La sabiduría humana relación con la
sabiduría de Dios.
La definición que daba Platón sobre la sabiduría: “Quien realmente ama aprender está dotado
por naturaleza para luchar para encontrar el ser. No se detiene en cada una de
las muchas cosas que se opina que son, sino que avanza y no flaquea ni abandona
su intenso deseo hasta que alcanza la naturaleza de cada cosa. Y lo hace con la
parte del alma a la que corresponde alcanzarla, con la cual se aproxima y se
mezcla con el verdadero ser, engendrando inteligencia y verdad. Así adquiere el
conocimiento y vive y se nutre verdaderamente, cesando entonces y no antes, sus
dolores de parto.”
La sabiduría judía
de la Cabalá nos dice que es nada más y
nada menos que una secuencia de raíces, que se desprenden por la vía de causa y
consecuencia, mediante reglas fijas, determinadas, entretejiéndose en un solo y
elevado objetivo descripto como "la
revelación de Su Divinidad a Sus criaturas en este mundo." Y existe
aquí una conducta en lo general: toda la humanidad está eventualmente obligada
a llegar a esta inmensa evolución, como está escrito, "Porque estará la
tierra llena del conocimiento del Señor, como las aguas que cubren el mar"
(Isaías 11:9). "Y no enseñarán más cada cual a su compañero y cada cual a
su hermano, diciendo: “¡Conoced al Señor!”, porque todos ellos Me conocerán,
desde el menor de ellos hasta el mayor de ellos" (Jeremías 31:33).
"no tendrá que esconderse más tu maestro, sino que tus ojos verán a tu
maestro” (Isaías 30:20). En lo particular que aún antes de la perfección de
toda la humanidad, esta regla es implementada en unos pocos individuos elegidos
en cada generación. Estos son los únicos dotados, en cada generación, con
ciertos grados de revelación de Su Divinidad. Y estos son los profetas y los
hombres de Dios. Y como dijeron nuestros sabios, "No existe una generación
que no posea un hombre como Abraham y Jacob". Por lo tanto se ve que la
revelación de su divinidad se implementa en cada generación, tal como nuestros
sabios, que nos merecen toda la confianza, lo proclaman.
En la actualidad los cristianos procuran ser sabios y
entendidos utilizando la interpretación bíblica para sus fines personales o
propagandísticos, aplicando los principios bíblicos conforme a su forma de vida;
con frecuencia nos encontramos que están
aplicando una sabiduría humanista ante la sabiduría de Dios. Sabemos que la
sabiduría terrenal es opuesta a la sabiduría celestial, ¿cómo podemos
identificar la una de la otra? ellas son identificadas por la conducta, y las
acciones.
Las Escrituras, nos dan algunas características de la
sabiduría humana, nos dice que:
a. es terrenal, animal y diabólica
(Santiago 3:14-16).
b. no tiene fundamento en Dios (Mateo
11:25).
c. no tiene la gracia de Dios (2 Corintios
1:12).
d. es dogmática o sectaria (Colosenses
2:20-23).
e. su origen es la filosofía y tradiciones
humanas (Colosenses 2:8).
f.
son palabras vanas (Efesios 5:6; 1 Corintios 3:20).
g. conduce a la necedad (Romanos 1:22).
h. es insensata delante de Dios (1
Corintios 3:19).
El oriental Job se preguntaba “Mas ¿dónde se hallará la sabiduría? ¿Dónde
está el lugar de la inteligencia? (28:12), su respuesta “No conoce su valor el hombre, ni se halla
en la tierra de los vivientes. (28:13).
La sabiduría de Dios es ampliamente
superior a la sabiduría del hombre: “Porque
mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos,
dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos
más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros
pensamientos” (Isaías 55:8-9).
El profeta Jeremías escribió “Él es el que hizo la tierra con su poder,
el que afirmó el mundo con su sabiduría, y extendió los cielos con su
inteligencia.
A su voz se
producen tumultos de aguas en los cielos, y hace subir las nubes de lo último
de la tierra; él hace relámpagos con la lluvia, y saca el viento de sus
depósitos.
Todo hombre se ha
infatuado, y no tiene ciencia; se avergüenza todo artífice de su escultura, porque
mentira es su ídolo, no tiene espíritu.” (Jeremías 51:15-17).
El apóstol de los gentiles dice que lo
insensato de Dios es más sabio que los hombres. La sabiduría de Dios y la
sabiduría del hombre no son iguales, no son compatibles. En realidad, se
oponen. “Porque
la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan,
esto es, a nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: Destruiré la
sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos.
¿Dónde está el
sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha
enloquecido Dios la sabiduría del mundo?
Pues ya que en la
sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a
Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.
Porque los judíos
piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a
Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los
gentiles locura; más para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder
de Dios, y sabiduría de Dios.
Porque lo
insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más
fuerte que los hombres.” (1 Corintios 1:18-25)
En el capítulo 2 de la misma carta
explica “Así que, hermanos, cuando fui a
vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de
palabras o de sabiduría.
Pues me propuse no
saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.
Y estuve entre
vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi
predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con
demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la
sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Sin embargo,
hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este
siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen.
Más hablamos
sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó
antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de
este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado
al Señor de gloria.” (2:1-7-8).
Juan Salgado Rioseco
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