jueves, 6 de mayo de 2010

Los Demonios

De acuerdo a la acepción dada por la Real Academia de la Lengua Española, demonio significa: "Espíritu intermediario entre los dioses y los hombres, propio de varias religiones".
El significado del término demonios, según el uso clásico, se refiere a dioses o semidioses, o deidades guardianas. Homero los denominó dioses, pero los dioses de Homero son simplemente hombres sobrenaturales. A veces se los mencionaban como una especie de divinidad intermedia e inferior.
Se puede decir que la influencia persa fue significativa en la evolución de la naturaleza y labor de Satanás, como el pensamiento griego en el carácter de los demonios. El concepto monolatrico de religión de Moisés, evolucionó a pensamientos más complejos, de acuerdo a la influencia de las sociedades con que los Judíos se relacionaban, existe una segunda posibilidad de que los Judíos utilizaron el lenguaje o los conceptos de otras religiones, para explicar lo que no podían explicar en su limitado lenguaje.
Aunque la visión neotestamentaria de los demonios se opone rotundamente a la divinización griega de los demoníacos; también disipa el temor constante a los espíritus malignos.
Derivado de lo anterior, existe especulación sobre el origen de los demonios y cuando Satanás llega a ser el jefe de un ejército de demonios en contra de Dios y sus ángeles. Está incertidumbre alcanza a algunos Teólogos en cuanto a si los demonios deben ser clasificados con los ángeles malos o no.
En el Antiguo Testamento, el tema no reviste gran interés, y los pasajes que se relacionan con él son pocos, el vocablo, es de significado incierto, aunque prevalece el pensamiento de que las deidades que de tiempo en tiempo servía Israel no son verdaderos dioses, sino que en realidad son demonios (1 Co. 10:19s), o sea, el termino está relacionado con las deidades paganas como lo utiliza la Septuaginta.
El Nuevo Testamento mantiene, esencialmente, la misma visión acerca de los demonios que el Antiguo Testamento, aun que la situación varía en los Evangelios, pues allí existe mucha referencia determinante de la naturaleza y el carácter de los demonios, en casi todos ellos en una conflagración permanente y en una violenta oposición a la obra de Jesucristo. Jesús estuvo en constante conflicto con ellos (Lc 10:17–20),
Pero la evidencia nos dice que la existencia de los demonios se encuentra directamente relacionada con los ángeles caídos, así está claramente establecida por el testimonio combinado de Cristo y sus discípulos.
De acuerdo a un estudio detallado de los Escrituras, los demonios son espíritus personales, de los que se piensan que son incorpóreos, con inteligencia, sentimientos y voluntad. Son espíritus de personalidad, doctrina y conducta moralmente corrupta y vil. Se les llama a menudo espíritus inmundos, normalmente invisibles, aunque pueden aparecerse algunas veces en formas monstruosas.
Tienen inteligencia, fuerza y presencia sobrenaturales. En armonía con su naturaleza y carácter, están continuamente comprometidos en la tarea de subyugar a los hombres para el servicio de Satanás, utilizan toda su personalidad y poderes en contra de Dios.
Las actividades de los demonios son muy diversas, en general promueven el programa mentiroso de Satanás, difunden su poder y divulgan su filosofía. Al igual que Satanás, los demonios se oponen a Dios y a su plan instando a la rebeldía, calumniando, promoviendo la idolatría, rechazando la gracia y fomentando religiones y cultos falsos.
Están relacionados con ciertos estados del ser humano (Mt 8:28; 9:32; 11:18; Lc 4:3; Jn 7:20; 8:48–52; 10:20–21), oprimiendo al hombre, en su crueldad y perversidad, y le afligen a través de fenómenos naturales, degradan su naturaleza, le apartan de la verdad, dañan su cuerpo, provocan trastornos mentales, hacen que se autolesione, destruyen la vida y lo dominan a través de la posesión. Se les considera responsables de una variedad de enfermedades, así como de las posesiones demoníacas (Mc 9:17–29; Lc 11:14). Jesús durante su ministerio expulsa demonios posesionado en hombres (Mt 8:28–34; 9:33–34; 12:22–29; 17:18; Mc 1:34, 39; 7:24–30; Lc 4.31–37; 7:21; 13:32).
La posesión viene marcada por un cambio drástico de la personalidad y por otras características bien definidas; una sintomatología demoníaca manifiesta en la Escrituras y en los actuales. Los cristianos no están de acuerdo en cuanto a si los creyentes pueden o no ser poseídos; la Biblia no es explícita al respecto. Algunos casos estudiados parecen indicar que sí es posible, en circunstancias especiales, que un creyente sea poseído después de la conversión.
Los que están en comunión con el Señor no deberían temer una posible posesión. El Nuevo Testamento disipa el miedo de los creyentes a los demonios, si bien les advierte de su existencia y poder.
En las Escrituras se nombra a Beelzebú, como el jefe de los demonios (Mt 12:24) y otro como Belial (2 Co. 6:15), también reciben el nombre de Espíritu inmundo, o maligno ([AT]1 Sa. 16:14–15; 1 Re. 22:23. [NT] Mt. 10:1; Mc 1:23–27; 5.2–20; Lc 7:21), Espíritu malo ([AT] Dt 32:17; Sal 106:37. [NT] Mt 4:1–11; 13:39; 25.41; Jn 8:44; 12:31; He. 2:14; 1 P 5:8; 1 Jn 3:8–10; Ap 20:2–3, 10).
El principal de estos espíritus rebeldes es el diablo o Satanás (Heb. Satán, gr. Satán o Satanás, "adversario"), (Mc 3:22), cuya actividad empieza con la opresión legal (Zac. 3:1; Jud. 9; Ap. 12:10) pero se extiende a una actividad más amplia de hostigamiento y tentación (1 Pe. 5:8).
Además las Escrituras emplean muchos términos y nombres para el diablo (gr. diabolos, acusador) que sirven para revelar la exaltación en el mundo espiritual, el carácter y las actividades de él (Ap.9:11; 12:9, 10; 20:10; Mt. 4:3; 12:24; 13:19, 28, 38, 39; 2 Co. 4:4; 6:15; Jn. 8:44; 12:31; 14:30; 16:11; Ef. 2:2; 1. Ts. 3:5).
También se le da figuradamente al hombre que se opone a Dios. (1 Cr 21.1; Mt 4.10; 12:26; 16:23; Lc 10:18; Jn 13:27; Hch 5:3; 26:18; Ro 16:20; 1 Co 5:5; Ap 12:9; 20.2, 7). En algunas oportunidades se representa a Satanás como Dragón (Ap 12:3–18; 13:2, 4; 16:13; 20:2–3). En otras ocasiones la Serpiente simboliza a Satanás (2 Co 11:3; Ap 12:9; 20:2).
Pablo califica la idolatría de demoníaca (Dt 32.17; 1 Co 10.19–22), las Escrituras nos enseñan que hay falsos dioses, asimilados a los demonios (1 Co 10:20–21; Ap 9:20).
El cristiano debe enfrentar la realidad, asumir que Satanás, el adversario de Dios es real, que los demonios como huestes de Satanás son reales, y que de una u otra manera nos vemos enfrentados a un hostigamiento espiritual de estos seres, a veces con consecuencias imprevisibles. Es por eso que el cristiano debe tener el conocimiento que le permita enfrentar con éxito a Satanás y sus demonios.
Se debe tener presente, que nuestra actitud y fundamento espiritual debe ser solidó en la doctrina de Cristo para salir victorioso al enfrentar este tipo de situación, no debemos aminorar o tomar a la ligera, ni desdeñar a Satanás,
Debemos tener cierto respeto, pues él tiene el poder suficiente para destruirlos, pero como ser creado, su poder está limitado por Dios. Solo puede hacer lo que Dios le permite en su camino hacia la derrota con Cristo (Job. 1:12; 2:6), tampoco puede tocar nuestra salvación, ni separarnos del amor de Dios (Ro. 8:38, 39).
El cristiano debe estar atento siempre, para poder resistir a los poderes del mal, una de las cosas importante es la lealtad a Dios, la humillación y el sometimiento a Dios es factor importante para poder resistir al diablo y hacerle huir de nosotros (Stgo. 4:7). El otro factor vital del cristiano es vestirse con la armadura que Dios nos ha dado (Ef. 6:10-18) ella cumple una función específica y necesaria en nuestra vida cristiana.
La confianza en Dios y en la dependencia de Él, serán factor vital para lograr la ayuda necesaria de parte de Dios. El poder de Cristo, cuya autoridad o poder superior no hay otro, en su nombre podemos resistir y ordenar a los poderes del mal; y estos están obligados a obedecer, para eso debemos estar sometidos a la autoridad de Cristo.
La providencia de Dios juega un papel importante en nuestro caminar cristiano, Dios gobierna por encima de todo, todo lo controla y todo lo usa para su gloria y para nuestro bien. Por lo tanto al Diablo y sus huestes de demonios debemos resistirles en la fe y en nuestra firme posición en Cristo, así obtendremos una victoria segura al amparo del Altísimo.
Juan Salgado Rioseco

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