martes, 13 de marzo de 2012

El valor de la vida


(basado en el Libro de Eclesiastés)
Al leer el libro encontramos un hilo conductor desde el que se puede ir progresando en las ideas y conceptos que el autor fue expresando en su peculiar modo de ver la vida: "En el día del bien, goza del bien; y en el día del mal, considera que Dios hizo tanto lo uno como lo otro, de modo que el hombre no pueda descubrir nada de los que sucederá después de él (7:14). La Biblia de Jerusalén traduce: "Alégrate en el día feliz y, en el día desgraciado, considera que, tanto uno como otro, Dios los hace para que el hombre nada descubra de su porvenir." Y en nota al pie, aclara: "Es decir para que no sea posible contar con nada, o también para que nadie pueda adivinar lo que le está reservado". En otras palabras, el hombre no puede contar con nada ni con nadie, no le sirve su sabiduría, ni ninguna ayuda humana, sólo Dios; no puede prever el resultado de su previsión, ni lo que acontecerá con las disposiciones sabias del presente. Todo puede tener éxito y cualquier previsión suya puede fracasar. A esto se le agrega el constante pesimismo del autor que expresa a través de las palabras: "Vana ilusión, vana ilusión: ¡Todo es vana ilusión !" (DHH), o como traduce la NBL. "No hay razón dice el predicador, no hay razón y todo es absurdo". (1.1)
La pregunta que más inquieta a el Predicador es relativa al sentido de la vida, se pregunta concretamente: ¿Qué provecho saca el hombre de todos los trabajos que realiza en este mundo? (1.3) y ¿Qué es lo que debe saber y hacer para vivir una vida plenamente lograda?. El evangelista Marcos (8.36) se hace una pregunta similar: "Porque ¿qué provecho hay en que una persona gane el mundo entero y que pierda su alma?. En el evangelio de Mateo (6.25) leemos: "Por lo tanto  os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de vestir. ¿No es la vida mas que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?".
En cuanto al predicador no logra comprender, "no hay nadie capaz de expresar, cuánto aburren todas las cosas; nadie ve ni oye lo suficiente, como para quedar satisfecho. Nada habrá que antes no haya habido; nada se hará que antes no se haya hecho. ¡Nada hay nuevo en este mundo!". Lo mejor que puede hacer el hombre en este mundo es adquirir los valores espirituales. Todo en la existencia humana es transitorio y pasajero. Sólo las realidades espirituales permanecerán para siempre. Vivir para uno mismo, y no vivir para Dios es fatiga y afán sin provecho alguno.
Para el Predicador, detrás de cada acción humana hay un imprevisible, mejor dicho, una voluntad que provocará el resultado feliz o la experiencia desdichada.  Ante la complejidad de la vida y sus dificultades se siente frustrado y que no vale la pena de luchar y esforzarse, pues todos seguirá igual (1.1-3), pues como ocurre en la naturaleza, así ocurre en el hombre (1.4-8), pues se olvidarán  y su memoria no permanecerá (1.9-11)
La adquisición de mucha sabiduría (1.13), "Con mi mente bajo el control de la sabiduría, quise probar el estímulo del vino, y me entregué a él para saber si eso es lo que más le conviene al hombre durante sus contados días en este mundo". Después se puso a reflexionar sobre la sabiduría, la estupidez y la necedad: ¿Qué más podrá hacer el que reine después de mí, sino lo que ya antes ha sido hecho?  Y encontré que es más provechosa la sabiduría que la necedad, así como es más provechosa la luz que la oscuridad.
Con el fin de obtener una respuesta, va analizando sistemáticamente las distintas actividades que podrían asegurarle el logro de esa meta, como, por ejemplo, la búsqueda del placer (2.1), “Ahora voy a hacer la prueba divirtiéndome; voy a darme buena vida.” ¡Pero hasta eso resultó vana ilusión! Y concluí que la risa es locura y que el placer de nada sirve". Pero toda la alegría del mundo sumada a la acumulación de bienes materiales podrán aparentemente satisfacer los anhelos y apetitos del cuerpo, pero jamás podrán llenar el corazón y saciar el apetito espiritual que existe en los seres humanos, ya que sus efectos son temporales, y su calidad perecedera y su contenido es vano.
Las conclusiones a sus interrogantes resultan en definitiva decepcionante, ya que al término de sus muchos esfuerzos lo único que puede decir es que todo es vana ilusión (1.1–2; 12.8). también se dijo a si mismo: Es como querer atrapar el viento (2.11); porque la “obra” que Dios realiza en el mundo es un misterio impenetrable para los seres humanos, y la sabiduría ofrece una ayuda muy precaria cuando se intenta descorrer el velo del misterio (3.11).
Encontramos en la trama de Eclesiastés pasajes de total pesimismo (3.2-8), nada tiene valor, lo que hoy hacemos con una mano, mañana lo destruimos con la otra, o, lo que es más grave, el tiempo con sus mudanzas es quien se encarga de frustrar toda posibilidad nuestra. ¿Qué sentido tiene entonces construir o destruir, llorar o reir, buscar afanosamente o dejarnos estar?. Nada tiene valor, todo es absurdo. Este pensamiento se contrasta con el pasaje de 7.14, Dios está en todas las cosas y todas, cuando lo entendemos correctamente son para nuestro bien (Ro. 8.28). para los sabios de Israel todo proviene de Dios quien tiene sus razones que el hombre difícilmente puede alcanzar (8.17), Job, lo decía así: "Recibimos el bien de parte de Dios. ¿y no recibiremos también el mal? (Job 2.10)
La vida del hombre está compuesta de penas y alegrías, de triunfos y fracasos, de trabajos y reposos. El sabio ve que así debe ser, lo que caracteriza el trabajo del hombre es un continuo hacer y deshacer lo hecho, cada cosa a su tiempo. Como esos tiempos los fija Dios, ("Tú eres mi Dios; en tus manos están mis tiempos" Sal. 31.14, 15), para el Predicador la sabiduría del hombre consiste en ponerse en sintonía con Dios para saber qué hacer en cada caso. Dios lo ha dispuesto todo, lo bueno y lo malo, el hacer esto y el hacer aquello, cada tarea tiene su tiempo propicio, cada experiencia humana su razón de ser. El hombre, como ser relativo, se encuentra también ante tareas relativas; ningún momento es absoluto, absoluto es solamente Dios, en su providencia no sólo muestra protección y da provisión, Él también gobierna con un propósito absoluto.
Unas de la reflexiones interesantes del Predicador es que el hombre ha sido creado para vivir en comunidad y que de su vida compartida resultan beneficios mutuos para quienes así viven, los extremos no son aceptables (4.4-6), la rivalidad, los celos, la pasión o la envidia que llevan a pisar al prójimo para tener éxito son repudiable (4.4), la holgazanería tampoco es aceptable (4.5), el hombre debe buscar u equilibrio y contentamiento en su trabajo (4.6), compartiendo el fruto y apoyándose en otros (4.8, 9-12). El hombre debe aprender a vivir tranquilo, compartir, ayudarse y vivir en paz.
Adorar a Dios y prometer a Dios, dice el predicador, es algo que el hombre no puede hacer a la ligera: "Cuando vayas a la casa de Dios, guarda tu pie",(5.1), la conducta y el comportamiento en la casa de oración debe ser motivo de preocupación y no tener una disposición impropia  (Sal. 26.12). "No te precipites con tu boca ..., cuando hagas voto a Dios." (5.2,4), el silencio es la actitud reverente ante Dios (Hab. 2.20), y el voto es obligante, hay que reflexionar antes de hacerlo (Pr. 20.25). O sea, no se debe permitir que elementos extraños enturbien la relación con Dios obrando neciamente y obteniendo de esta comunión con Dios sólo frustración.
"el bien que yo he visto" (5.18), el trabajo sin ambiciones, permite alcanzar la felicidad. Pero la felicidad depende de Dios, porque Dios da la vida (v.18), da lo bienes (v.19), da la facultad de gozar una cosa y otra (19). Viviendo así no hay tiempo para el desengaño y la frustración (v.20). "No pensará mucho en los años de su vida si Dios le concede alegría interior" (v.20 Nueva Biblia Española). "Porque no se acordará mucho de los días pasados de su vida; puesto que Dios le habrá respondido con darle el gozo de su corazón". (VN). Para el predicador, Dios es el único que puede llenar el corazón de alegría. Cuándo la alegría producida por la presencia divina invade las relaciones humanas, la preocupación por la duración de la existencia no es de importancia.
"En el día del bien, goza del bien; y en el día del mal, considera que Dios hizo tanto lo uno como lo otro, de modo que el hombre no puede descubrir nada de lo que sucederá después de él". (7.14). La mesura y la prudencia debe estar en el hombre que confía en Dios. los absolutos son dos: Dios y la muerte, y la conducta sabia es la que puede manejarse entre estos dos absolutos: contar con dios y contar con la muerte. El valor de las demás cosas es relativo y ninguna merece de parte del hombre una adhesión total. La sabiduría reside en vivir de cara a Dios con los recursos que él provee para nuestras vidas. "La sabiduría del hombre iluminará su rostro y transformará la dureza de su semblante". (8.1).
La meta es saber gozar los auténticos placeres de la vida, sin hacer, lo repetimos, del placer un absoluto. El saber gozar de lo que hay que gozar, es una suerte de sabiduría, que tiene su fundamento en saber que las pequeñas satisfacciones de la vida las provee Dios (8.15). Dios en el pensamiento del Predicador es la realidad de las realidades.
El Predicador llega a la irrevocable verdad de que el conocimiento humano no alcanza a tener una comprensión completa y absoluta de "la obra de Dios" ni de "la obra que se hace debajo del sol" (8.17). la versión Dios Habla Hoy dice: "Mas cuenta me di de que el hombre no puede comprender lo que Dios hace, ni lo que ocurre en este mundo. Por más que luche buscando la respuesta, no la encontrará; aún cuando el sabio diga conocerla, en realidad no ha podido encontrarla".
El Predicador también reflexiona sobre la vida y la muerte, presenta un triángulo existencial: la muerte, la vida y la sabiduría. La muerte y la vida son paradoja de la existencia humana. La sabiduría es la disyuntiva entre ambas realidades. En la muerte termina la existencia terrenal, pero en la vida existe la muerte terrenal. Por medio de la muerte aprendemos apreciar la vida (9.1-18). "que lo que es amor o lo que es odio, no lo saben los hombres; obran por lo que parece delante de ellos" (9.1b). La Biblia de Jerusalén da este comentario "los sentimientos que experimenta son para el hombre un enigma. El amor es ciego y fatal, como la muerte, como el destino". En el estado de ánimo del hombre , coexisten dos sentimientos opuestos, como amor y odio: "y, al final, una misma suerte aguarda a todos; tanto al justo como al impío; al bueno y limpio, y al no limpio; al que sacrifica y al que n sacrifica; como al bueno, así al que peca; al que jura, como al que teme el juramento".( BJ) traduce: "como el que hay un destino común para todos", y (DHH) "al fin y al cabo a todos les espera lo mismo".
"Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos; porque mejor es perro vivo que león muerto" (9.4). el Predicador reconoce que para los muertos ya no hay esperanza, además echa a mano a un proverbio popular de sus días, entre los judíos el perro era despreciado y el león admirado por lo tanto un perro vivo es mejor que un león muerto, la moraleja enseña que es mejor tener algo que no tener nada. Por lo tanto aconseja disfrutar del gozo de la vida, a pesar de los problemas y las dificultades, la vida tiene significado como le agrada a Dios.
El Predicador al preguntarse por el sentido último y definitivo de la vida, no la encuentra en ninguna de las cosas en que el hombre de todos los tiempos lo ha buscado: el placer, las riquezas, la sabiduría, la alta estima social. Para estas cosas, consideradas como absolutos, acuña la expresión característica que se ha abierto camino fuera de la Biblia: "Yo, el Predicador, repito: ¡Vana ilusión, vana ilusión! ¡Todo es vana ilusión! " (12.8). Pero esto no le quita importancia ni al placer, ni a la riqueza, ni a la sabiduría, ni a la situación social. Todas ellas tienen su valor, pero no un valor absoluto. No sin cierta ironía dice: "no seas demasiado justo, ni seas sabio en exceso. ¿por qué habrás de destruirte? No seas demasiado malo, ni seas insensato. ¿Por qué morirás antes de tu tiempo?" (7.16, 17). No, el sentido de la vida no está en perseguir estas cosas como si fueran el todo del hombre. Por lo tanto, la tesis esgrimida por el sabio, es que no hay nada absoluto en esta vida, solo lo absoluto se encuentra en Dios y la muerte, frente a esto se encuentra el hombre víctima de sus ignorancia: No sabe lo que Dios hará, con él sobre todo, y no sabe tampoco como ni cuando ha de morir.
"El discurso ha terminado. Ya todo ha sido dicho. Teme a Dios y cumple sus mandamientos, porque eso es el todo del hombre. Dios habrá de pedirnos cuentas de todos nuestros actos, sean buenos o malos, y aunque los hayamos hecho en secreto." (12:13, 14). Lo que pueda suceder en la vida, por más variado que sea, por más contradictorio que parezca a la compresión de nuestra lógica contemporánea: Un Dios, que conoce mejor que nosotros mismos lo que pueda resultar del bien y del mal que sobreviene en nuestras vidas, es quien dirige nuestra historia mínima. La exhortación se sobrentiende: En él debemos confiar.
¿Dónde encontrar el sentido de la vida?. El sentido de la vida se ha de encontrar en la manera de vivir de cara a Dios, quien finalmente ha de juzgar la vida del hombre. Debido a que la vida del hombre aunque las gozamos, las gustamos, las deseamos, las valorizamos, al fin de todo son ilusorias, vanas, vacías y no durarán para siempre.

Juan Salgado Rioseco

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