El apóstol Pablo escribía que había “predicadores” que: “se han desviado algunos y se han apartado a
palabrerías sin sentido; pretenden ser doctores de la ley, aunque no entienden
lo que dicen ni lo que afirman.” (1 Ti. 1:6-7), haciendo una “Predicción de
la apostasía”, “Pero el Espíritu dice
claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe,
escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía
de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, …” (1 Ti. 4:1-2); prevenía “Si alguno enseña otra cosa, y no
se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina
que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira acerca de
cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos,
blasfemias, malas sospechas, disputas necias de hombres corruptos de
entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de
ganancia; apártate de los tales.” (1 Ti. 6:3-5); advertía “que en los postreros días vendrán tiempos
peligrosos… que resisten a la verdad;
hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe. Más no irán más
adelante; porque su insensatez será manifiesta a todos,… más los malos hombres
y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados.” (2
Ti. 3:1, 8-9, 13); aconsejaba a Timoteo “que
prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye,
reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no
sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán
maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el
oído y se volverán a las fábulas.” (2 Ti. 4:2-4).
Estos consejos del apóstol Pablo a Timoteo, tienen una gran
validez en los tiempos actuales, al cual debemos tener presente, debido a que
los “púlpitos” están siendo invadidos por una diversidad de tendencias que
traen consigo unas series de “fuego extraño” desvirtuando la esencia del
“Pulpito”, situación que los responsables de mantener la integridad primigenia
de la doctrina que se debe transmitir no asumen sino omiten con displicencia, la
realidad contractual o con sus decisiones aportan que los “pulpitos” sigan
siendo invadido por inescrupulosos que van deteriorando el poder de la Iglesia
de Cristo.
I.
La comisión, el mensaje y el predicador.
La
Iglesia de Dios en Cristo Jesús tiene un mandato especifico de parte de su
cabeza “Id, por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.” (Mr.
16:15), el apóstol Mateo escribe “Id,
y haced discípulos a todas las naciones… enseñándoles que guarden todas las
cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta
el fin del mundo” (Mt. 28:19-20). Estos dos imperativos siguen plenamente
vigente; desde Jesús, el misterio de Dios ha sido revelado y reunido en Cristo,
como consecuencia los judíos y gentiles han sido unidos en él, una revelación
que no fue impartida a las generaciones anteriores; Dios se revela como un Dios
que salva no solo a un pueblo sino a todos los que creen en su Hijo; desde
Jesús la revelación es la plena participación de los gentiles en los
propósitos y privilegios de Dios como
participes de la misma herencia con los judíos a través de la gracia de Dios.
Los
propósitos de esta revelación es predicar a los gentiles las riquezas de Cristo
y dar a conocer la sabiduría de Dios a los gobernantes y autoridades
celestiales. Por lo tanto la responsabilidad de la Iglesia es proclamar las
buenas nuevas de las inescrutables riquezas de Cristo sin mirar la condición
étnica de los oyentes y hacer entender a las personas la responsabilidad ante
tal revelación. Así lo explica el apóstol Pablo en su carta a los Efesios.
La
Iglesia de Efesios 3:1-13, es diferente a la Iglesia actual, a esta última se
le considera una institución cada vez menos irrelevante e ineficaz en el
cumplimiento de la responsabilidad encomendada por diversos factores, uno de
los componentes esenciales es la ausencia de la Gracia de Dios y la unidad dentro
de los propios cristianos. En esto último, el gran responsable de esta realidad
son los liderazgos que han usurpado la autoridad de Cristo dentro de su Cuerpo,
en vez de unir han proliferado la desunión, en vez de enseñar han
implantado un sistema donde la gran
mayoría de los creyentes son incultos e iletrados de la Palabra de Dios, como
consecuencia han debilitado los púlpitos para poder gobernar sin tropiezo. Una
de las medidas que debe tomar la genuina Iglesia de Dios en Cristo Jesús es
fortalecer el “púlpito” a través de hombres y mujeres que tienen la Gracia de
Dios para compartir el Evangelio comisionado por el Maestro y la capacitación
del Espíritu Santo.
El elemento esencial para esta labor son los
llamados “Predicadores” o “Mensajeros de la Palabra”, los cuales deben estar
aptos espiritualmente para cumplir su labor con dignidad con el solo propósito
de cumplir la comisión entregada a la Iglesia.
Debemos
tener presente que “Predicar” es anunciar, proclamar, llevar, compartir las
buenas noticias de salvación, la cual debe ser guiada por el Espíritu Santo.
El
Predicador debe tener presente en todo momento el ejemplo del apóstol Pablo,
quien les anuncio el plan secreto de Dios a los Corintos, sin usar palabras
elevadas ni de gran sabiduría; mientras estuvo con ellos se olvidó de todo,
excepto de Jesucristo e hizo énfasis en su muerte en la cruz; no utilizo
palabras astutas como las que se usan para convencer o manipular a la gente al
anunciar el mensaje; reconoció que fue el Espíritu Santo quien con poder
demostró que lo que les dijo era verdad con el propósito que la fe de los
corintos convertidos se apoyaran en el poder de Dios y no en la sabiduría
humana. Este ejemplo, nos enseña que el Predicador debe apoyarse en el
conocimiento de las Escrituras, en el poder del Espíritu Santo y en el temor de
Dios.
La
Palabra de Dios, no debe ser interpretada ni enseñada de acuerdo con
estratagema ni intereses humanos, ya sea, por desconocimiento u omisión o
adulteración de ella. ¿quiénes son los responsables de transmitir la Palabra?
Aquellos que han efectuado su profesión de fe, cumplen con la voluntad de Dios,
creen en las verdades reveladas y enseñadas por la Iglesia, conocen el
fundamento apostólico, se mantienen firmes, sin fluctuar en el camino trazado por
Jesús, dispuesto a transmitir el mensaje
de salvación ordenado por el Maestro.
Es
deber y obligación de la Iglesia de instruir que es Dios quien tiene que hablar
a través de la Predicación y crear todos los medios necesarios para que el
conocimiento, el desarrollo y la capacitación del ministerio de la Palabra
alcance la eficacia que Dios requiere. La gente que vive sin la Palabra de
Dios, aunque se congregue, son como tamo que arrebata el mundo, es por eso, que
el Heraldo de Dios debe tener como primer requisito ser un convertido y
consagrado a Dios; debe haber sido preparado en forma bíblica y haber sido
capacitado sobre la composición, reglas de elaboración, contenidos, estilos, y
correcta predicación, con la finalidad de que llegue a ser un Predicador de la
Palabra eficaz.
Uno
de los deberes del Predicador es efectuar con gran exactitud y precisión una
interpretación de acuerdo a lo que inspiro el Espíritu Santo y comunicar con
fidelidad el mensaje basado en las Sagradas Escrituras y en las enseñanzas de
Jesucristo; uno de los principios fundamentales es no alterar o adulterar el
contenido del mensaje, con la finalidad de mantener rigurosamente el mandato
del Maestro de Galilea “de enseñar que guarden todas las cosas que él mando”,
debido que la calidad de los seguidores de Jesús depende de la calidad de la
enseñanza que le ha sido transmitida.
Una
predicación debe provocar un cumulo de sentimientos y estímulos los cuales
deben converger en un encuentro personal con Dios, provocar Fe, vivir en
obediencia al Eterno, estimular amor al prójimo y a realizar buenas obras de
acuerdo con la voluntad de Dios.
Una
predicación que no está basada íntegramente en la Palabra de Dios es vacía,
conduce a la proclamación de un “evangelio diferente” o al anuncio de “otro
evangelio”; los predicadores de Dios, no deben basar sus argumentos en lo dicho
por Lutero, Calvino, Wesley, Barth, Bultmann, Tillich, Dietrich Bonhoeffer u
otros, sino deben “Predicar de lo que enseñó Jesucristo”, primero, porque somos
de Cristo, segundo, nuestras predicaciones deben ser “cristo céntrico”. El
apóstol de los gentiles en su tiempo insto a no ser de Pablo, ni de Apolo, ni
de Cefas, sino de Cristo.
El
mensaje debe ser claro, entendible y sobre todo fiel a las Sagradas Escrituras,
teniendo presente la necesidad de los oyentes que se encuentran presente: de
ser evangelizado, de ser edificado y preparado para su ministerio. También
tiene la finalidad de ser un medio para
presentar defensa de la fe ante falsas enseñanzas, las fabulas, los dogmas
humanos.
Todos
los que confíen en el Señor serán salvos, sin embargo, ¿cómo van a confiar en
el Señor si no han oído hablar de él? ¿Y cómo van a oír de él si no hay quien
les proclame el mensaje fiel y verdadero? ¿Y cómo van a transmitir el mensaje
eficaz si no hay quien les haya enseñado con fidelidad a la Palabra de Dios?
Qué hermosa son las palabras de los que proclaman las buenas noticias de
salvación con fundamentado en la enseñanza del Maestro Jesús. La Enseñanzas de
Jesús deben ser guardadas y transmitida con fidelidad.
Cuando
los que se han consagrado a Dios para servir a su Iglesia comprendan que son
Heraldos del Rey de reyes y Señor de señores, cumplan fielmente su labor, serán
más eficaces en arrebatar almas a satanás y traerá consigo que habrá menos
renegados dentro de la familia del Cuerpo de Cristo, o sea, que la puerta
giratoria dentro de la iglesia se ira deteniendo porque todos estarán siendo
fundamentados por la Predicación de la Palabra de Dios.
Juan Salgado Rioseco