este tiempo, para que Él sea el Justo y justifique mediante la justicia al que esté en la fe de nuestro Señor Jesucristo.” (Ro. 3:22-26 Peshitta) 
Juan Salgado Rioseco

martes, 19 de mayo de 2020

Dios y el perdón de pecados. (Parte II)


Lectura bíblica Hechos 2:37-39; 3:19

 Objetivo: valorar el perdón de nuestros pecados efectuados por Dios.

II. La condición del ser humano ante Dios.
Una de las mas grandes problemáticas que el ser humano tiene hoy, es vivir en una sociedad globalizada y con valores relativista, donde los valores éticos y morales no se sustentan bajo principios del bien común, sino mas bien del personalismo humanista hedonista que predomina en la actual sociedad.  

Esta condición trae complejas situaciones en las comunidades cristianas donde los parámetros valoricos son perenne a través de los siglos; un alto porcentaje de fieles en las diferentes y diversas comunidades congregaciones han sincretizado sus valores cristianos por alcanzar un sitial o éxito que ofrece la sociedad bajo otros principios que son el antesis del servicio a Dios y la Fe en Jesucristo.

Debemos saber que los valores son principios que nos permiten orientar nuestro comportamiento en función de realizarnos como personas dentro de un marco social y de convivencia colectiva por un bien común.
Desde una cosmovision cristiana, (teniendo en cuenta que una cosmovisión ofrece un marco de referencia para interpretar la realidad, el cual contiene creencias, perspectivas, nociones, imágenes y conceptos), el verdadero creyente o seguidor de Cristo debe vivir y desarrollar su vida en pro de amar a Dios, hacer su voluntad y amar al prójimo como al mismo, bajo los valores que determina la Palabra de Dios, la cual es eterna por lo tanto no muda.
En esa perspectiva, la tendencia exponencial del pecado en el ser humano lo han alejado del abrigo del Altísimo, su condición contractual, como lo escribió el apóstol Pablo,  está “destituido de la gloria de Dios”, o sea, dejar de, o no alcanzar el bienestar que ofrece Dios a aquellos que hacen su voluntad hasta alcanzar la eternidad; bajo esta premisa, para aquellos que persisten en el camino del pecado, solo les espera una condenación eterna.
El rey David, explicaba está condición de la siguiente forma “en verdad, soy malo desde que nací; soy pecador desde el seno de mi madre”(Sal. 51:5), un reconocimiento de su condición humana, de la cual nadie se puede considerar ajena; el apóstol Pablo nos indica en su carta a los Romanos, que todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios. (3:23). Agrega "como esta escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles. Sepulcros abierto es su garganta; Veneno de áspides hay debajo de sus labios; Su boca está llena de maldición y de amargura.  Hay debajo de sus labios; Su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre. Quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos (3:9-11)

Tan funesta condición trae como consecuencia que la separación de Dios y el ser humano se hace mas distante; esta separación quedo implantada de los tiempos de Adán, por medio de él el pecado entró en el mundo, la muerte mediante el pecado y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos seguimos en el camino del pecado. (Ro. 5:12), trajo consigo la muerte, que es el salario que el pecado paga (Ro. 6:23).
El carácter del ser humano de los últimos tiempos está llegando a su clímax, esta situación es irreversible, vendrán tiempos muy difíciles a causa de las desviaciones que provoca con sus concupiscencia, situación similar al carácter de los hombres antediluviano que los llevo a una catástrofe, que se manifestaron en conductas de inclinación al mal e injusticias, pecados de carácter sexual y una actitud arrogante hacia Dios, manifestada en la impiedad y la violencia, produciendo la merma de sus años de vida, ademas que se hicieron merecedores de un castigo ejemplar, borrados del mundo. (Gn. 6-7), como en los tiempo de los jueces donde cada uno hacía lo que le parecía correcto según su propio criterio. (Jue. 21:25).
El apóstol Pablo describe a los seres humanos de los últimos tiempos diciendo: “Pues la gente sólo tendrá amor por sí misma y por su dinero. Serán fanfarrones y orgullosos, se burlarán de Dios, serán desobedientes a sus padres y malagradecidos. No considerarán nada sagrado. No amarán ni perdonarán; calumniarán a otros y no tendrán control propio. Serán crueles y odiarán lo que es bueno. Traicionarán a sus amigos, serán imprudentes, se llenarán de soberbia y amarán el placer en lugar de amar a Dios.  Actuarán como religiosos pero rechazarán el único poder capaz de hacerlos obedientes a Dios.” (2 Ti. 3:2-5 Parafraseada).
De esta condición el ser humano no puede salir ni conseguir el perdón de pecado por méritos propios, ante tal situación, Job se pregunta. “¿Quién hará limpio a lo inmundo? Nadie.” (14:4).¿Qué cosa es el hombre para que sea limpio,  Y para que se justifique el nacido de mujer?” (15:4).
Juan Salgado Rioseco

jueves, 14 de mayo de 2020

Dios y el perdón de pecados. (Parte I)


Lectura bíblica Hechos 2:37-39; 3:19
“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles:  Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo:  Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. (Hechos 2:37-38)
“Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado:” (Hechos 3:19-20).

Objetivo: valorar el perdón de nuestros pecados efectuados por Dios.

I.             Yo soy el que soy: Creador, Santo y su aversión al Pecado.
Dios es definido como el Creador del universo, como declara el primer versículo de las Escrituras: "En el principio Dios creó los cielos y la tierra" (Gn. 1:1). Asimismo, dijo: “Yo soy el SEÑOR, que ha hecho todas las cosas, yo solo desplegué los cielos y expandí la tierra. ¿Quién estaba conmigo?” (Is. 44:24 NVI). Sus Escrituras agregan: “Tu reino es reino de todos los siglos y tu señorío en todas las generaciones.” (Sal. 145:13). 
La Creación es el fundamento de todos los designios salvíficos de Dios; manifiesta su amor omnipotente y lleno de sabiduría. Es el comienzo de la historia de la salvación, que culmina en el Mesías.
La palabra “Kadosh” (santo) significa algo que es “otro” (separado), exactamente lo opuesto de algo que es común. La palabra refleja el sentido de santidad y consagración. Una de las peculiaridades del Creador es su santidad, está característica quedó indeleblemente inscrito en el corazón del profeta Isaías como consecuencia de su visión inaugural (6.3). Así como a Amós se lo ha llamado el profeta de la justicia, y a Óseas el profeta de la benignidad, a Isaías se lo ha denominado el profeta de la santidad.
Dios es el Santo, esto significa que está tan por encima de sus criaturas que es totalmente diferente a ellas: (a) no sólo en su perfección moral. (6:5), sino también en su poder, su ira, su amor, su fidelidad y todas sus virtudes. (29:16; 31:3). (b) Dios es nuestro santuario. (8:14), es es llama de santidad. (10:17), será santificado con justicia. (5:16).
En el libro del profeta Isaías, Dios es frecuentemente llamado el Santo de Israel, o solamente el Santo, para denotar el Dios de Israel, o el Verdadero Dios (1:4, 5:19). Los devotos se apoyan en el Santo de Israel. (10:20), se gozan porque el Santo está en medio suyo.  (12:6), miran solo al Santo de Israel. (17:7; 29:23, 24).
En Ezequiel, Dios se hace conocer como Jehová, como el Dios poderoso y verdadero, al manifestar Su santidad (20:41; 28:22; 36:23 ). Es preciso señalar que Dios jura por Su santidad, como jura por Sí mismo (Amos 4:2; Sal. 89:36; Gn. 22:16; Éx. 32:13; Is. 45:23; Jer: 22:5). El profeta Samuel dijo: “No hay santo como Jehová; porque no hay ninguno fuera de ti, y no hay refugio como el Dios nuestro” (1 Sam. 2:2).
La santidad de Dios indica que Él no acepta lo que no es santo. El temor a Dios es el resultado de estar conscientes de Su santidad, también es la fuente de todo lo que es bueno. El temor es el comienzo de la sabiduría y la enseñanza (Prov. 1:7), hace que odiemos el pecado (8:13: 16:6); también es la base para tener una confianza firme (14:26); es fuente de vida (14:27).
Dios es santo (Is. 6:3; Ap. 4:8), los servidores de Dios son Su pueblo, también deben ser santos; el llamado es la santidad (Ef. 1:4; Ro. 8:29; 1 Tes. 4:3). El pueblo de Dios  debe practicar y proclamar al mundo Sus excelencias (1 Pe. 2:9) y lo prominente entre las excelencias de Dios, es Su Santidad. Su santidad satura completamente su ser. Su santidad personifica su perfección moral y la completa ausencia de cualquier contaminación (Sal. 89:35; 92:15; Ro. 9:14).
En relación al pecado, toda transgresión provoca ira al Santo de Israel. (Is. 1:4; 5:24), los pecadores vituperan y blasfeman contra el Santo. (Is. 37:23), buscan apoyo humano y no confían en el Santo de Israel. (Is. 31:1-2). La "transgresión "era" contra Jehová" (Nm. 5:6), aunque a veces también contra el prójimo (Gn. 31:26; 50:17). Algunas transgresiones requerían que se presentara una ofrenda en expiación por el pecado (Lv. 5:6, 7). Jesús aconsejó que si algún transgresor confesaba al ofendido su pecado, éste lo perdonara (Mt. 6:14; Ef. 4:32; Col. 3:13), para lograr así la reconciliación.
El rey David escribió: “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño. Él recibirá bendición de Jehová, y justicia del Dios de salvación” (Sal. 24:3-5). El profeta Habacuc agregó: “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio (con indulgencia)” (Hab. 1:13a).
El Santo de Israel odia o aborrece el pecado porque es opuesto a su naturaleza. El salmista escribió: “Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; el malo no habitará junto a ti.” (Sal. 5:4).  
Las Escrituras nos hacen ver que la actitud del Santo con relacion al pecado es de hostilidad, indignación y de una  aversión absoluta, debido a que lo figura como una llaga podrida (Is. 1:6), una carga muy pesada sobre el ser humano (Sal. 38:3-8), Pablo escribe que es una contaminación ( Tit. 1:15; 2 Co. 7:1), algo que nos ata e impide la manifestación divina (Mt. 6:12-15), el ser humano vive en tinieblas (1 Jn. 1:6), el pecado ha contagiado profundamente al ser humano (Is. 1:18), (el sentido fundamental del término “grana” en hebreo es: “teñido dos veces”. Tan profundamente fijado está el pecado en el corazón que no bastan las lágrimas para lavarlo).
Dios odia el pecado debido a que nos separa de Él: “Empero vuestros pecados separan en medio de vosotros y en medio de Dios; y por vuestros pecados apartó el rostro de vosotros, para no apiadarse.” (Is. 59:2  Septuaginta). “Sus transgresiones han tergiversado las reglas de la naturaleza, sus pecados han retraído el bien para ustedes. y visitaré a los perversos por sus pecados. Terminaré con la arrogancia de los transgresores, y derribaré la insolencia de los altaneros.” (Jer. 5:25 Kadosh). El Santo de Israel ha decidido: "Castigaré al mundo entero por su maldad,…” (Is. 13:11 Kadosh), lo que el ser humano gana del pecado es la muerte. (Ro. 6:23).
                                            Juan Salgado Rioseco 



Dios Santo y el Pecado (Parte VII)

El Servidor de Dios no debe quebrantar la Ley del Eterno y Santo para ser victorioso en la lucha contra el pecado. “ Ahora bien, ¿debe...