"... Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres".
Hechos 5:29
Un precepto siempre mencionado, pero nunca realizado.
La respuesta de Pedro y los apóstoles, al sumo sacerdote delante del concilio y de los ancianos de los hijos de Israel en Jerusalén, tiempo después de la ascensión de nuestro Señor Jesucristo, en el año treinta y tres de nuestra era, siempre ha sido la disyuntiva de los discípulos de Cristo a lo largo de los tiempos y en las diferentes épocas, en diversas circunstancias.
Todos tenemos el animo de obedecer al rey de reyes y señor de señores, pero en última instancia no falta el inconveniente que nos impide hacerlo, y uno de los principales es el grado de conocimiento de Dios que tenemos de Él, el amor a Dios también juega un papel principal en la obediencia, "... y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen." (Hch. 5:32)
David Livingstone, famoso misionero de Escocia en el siglo IXX, inspiro la siguiente frase: " Señor, envíame donde quiera, solamente ve conmigo.
Dame cualquier carga, solamente sosténme.
Corta todo lazo, excepto el que me ata a ti. "
A través del deseo del este gran explorador y misionero en el continente africano, apreciamos que la renunciación hacia si mismo y la disposición de entrega hacia Dios del creyente juegan un cometido primordial, estar dispuesto a servirle en cada momento y en cualquier circunstancia sería el ideal en la vida del cristiano, pero siempre anteponemos la "conveniencia personal" para obstaculizar directa o indirectamente la obra de Dios en y a través de nosotros.
Nunca hemos comprendido que la forma más directa y segura para llegar a conocer a Dios realmente, es a través del amor y de la obediencia, Jesús dijo: "Si me amáis, guardad mis mandamientos... El que no me ama, no guarda mis palabras..." Juan 14:15, 24. La verdadera obediencia pasa por el amor a Dios, a mayor amor, mayor obediencia. Cuando obedecemos a Jesús estamos demostrándole cuanto le amamos y confiamos en Él, por lo tanto, la obediencia es la expresión externa del amor que le tenemos a Jesús y por su intermedio al Padre.
La recompensa de la obediencia y del amor es que Él se manifestará en nosotros. Jesús nos dio el ejemplo, Él dijo: "Mas para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago" (Jn. 14:31). Jesús fue obediente a cada mandato de su Padre, Él demostró su amor al Padre mediante la obediencia.
Los mandamientos de Dios están diseñados para guiarnos a lo mejor de la vida, todos los mandamientos de Dios son expresiones de su amor hacia nosotros, Él quiere que tengamos vida, y que la tengamos en abundancia, a través de los mandamientos está tratando de protegernos y preservar lo mejor que tiene para nosotros, nunca nos esta restringiendo, sino todo lo contrario, dándonos libertad para poder vivir una vida plena en todo el sentido de la palabra a nuestra vidas.
Sin embargo, al no obedecerle, les estamos diciendo que no creemos, ni confiamos en Él. No podemos creer en Él si no lo amamos, no podemos amarlo si no lo conocemos, si tenemos dificultades para obedecerle, el problema está en el amor que le tenemos, recuerde que Dios es amor, su voluntad siempre es lo mejor para nuestra vida. Si realmente llegamos a conocerlo según se nos revela, lo amaremos, si lo amamos, creeremos y confiaremos plenamente en Él. Si creemos y confiamos en Él, lo obedeceremos, con ello expresamos por medio de nuestras obras cuando le hemos llegado amar. La recompensa de la obediencia y del amor, es que Él se nos revelará.
Para tener una experiencia con Dios obrando en y a través de nosotros, debemos obedecerlo. Cuando lo obedecemos, Él realiza su obra por medio de nosotros, y entonces llegaremos a conocerlo a través de experimentar la voluntad de Dios, sólo la obediencia y la afirmación de ella al realizar la actividad que Dios nos ha encomendado, revelará si estamos haciendo la voluntad de Dios o no.
De muchas maneras la obediencia es el momento de la verdad, lo que nosotros HACEMOS: revelará lo que creemos acerca de Dios; determinará si experimentamos su obra poderosa en y a través de nosotros; determinará cuanto hemos llegado a conocerle íntimamente, determinará cual es la influencia que ejerce el Espíritu Santo en el interior de nuestras vidas, y daremos a conocer públicamente el grado de temor con que nuestra conciencia se relaciona con Dios. En otras palabras, conoceremos en la auténtica dimensión, cual es el parentesco íntimo, real, viva y personal con que nos relacionamos con Dios.
No podemos mantenernos donde y como estamos y andar con Dios en la forma que habitualmente lo estamos haciendo, la obediencia a Dios requiere sacrificio, dependencia total a Él, entonces Dios obrará en y con nosotros, en algunos casos es costosa para nosotros mismos y para los que los rodean. Cuando Moisés obedeció a Dios, la carga de los israelitas se agravó, el pueblo pagó un alto costo por el hecho de que Moisés hacía la voluntad de Dios. Cuando el Señor Jesús en cumplimiento de la voluntad del Padre murió en la cruz, su madre, María, sufrió la agonía de ver a su hijo morir cruelmente. Jesús cumplió con la voluntad del Padre, pero otros tuvieron que pagar un alto costo. Al seguir la voluntad de Dios y predicar el evangelio, otros tuvieron que responder con sus propias vidas. Jasón y otros fueron arrestados y acusados de traición debido a su asociación con Pablo. Con frecuencia, la obediencia de Pablo a la voluntad de Dios ponía en peligro la vida de los que estaban con él. Debemos tener en cuenta que nuestra obediencia a la voluntad de Dios, también involucra a las personas que nos rodean, a las cuales en algunos aspectos les trae inconvenientes dolorosos, en tal caso, debemos tener la convicción, mientras nos mantengamos en obediencia al Padre, podemos confiar que Él cuidará a los que nos rodean.
Martín Lutero, el gran reformador escribió lo siguiente: "Bienaventurado es quien sabe someterse a la voluntad de Dios, siempre será feliz. Podrán los hombres hacer lo que quieran con él... pero no se preocupa pues sabe que "todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados."
La obediencia requiere dependencia total para que Dios obre por medio de nosotros, Jesús dijo que nuestra relación con Él es como la de la vid y los pámpanos (Jn. 15:5), cuando decidimos servir a Dios, debemos permanecer en una relación íntima con Él, depender de Dios solamente, para que pueda obrar por nuestro intermedio. Si Dios no obra en nosotros, no podemos producir fruto para el reino, si dependemos de cualquier otra cosa que no sea Dios, estamos buscando el fracaso espiritual en lo personal, llegando en algunos aspectos a malograr la edificación y crecimiento del Cuerpo de Cristo.
Cuando llega el momento de la verdad, en donde debemos decidir si obedecer o no, no podemos obedecerlo a menos que creamos y confiemos en Él. No podemos creer y confiar en Él, a menos que realmente lo amemos. No podemos amarlo, si no lo conocemos. Si no lo conocemos es que no tenemos al Espíritu de verdad morando en nuestro corazón, por lo tanto, no puede cumplir la función que se le ha encomendado: entregando el testimonio de Cristo en nuestra vida (Jn. 15:26), y de guiarlos a toda verdad y haciéndonos saber todas las cosas que habrán de venir (Jn. 16:13), o sea, no somos realmente discípulos de Cristo.
La obediencia es vital y gravitante en el cristiano, a través de ella Dios nos exalta y nos bendice (Dt. 28:1, 8, 15,20), a través de ella recibimos algunos beneficios de Él. Dios bendice a quienes le obedecen (Dt. 28:1-14). Los beneficios de la obediencia sobrepasan la imaginación, pero entre ellos está el hecho de ser el pueblo de Dios (Jer. 7:23), tener un sólido cimiento cuando las tormentas de la vida nos atacan (Lc. 6:46-49), y conocer la verdad espiritual (Jn. 7:16-17).
Los siervos de Dios hacen lo que Él les ordena y lo obedecen. El siervo no tiene la opción de decidir si quiere o no. Al desobedecer entramos en rebelión contra Dios, la desobediencia es un rechazo serio a la voluntad de Dios, Deuteronomio 28:15-68 habla de algunos de los costos de la desobediencia.
Las consecuencias de la desobediencia siempre van hacer funesta en la vida del hombre: la desobediencia de Adán y Eva, se rompió la comunión directa y personal con Dios y llevo consigo la muerte al seno familiar; El pueblo de Israel al desobedecer en el desierto, les llevo a un largo peregrinaje y a la muerte a todo los que se rebelaron contra Dios; David en su acto de adulterio, llevo a su familia a la destrucción; Salomón al casarse con mujeres paganas y permitir la adoración de estas a sus propios dioses en Jerusalén, llevo a la división y posteriormente a la destrucción del reino.
Muchos creyentes se preguntan: ¿Hasta que grado de obediencia puede alcanzar el discípulo sin menoscabar su libertad o independencia personal?, o ¿Qué significa la obediencia dentro del Cuerpo de Cristo?.
La obediencia significa gozo y comunión ininterrumpida con Dios. A través de la obediencia experimentamos la profundidad de nuestra relación íntima con Dios y el placer de sentirlos aceptados por el Padre celestial, al ser tomados en cuenta, comprendemos que estamos siendo utilizados para grandes cosas dentro del Cuerpo de Cristo, fuera del alcance de nuestras habilidades naturales, sin importar el sacrificio o el costo que con lleva la obediencia a Dios. En otras palabras, la "independencia personal" no se valora con los parámetros naturales de la razón humana, sino bajo la libertad de la dependencia de Dios y actuando bajo la voluntad de la mente de Cristo.
Muchas personas hoy día son tan egoístas que quieren hacer sus antojos, no se detienen a considerar lo que la obediencia puede significar para sus vidas. En Mateo 21:28-30 Jesús relató una parábola acerca de la obediencia. Cuando le obedecemos, Dios realiza por nuestro intermedio lo que Él se ha propuesto. Cuando Dios hace algo mediante nuestra vida que sólo Él haría, llegamos a conocerlo más íntimamente. Si no lo obedecemos, perderemos alguna de las vivencias más emocionantes en nuestra vida y no permitiremos que nuestra relación con Dios, sea íntima, real y llena de enriquecedoras experiencias.
Ahora resalta la siguiente pregunta: ¿Cuánto realmente amo a Jesús?, debido al grado de amor que le tengo, será mi obediencia, mi creencia y mi confianza en Él, la convicción de nuestra fe se cimienta en el amor a Jesús y por su intermedio al Padre mismo. Mientras más amó al Padre y Jesús, mayor será mi obediencia, mayor será mi comunión íntima, mayor será la obra que el Padre realizará por nuestro intermedio y el gozo en el caminar del Señor será mayor, realmente veremos obras tamaño Dios en nuestras propias experiencias.
La obediencia a Dios es uno de los deberes supremos de los hombres (Hch. 4:17), porque Él es el hacedor (Hch. 5:29, Sal. 95:6), y los hombres dependen de su bondad (Sal. 145; Hch. 14:17) y están sujetos a su ley (Sal. 119). La obediencia a Dios - Cristo es debida también porque Él nos ha redimido con su sangre (1 Co. 6:20).
La obediencia a Dios debe hacerse de corazón (1 Jn. 5:2-7), en todas las cosas y en todo lugar (Ro. 2:7; Gá. 6:9). La obediencia también se debe a los padres, y en este sentido se llama obediencia filial (Ex. 20:12; Ef. 6:1; Col. 3:20). Los cristianos prestan obediencia a los mandatarios y leyes (Ro. 13:1-5; Ti. 3:19) por causa de conciencia.
Considere este Salmo para su propia vida:
"Enséñame, oh Jehová, el camino de tus estatutos,
Y lo guardaré hasta el fin.
Dame entendimiento, y guardaré tu ley,
Y la cumpliré de todo corazón.
Guíame por la senda de tus mandamientos,
Porque en ella tengo mi voluntad."
Salmo 119:33-35.
Juan Salgado Rioseco
Hechos 5:29
Un precepto siempre mencionado, pero nunca realizado.
La respuesta de Pedro y los apóstoles, al sumo sacerdote delante del concilio y de los ancianos de los hijos de Israel en Jerusalén, tiempo después de la ascensión de nuestro Señor Jesucristo, en el año treinta y tres de nuestra era, siempre ha sido la disyuntiva de los discípulos de Cristo a lo largo de los tiempos y en las diferentes épocas, en diversas circunstancias.
Todos tenemos el animo de obedecer al rey de reyes y señor de señores, pero en última instancia no falta el inconveniente que nos impide hacerlo, y uno de los principales es el grado de conocimiento de Dios que tenemos de Él, el amor a Dios también juega un papel principal en la obediencia, "... y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen." (Hch. 5:32)
David Livingstone, famoso misionero de Escocia en el siglo IXX, inspiro la siguiente frase: " Señor, envíame donde quiera, solamente ve conmigo.
Dame cualquier carga, solamente sosténme.
Corta todo lazo, excepto el que me ata a ti. "
A través del deseo del este gran explorador y misionero en el continente africano, apreciamos que la renunciación hacia si mismo y la disposición de entrega hacia Dios del creyente juegan un cometido primordial, estar dispuesto a servirle en cada momento y en cualquier circunstancia sería el ideal en la vida del cristiano, pero siempre anteponemos la "conveniencia personal" para obstaculizar directa o indirectamente la obra de Dios en y a través de nosotros.
Nunca hemos comprendido que la forma más directa y segura para llegar a conocer a Dios realmente, es a través del amor y de la obediencia, Jesús dijo: "Si me amáis, guardad mis mandamientos... El que no me ama, no guarda mis palabras..." Juan 14:15, 24. La verdadera obediencia pasa por el amor a Dios, a mayor amor, mayor obediencia. Cuando obedecemos a Jesús estamos demostrándole cuanto le amamos y confiamos en Él, por lo tanto, la obediencia es la expresión externa del amor que le tenemos a Jesús y por su intermedio al Padre.
La recompensa de la obediencia y del amor es que Él se manifestará en nosotros. Jesús nos dio el ejemplo, Él dijo: "Mas para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago" (Jn. 14:31). Jesús fue obediente a cada mandato de su Padre, Él demostró su amor al Padre mediante la obediencia.
Los mandamientos de Dios están diseñados para guiarnos a lo mejor de la vida, todos los mandamientos de Dios son expresiones de su amor hacia nosotros, Él quiere que tengamos vida, y que la tengamos en abundancia, a través de los mandamientos está tratando de protegernos y preservar lo mejor que tiene para nosotros, nunca nos esta restringiendo, sino todo lo contrario, dándonos libertad para poder vivir una vida plena en todo el sentido de la palabra a nuestra vidas.
Sin embargo, al no obedecerle, les estamos diciendo que no creemos, ni confiamos en Él. No podemos creer en Él si no lo amamos, no podemos amarlo si no lo conocemos, si tenemos dificultades para obedecerle, el problema está en el amor que le tenemos, recuerde que Dios es amor, su voluntad siempre es lo mejor para nuestra vida. Si realmente llegamos a conocerlo según se nos revela, lo amaremos, si lo amamos, creeremos y confiaremos plenamente en Él. Si creemos y confiamos en Él, lo obedeceremos, con ello expresamos por medio de nuestras obras cuando le hemos llegado amar. La recompensa de la obediencia y del amor, es que Él se nos revelará.
Para tener una experiencia con Dios obrando en y a través de nosotros, debemos obedecerlo. Cuando lo obedecemos, Él realiza su obra por medio de nosotros, y entonces llegaremos a conocerlo a través de experimentar la voluntad de Dios, sólo la obediencia y la afirmación de ella al realizar la actividad que Dios nos ha encomendado, revelará si estamos haciendo la voluntad de Dios o no.
De muchas maneras la obediencia es el momento de la verdad, lo que nosotros HACEMOS: revelará lo que creemos acerca de Dios; determinará si experimentamos su obra poderosa en y a través de nosotros; determinará cuanto hemos llegado a conocerle íntimamente, determinará cual es la influencia que ejerce el Espíritu Santo en el interior de nuestras vidas, y daremos a conocer públicamente el grado de temor con que nuestra conciencia se relaciona con Dios. En otras palabras, conoceremos en la auténtica dimensión, cual es el parentesco íntimo, real, viva y personal con que nos relacionamos con Dios.
No podemos mantenernos donde y como estamos y andar con Dios en la forma que habitualmente lo estamos haciendo, la obediencia a Dios requiere sacrificio, dependencia total a Él, entonces Dios obrará en y con nosotros, en algunos casos es costosa para nosotros mismos y para los que los rodean. Cuando Moisés obedeció a Dios, la carga de los israelitas se agravó, el pueblo pagó un alto costo por el hecho de que Moisés hacía la voluntad de Dios. Cuando el Señor Jesús en cumplimiento de la voluntad del Padre murió en la cruz, su madre, María, sufrió la agonía de ver a su hijo morir cruelmente. Jesús cumplió con la voluntad del Padre, pero otros tuvieron que pagar un alto costo. Al seguir la voluntad de Dios y predicar el evangelio, otros tuvieron que responder con sus propias vidas. Jasón y otros fueron arrestados y acusados de traición debido a su asociación con Pablo. Con frecuencia, la obediencia de Pablo a la voluntad de Dios ponía en peligro la vida de los que estaban con él. Debemos tener en cuenta que nuestra obediencia a la voluntad de Dios, también involucra a las personas que nos rodean, a las cuales en algunos aspectos les trae inconvenientes dolorosos, en tal caso, debemos tener la convicción, mientras nos mantengamos en obediencia al Padre, podemos confiar que Él cuidará a los que nos rodean.
Martín Lutero, el gran reformador escribió lo siguiente: "Bienaventurado es quien sabe someterse a la voluntad de Dios, siempre será feliz. Podrán los hombres hacer lo que quieran con él... pero no se preocupa pues sabe que "todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados."
La obediencia requiere dependencia total para que Dios obre por medio de nosotros, Jesús dijo que nuestra relación con Él es como la de la vid y los pámpanos (Jn. 15:5), cuando decidimos servir a Dios, debemos permanecer en una relación íntima con Él, depender de Dios solamente, para que pueda obrar por nuestro intermedio. Si Dios no obra en nosotros, no podemos producir fruto para el reino, si dependemos de cualquier otra cosa que no sea Dios, estamos buscando el fracaso espiritual en lo personal, llegando en algunos aspectos a malograr la edificación y crecimiento del Cuerpo de Cristo.
Cuando llega el momento de la verdad, en donde debemos decidir si obedecer o no, no podemos obedecerlo a menos que creamos y confiemos en Él. No podemos creer y confiar en Él, a menos que realmente lo amemos. No podemos amarlo, si no lo conocemos. Si no lo conocemos es que no tenemos al Espíritu de verdad morando en nuestro corazón, por lo tanto, no puede cumplir la función que se le ha encomendado: entregando el testimonio de Cristo en nuestra vida (Jn. 15:26), y de guiarlos a toda verdad y haciéndonos saber todas las cosas que habrán de venir (Jn. 16:13), o sea, no somos realmente discípulos de Cristo.
La obediencia es vital y gravitante en el cristiano, a través de ella Dios nos exalta y nos bendice (Dt. 28:1, 8, 15,20), a través de ella recibimos algunos beneficios de Él. Dios bendice a quienes le obedecen (Dt. 28:1-14). Los beneficios de la obediencia sobrepasan la imaginación, pero entre ellos está el hecho de ser el pueblo de Dios (Jer. 7:23), tener un sólido cimiento cuando las tormentas de la vida nos atacan (Lc. 6:46-49), y conocer la verdad espiritual (Jn. 7:16-17).
Los siervos de Dios hacen lo que Él les ordena y lo obedecen. El siervo no tiene la opción de decidir si quiere o no. Al desobedecer entramos en rebelión contra Dios, la desobediencia es un rechazo serio a la voluntad de Dios, Deuteronomio 28:15-68 habla de algunos de los costos de la desobediencia.
Las consecuencias de la desobediencia siempre van hacer funesta en la vida del hombre: la desobediencia de Adán y Eva, se rompió la comunión directa y personal con Dios y llevo consigo la muerte al seno familiar; El pueblo de Israel al desobedecer en el desierto, les llevo a un largo peregrinaje y a la muerte a todo los que se rebelaron contra Dios; David en su acto de adulterio, llevo a su familia a la destrucción; Salomón al casarse con mujeres paganas y permitir la adoración de estas a sus propios dioses en Jerusalén, llevo a la división y posteriormente a la destrucción del reino.
Muchos creyentes se preguntan: ¿Hasta que grado de obediencia puede alcanzar el discípulo sin menoscabar su libertad o independencia personal?, o ¿Qué significa la obediencia dentro del Cuerpo de Cristo?.
La obediencia significa gozo y comunión ininterrumpida con Dios. A través de la obediencia experimentamos la profundidad de nuestra relación íntima con Dios y el placer de sentirlos aceptados por el Padre celestial, al ser tomados en cuenta, comprendemos que estamos siendo utilizados para grandes cosas dentro del Cuerpo de Cristo, fuera del alcance de nuestras habilidades naturales, sin importar el sacrificio o el costo que con lleva la obediencia a Dios. En otras palabras, la "independencia personal" no se valora con los parámetros naturales de la razón humana, sino bajo la libertad de la dependencia de Dios y actuando bajo la voluntad de la mente de Cristo.
Muchas personas hoy día son tan egoístas que quieren hacer sus antojos, no se detienen a considerar lo que la obediencia puede significar para sus vidas. En Mateo 21:28-30 Jesús relató una parábola acerca de la obediencia. Cuando le obedecemos, Dios realiza por nuestro intermedio lo que Él se ha propuesto. Cuando Dios hace algo mediante nuestra vida que sólo Él haría, llegamos a conocerlo más íntimamente. Si no lo obedecemos, perderemos alguna de las vivencias más emocionantes en nuestra vida y no permitiremos que nuestra relación con Dios, sea íntima, real y llena de enriquecedoras experiencias.
Ahora resalta la siguiente pregunta: ¿Cuánto realmente amo a Jesús?, debido al grado de amor que le tengo, será mi obediencia, mi creencia y mi confianza en Él, la convicción de nuestra fe se cimienta en el amor a Jesús y por su intermedio al Padre mismo. Mientras más amó al Padre y Jesús, mayor será mi obediencia, mayor será mi comunión íntima, mayor será la obra que el Padre realizará por nuestro intermedio y el gozo en el caminar del Señor será mayor, realmente veremos obras tamaño Dios en nuestras propias experiencias.
La obediencia a Dios es uno de los deberes supremos de los hombres (Hch. 4:17), porque Él es el hacedor (Hch. 5:29, Sal. 95:6), y los hombres dependen de su bondad (Sal. 145; Hch. 14:17) y están sujetos a su ley (Sal. 119). La obediencia a Dios - Cristo es debida también porque Él nos ha redimido con su sangre (1 Co. 6:20).
La obediencia a Dios debe hacerse de corazón (1 Jn. 5:2-7), en todas las cosas y en todo lugar (Ro. 2:7; Gá. 6:9). La obediencia también se debe a los padres, y en este sentido se llama obediencia filial (Ex. 20:12; Ef. 6:1; Col. 3:20). Los cristianos prestan obediencia a los mandatarios y leyes (Ro. 13:1-5; Ti. 3:19) por causa de conciencia.
Considere este Salmo para su propia vida:
"Enséñame, oh Jehová, el camino de tus estatutos,
Y lo guardaré hasta el fin.
Dame entendimiento, y guardaré tu ley,
Y la cumpliré de todo corazón.
Guíame por la senda de tus mandamientos,
Porque en ella tengo mi voluntad."
Salmo 119:33-35.
Juan Salgado Rioseco
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