martes, 22 de septiembre de 2015

La sabiduría de Dios (Parte II)

La sabiduría humana relación con la sabiduría de Dios.
La definición que daba Platón sobre la sabiduría: “Quien realmente ama aprender está dotado por naturaleza para luchar para encontrar el ser. No se detiene en cada una de las muchas cosas que se opina que son, sino que avanza y no flaquea ni abandona su intenso deseo hasta que alcanza la naturaleza de cada cosa. Y lo hace con la parte del alma a la que corresponde alcanzarla, con la cual se aproxima y se mezcla con el verdadero ser, engendrando inteligencia y verdad. Así adquiere el conocimiento y vive y se nutre verdaderamente, cesando entonces y no antes, sus dolores de parto.”
La sabiduría judía de la Cabalá  nos dice que es nada más y nada menos que una secuencia de raíces, que se desprenden por la vía de causa y consecuencia, mediante reglas fijas, determinadas, entretejiéndose en un solo y elevado objetivo descripto como "la revelación de Su Divinidad a Sus criaturas en este mundo." Y existe aquí una conducta en lo general: toda la humanidad está eventualmente obligada a llegar a esta inmensa evolución, como está escrito, "Porque estará la tierra llena del conocimiento del Señor, como las aguas que cubren el mar" (Isaías 11:9). "Y no enseñarán más cada cual a su compañero y cada cual a su hermano, diciendo: “¡Conoced al Señor!”, porque todos ellos Me conocerán, desde el menor de ellos hasta el mayor de ellos" (Jeremías 31:33). "no tendrá que esconderse más tu maestro, sino que tus ojos verán a tu maestro” (Isaías 30:20). En lo particular que aún antes de la perfección de toda la humanidad, esta regla es implementada en unos pocos individuos elegidos en cada generación. Estos son los únicos dotados, en cada generación, con ciertos grados de revelación de Su Divinidad. Y estos son los profetas y los hombres de Dios. Y como dijeron nuestros sabios, "No existe una generación que no posea un hombre como Abraham y Jacob". Por lo tanto se ve que la revelación de su divinidad se implementa en cada generación, tal como nuestros sabios, que nos merecen toda la confianza, lo proclaman.
En la actualidad  los cristianos procuran ser sabios y entendidos utilizando la interpretación bíblica para sus fines personales o propagandísticos, aplicando los principios bíblicos conforme a su forma de vida; con frecuencia nos  encontramos que están aplicando una sabiduría humanista ante la sabiduría de Dios. Sabemos que la sabiduría terrenal es opuesta a la sabiduría celestial, ¿cómo podemos identificar la una de la otra? ellas son identificadas por la conducta, y las acciones.
Las Escrituras,  nos dan algunas características de la sabiduría humana, nos dice que:
a.      es terrenal, animal y diabólica (Santiago 3:14-16).
b.      no tiene fundamento en Dios (Mateo 11:25).
c.       no tiene la gracia de Dios (2 Corintios 1:12).
d.      es dogmática o sectaria (Colosenses 2:20-23).
e.      su origen es la filosofía y tradiciones humanas (Colosenses 2:8).
f.        son palabras vanas (Efesios 5:6; 1 Corintios 3:20).
g.      conduce a la necedad (Romanos 1:22).
h.      es insensata delante de Dios (1 Corintios 3:19).

El oriental Job se preguntaba “Mas ¿dónde se hallará la sabiduría? ¿Dónde está el lugar de la inteligencia? (28:12), su respuesta “No conoce su valor el hombre, ni se halla en la tierra de los vivientes. (28:13). 
La sabiduría de Dios es ampliamente superior a la sabiduría del hombre: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8-9).
El profeta Jeremías escribió “Él es el que hizo la tierra con su poder, el que afirmó el mundo con su sabiduría, y extendió los cielos con su inteligencia.
A su voz se producen tumultos de aguas en los cielos, y hace subir las nubes de lo último de la tierra; él hace relámpagos con la lluvia, y saca el viento de sus depósitos.
Todo hombre se ha infatuado, y no tiene ciencia; se avergüenza todo artífice de su escultura, porque mentira es su ídolo, no tiene espíritu.” (Jeremías 51:15-17). 
El apóstol de los gentiles dice que lo insensato de Dios es más sabio que los hombres. La sabiduría de Dios y la sabiduría del hombre no son iguales, no son compatibles. En realidad, se oponen.  “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos.
¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?
Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.
Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; más para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.
Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.” (1 Corintios 1:18-25)  
En el capítulo 2 de la misma carta explica “Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría.
Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.
Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen.

Más hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria.” (2:1-7-8).
Juan Salgado Rioseco

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