(basado
en el Libro de Eclesiastés)
Al leer el libro encontramos un hilo conductor desde el
que se puede ir progresando en las ideas y conceptos que el autor fue
expresando en su peculiar modo de ver la vida: "En el día del bien, goza del bien; y en el día del mal, considera que
Dios hizo tanto lo uno como lo otro, de modo que el hombre no pueda descubrir
nada de los que sucederá después de él (7:14). La Biblia de Jerusalén
traduce: "Alégrate en el día feliz
y, en el día desgraciado, considera que, tanto uno como otro, Dios los hace
para que el hombre nada descubra de su porvenir." Y en nota al pie,
aclara: "Es decir para que no sea posible contar con nada, o también para
que nadie pueda adivinar lo que le está reservado". En otras palabras, el
hombre no puede contar con nada ni con nadie, no le sirve su sabiduría, ni
ninguna ayuda humana, sólo Dios; no puede prever el resultado de su previsión,
ni lo que acontecerá con las disposiciones sabias del presente. Todo puede
tener éxito y cualquier previsión suya puede fracasar. A esto se le agrega el
constante pesimismo del autor que expresa a través de las palabras: "Vana ilusión, vana ilusión: ¡Todo es vana
ilusión !" (DHH), o como traduce la NBL. "No hay razón dice el predicador, no hay razón y todo es absurdo". (1.1)
La pregunta que más inquieta a el Predicador es relativa
al sentido de la vida, se pregunta concretamente: ¿Qué provecho saca el hombre de todos los trabajos que realiza en
este mundo? (1.3) y ¿Qué es lo que debe saber y hacer para vivir una vida
plenamente lograda?. El evangelista Marcos (8.36) se hace una pregunta similar:
"Porque ¿qué provecho hay en que una
persona gane el mundo entero y que pierda su alma?. En el evangelio de
Mateo (6.25) leemos: "Por lo
tanto os digo: No os afanéis por vuestra
vida, qué habéis de comer o qué habéis de vestir. ¿No es la vida mas que el
alimento, y el cuerpo más que el vestido?".
En cuanto al predicador no logra comprender, "no hay nadie capaz de expresar, cuánto
aburren todas las cosas; nadie ve ni oye lo suficiente, como para quedar
satisfecho. Nada habrá que antes no haya habido; nada se hará que antes no se
haya hecho. ¡Nada hay nuevo en este mundo!". Lo mejor que puede hacer
el hombre en este mundo es adquirir los valores espirituales. Todo en la
existencia humana es transitorio y pasajero. Sólo las realidades espirituales
permanecerán para siempre. Vivir para uno mismo, y no vivir para Dios es fatiga
y afán sin provecho alguno.
Para el Predicador, detrás de cada acción humana hay un
imprevisible, mejor dicho, una voluntad que provocará el resultado feliz o la
experiencia desdichada. Ante la
complejidad de la vida y sus dificultades se siente frustrado y que no vale la
pena de luchar y esforzarse, pues todos seguirá igual (1.1-3), pues como ocurre
en la naturaleza, así ocurre en el hombre (1.4-8), pues se olvidarán y su memoria no permanecerá (1.9-11)
La adquisición de mucha sabiduría (1.13), "Con mi mente bajo el
control de la sabiduría, quise probar el estímulo del vino, y me entregué a él
para saber si eso es lo que más le conviene al hombre durante sus contados días
en este mundo". Después se puso a reflexionar sobre la
sabiduría, la estupidez y la necedad: ¿Qué
más podrá hacer el que reine después de mí, sino lo que ya antes ha sido hecho? Y encontré que es más provechosa la
sabiduría que la necedad, así como es más provechosa la luz que la oscuridad.
Con el fin de obtener una respuesta, va analizando
sistemáticamente las distintas actividades que podrían asegurarle el logro de
esa meta, como, por ejemplo, la búsqueda del placer (2.1), “Ahora voy a hacer la prueba divirtiéndome; voy a darme buena vida.”
¡Pero hasta eso resultó vana ilusión! Y concluí que la risa es
locura y que el placer de nada sirve". Pero toda la alegría del mundo
sumada a la acumulación de bienes materiales podrán aparentemente satisfacer
los anhelos y apetitos del cuerpo, pero jamás podrán llenar el corazón y saciar
el apetito espiritual que existe en los seres humanos, ya que sus efectos son
temporales, y su calidad perecedera y su contenido es vano.
Las conclusiones a sus interrogantes resultan en
definitiva decepcionante, ya que al término de sus muchos esfuerzos lo único
que puede decir es que todo es vana
ilusión (1.1–2; 12.8). también se dijo a si mismo: Es como querer atrapar el viento (2.11); porque la “obra” que Dios realiza
en el mundo es un misterio impenetrable para los seres humanos, y la sabiduría
ofrece una ayuda muy precaria cuando se intenta descorrer el velo del misterio
(3.11).
Encontramos en la trama de Eclesiastés pasajes de total
pesimismo (3.2-8), nada tiene valor, lo que hoy hacemos con una mano, mañana lo
destruimos con la otra, o, lo que es más grave, el tiempo con sus mudanzas es
quien se encarga de frustrar toda posibilidad nuestra. ¿Qué sentido tiene
entonces construir o destruir, llorar o reir, buscar afanosamente o dejarnos
estar?. Nada tiene valor, todo es absurdo. Este pensamiento se contrasta con el
pasaje de 7.14, Dios está en todas las cosas y todas, cuando lo entendemos
correctamente son para nuestro bien (Ro. 8.28). para los sabios de Israel todo
proviene de Dios quien tiene sus razones que el hombre difícilmente puede
alcanzar (8.17), Job, lo decía así: "Recibimos el bien de parte de Dios.
¿y no recibiremos también el mal? (Job 2.10)
La vida del hombre está compuesta de penas y alegrías,
de triunfos y fracasos, de trabajos y reposos. El sabio ve que así debe ser, lo
que caracteriza el trabajo del hombre es un continuo hacer y deshacer lo hecho,
cada cosa a su tiempo. Como esos tiempos los fija Dios, ("Tú eres mi Dios; en tus manos están mis
tiempos" Sal. 31.14, 15), para el Predicador la sabiduría del hombre
consiste en ponerse en sintonía con Dios para saber qué hacer en cada caso.
Dios lo ha dispuesto todo, lo bueno y lo malo, el hacer esto y el hacer
aquello, cada tarea tiene su tiempo propicio, cada experiencia humana su razón
de ser. El hombre, como ser relativo, se encuentra también ante tareas
relativas; ningún momento es absoluto, absoluto es solamente Dios, en su
providencia no sólo muestra protección y da provisión, Él también gobierna con
un propósito absoluto.
Unas de la reflexiones interesantes del Predicador es
que el hombre ha sido creado para vivir en comunidad y que de su vida
compartida resultan beneficios mutuos para quienes así viven, los extremos no
son aceptables (4.4-6), la rivalidad, los celos, la pasión o la envidia que
llevan a pisar al prójimo para tener éxito son repudiable (4.4), la
holgazanería tampoco es aceptable (4.5), el hombre debe buscar u equilibrio y
contentamiento en su trabajo (4.6), compartiendo el fruto y apoyándose en otros
(4.8, 9-12). El hombre debe aprender a vivir tranquilo, compartir, ayudarse y vivir
en paz.
Adorar a Dios y prometer a Dios, dice el predicador, es
algo que el hombre no puede hacer a la ligera: "Cuando vayas a la casa de Dios, guarda tu pie",(5.1), la conducta y el comportamiento en la
casa de oración debe ser motivo de preocupación y no tener una disposición
impropia (Sal. 26.12). "No te precipites con tu boca ..., cuando hagas voto a Dios."
(5.2,4), el silencio es la actitud reverente ante Dios (Hab. 2.20), y el voto
es obligante, hay que reflexionar antes de hacerlo (Pr. 20.25). O sea, no se
debe permitir que elementos extraños enturbien la relación con Dios obrando
neciamente y obteniendo de esta comunión con Dios sólo frustración.
"el bien que
yo he visto" (5.18), el trabajo sin ambiciones, permite alcanzar la
felicidad. Pero la felicidad depende de Dios, porque Dios da la vida (v.18), da
lo bienes (v.19), da la facultad de gozar una cosa y otra (19). Viviendo así no
hay tiempo para el desengaño y la frustración (v.20). "No pensará mucho en los años de su vida si
Dios le concede alegría interior" (v.20 Nueva Biblia Española). "Porque no se acordará mucho de los días
pasados de su vida; puesto que Dios le habrá respondido con darle el gozo de su
corazón". (VN). Para el predicador, Dios es el único que puede llenar
el corazón de alegría. Cuándo la alegría producida por la presencia divina
invade las relaciones humanas, la preocupación por la duración de la existencia
no es de importancia.
"En el día
del bien, goza del bien; y en el día del mal, considera que Dios hizo tanto lo
uno como lo otro, de modo que el hombre no puede descubrir nada de lo que
sucederá después de él". (7.14). La mesura y la prudencia debe estar
en el hombre que confía en Dios. los absolutos son dos: Dios y la muerte, y la
conducta sabia es la que puede manejarse entre estos dos absolutos: contar con
dios y contar con la muerte. El valor de las demás cosas es relativo y ninguna
merece de parte del hombre una adhesión total. La sabiduría reside en vivir de
cara a Dios con los recursos que él provee para nuestras vidas. "La sabiduría del hombre iluminará su rostro
y transformará la dureza de su semblante". (8.1).
La meta es saber gozar los auténticos
placeres de la vida, sin hacer, lo repetimos, del placer un absoluto. El saber
gozar de lo que hay que gozar, es una suerte de sabiduría, que tiene su
fundamento en saber que las pequeñas satisfacciones de la vida las provee Dios
(8.15). Dios en el pensamiento del Predicador es la realidad de las realidades.
El Predicador llega a la irrevocable
verdad de que el conocimiento humano no alcanza a tener una comprensión
completa y absoluta de "la obra de
Dios" ni de "la obra que se
hace debajo del sol" (8.17). la versión Dios Habla Hoy dice: "Mas cuenta me di de que el hombre no puede
comprender lo que Dios hace, ni lo que ocurre en este mundo. Por más que luche
buscando la respuesta, no la encontrará; aún cuando el sabio diga conocerla, en
realidad no ha podido encontrarla".
El Predicador también reflexiona sobre la
vida y la muerte, presenta un triángulo existencial: la muerte, la vida y la
sabiduría. La muerte y la vida son paradoja de la existencia humana. La
sabiduría es la disyuntiva entre ambas realidades. En la muerte termina la
existencia terrenal, pero en la vida existe la muerte terrenal. Por medio de la
muerte aprendemos apreciar la vida (9.1-18). "que lo que es amor o lo que es odio, no lo saben los hombres; obran por
lo que parece delante de ellos" (9.1b). La Biblia de Jerusalén da este
comentario "los sentimientos que experimenta son para el hombre un enigma.
El amor es ciego y fatal, como la muerte, como el destino". En el estado
de ánimo del hombre , coexisten dos sentimientos opuestos, como amor y odio:
"y, al final, una misma suerte
aguarda a todos; tanto al justo como al impío; al bueno y limpio, y al no
limpio; al que sacrifica y al que n sacrifica; como al bueno, así al que peca;
al que jura, como al que teme el juramento".( BJ) traduce: "como el que hay un destino común para todos",
y (DHH) "al fin y al cabo a todos les espera lo mismo".
"Aún
hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos; porque mejor es perro
vivo que león muerto" (9.4). el Predicador reconoce que para los
muertos ya no hay esperanza, además echa a mano a un proverbio popular de sus
días, entre los judíos el perro era despreciado y el león admirado por lo tanto
un perro vivo es mejor que un león muerto, la moraleja enseña que es mejor
tener algo que no tener nada. Por lo tanto aconseja disfrutar del gozo de la
vida, a pesar de los problemas y las dificultades, la vida tiene significado como
le agrada a Dios.
El Predicador al
preguntarse por el sentido último y definitivo de la vida, no la encuentra en
ninguna de las cosas en que el hombre de todos los tiempos lo ha buscado: el
placer, las riquezas, la sabiduría, la alta estima social. Para estas cosas,
consideradas como absolutos, acuña la expresión característica que se ha
abierto camino fuera de la Biblia: "Yo,
el Predicador, repito: ¡Vana ilusión, vana ilusión! ¡Todo es vana ilusión!
" (12.8). Pero esto no le quita importancia ni al placer, ni a la
riqueza, ni a la sabiduría, ni a la situación social. Todas ellas tienen su
valor, pero no un valor absoluto. No sin cierta ironía dice: "no seas demasiado justo, ni seas sabio en
exceso. ¿por qué habrás de destruirte? No seas demasiado malo, ni seas
insensato. ¿Por qué morirás antes de tu tiempo?" (7.16, 17). No, el
sentido de la vida no está en perseguir estas cosas como si fueran el todo del
hombre. Por lo tanto, la tesis esgrimida por el sabio, es que no hay nada
absoluto en esta vida, solo lo absoluto se encuentra en Dios y la muerte,
frente a esto se encuentra el hombre víctima de sus ignorancia: No sabe lo que
Dios hará, con él sobre todo, y no sabe tampoco como ni cuando ha de morir.
"El discurso ha
terminado. Ya todo ha sido dicho. Teme a Dios y cumple sus mandamientos, porque
eso es el todo del hombre. Dios habrá de pedirnos cuentas de todos
nuestros actos, sean buenos o malos, y aunque los hayamos hecho en secreto." (12:13, 14). Lo que
pueda suceder en la vida, por más variado que sea, por más contradictorio que
parezca a la compresión de nuestra lógica contemporánea: Un Dios, que conoce
mejor que nosotros mismos lo que pueda resultar del bien y del mal que
sobreviene en nuestras vidas, es quien dirige nuestra historia mínima. La exhortación
se sobrentiende: En él debemos confiar.
¿Dónde encontrar
el sentido de la vida?. El sentido de la vida se ha de encontrar en la manera
de vivir de cara a Dios, quien finalmente ha de juzgar la vida del hombre.
Debido a que la vida del hombre aunque las gozamos, las gustamos, las deseamos,
las valorizamos, al fin de todo son ilusorias, vanas, vacías y no durarán para
siempre.
Juan Salgado Rioseco
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