“Y pensando él en esto, he aquí un ángel
del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas
recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu
Santo es.
Y
dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo
de sus pecados.
Todo esto aconteció para que se cumpliese lo
dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen
concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es:
Dios con nosotros.
Y despertando José del sueño, hizo como
el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer.
Pero no la conoció hasta que dio a luz a
su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS.” (Mateo 1: 20-25)
Etimología: Este nombre llegó al español desde su
equivalente en arameo, Yeshúa (ישוע), a través del
griego Iesoús (Iesoús) y del latín Iesus. Sin embargo, se podría traducir
también como Josué, ya que otra evolución del mismo nombre Yehoshua fue a
Yoshua y, de aquí, a Josué (y en inglés Joshua). (Jesús (nombre) - Wikipedia,
la enciclopedia libre).
¿Porque el Redentor fue llamado “Jesucristo”?
Jesús es el nombre personal del Señor, que se le
asigna en forma especial en el periodo de su humillación, indica además su obra
como Salvador: es su nombre personal. Se le fue dicho a José, (Mt. 1:21); “Cristo”
es un título que traduce el término “Mesías” del Antiguo Testamento, (Ef. 2:12;
He. 11:26).
El nombre “Jesús” está vinculado con la época de la
humillación del Señor. Lo encontramos como nombre de otras personas; tal es el
caso de Josué hijo de Nun, sucesor de Moisés, (He.4:8); Josué el gran
sacerdote, (Zac. 3:1); Jesús el Justo, (Col. 4:11); el mago arábigo-judío
Barjesús, “hijo de Jesús”, (Hch. 13:6).
Es natural que los evangelistas usualmente empleen el
nombre Jesús, mientras que en las epístolas el nombre de Cristo pasa al primer
plano. En el nombre de Jesús predomina el pensamiento de la salvación; (2 Co.
4: 10; 1 Ts. 4:14); en el nombre de Cristo se exalta su Gloria, (Hch. 2:36).
El nombre de Jesús de Nazaret, es especial, es el
medio por el cual todos sus seguideros pueden invocar a Dios para suplir o
cubrir sus necesidades. En las palabras del apóstol Pedro frente al sanedrín
podemos graficar la importancia del nombre de Jesús: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo este
cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos”.
El nombre de Jesús de Nazaret es:
1.
para rendir culto
a Dios: en la oración (Jn. 14:13), en la adoración (Fil. 2:9, 10), en la
invocación (Ro. 10:13), en la predicación (Lc. 24:47), en la santidad (1 Co.
1:2).
2.
para servir al
creyente: en el perdón de sus pecados (Hch. 2.38), para justificarlo (1 Co.
6:11), bautizándole (Hch. 2:38), sanándole (Hch. 3:6; 4:30), para tener
comunión (Mt. 18:20; 1 Co. 1:10), para servir (Col. 3:17).
3.
para ser exaltado:
nombre de poder (Hch. 16.18; 1 Co. 5.4; Fil. 2:10), nombre de autoridad (Hch.
4:10), nombre de salvación (Hch. 4:12; 2:21; Ro. 10:13), nombre de exaltación (Fil.
2.9-11), en este siglo, en los siglos venideros (Ef. 1:21).
Los hombres han expuesto su vida por el nombre de
Jesús (Hch. 15:26; 21:13), desde que el hombre o la mujer nace a la nueva vida
y engendra el verdadero amor por Jesús en su corazón está dispuesto a rendir
los máximos sacrificios por Él, así se ha escrito la historia de los miles de
mártires que han muerto por la causa de Jesucristo.
El nombre de Jesús es por sobre todo nombre. Porque no
hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.
Jesús es el más grande. Jesús es todo
Su nombre como Salvador. El origen del nombre “Jesús” está
en la palabra misma, que en su forma completa “YEHOSHUA” significa “el Señor es
salvación.” José había de darle el
nombre de “Jesús”: “Porque él salvará a
su pueblo de sus pecados”.
Encontraremos tres importantes elementos al analizar
las Escrituras:
1.
El solo puede
salvar, se denota en el énfasis sobre el pronombre en el griego: “El salvara a
su pueblo...” (Hch. 4:12).
2.
Se señalan los
límites de su salvación, porque salvará a su pueblo, o sea, a aquellos que
acudan a Él para ser salvos de todas las naciones (1 Pe.2:9; Tito 2:14; Hch.
15:14).
3.
La profundidad y
la exaltación de su salvación, pues no sólo redime de las consecuencias del
pecado, la condenación y el juicio, sino también del dominio, señorío y poder
de los pecados que reducen al hombre a la esclavitud moral (1 Co. 1:30).
El nombre “Jesús” por sí solo declara el propósito por
el cual el Redentor vino al mundo. Este nombre ha de ser tema de la alabanza de
los redimidos por toda la eternidad, y que, al pronunciarse, toda rodilla se
doblara de cuantos seres habiten el cielo, la tierra y las regiones inferiores
(Filipenses 2:10).
Juan Salgado Rioseco
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