VII “No todos los dedos de la mano son iguales.”
Este refrán se usa para indicar que de unos mismos
padres salen hijos de muy diferentes procederes, actitudes y forma de pensar.
Con relación a los “predicadores” en el contexto
evangélico o protestantes la situación es similar, tenemos un Padre en común,
el Dios Eterno y Santo; un Maestro, Jesús de Nazaret; una fuente primigenia, el
fundamento apostólico, sin embargo, los “predicadores, “transmisores de la
enseñanza fundamental del cristianismo”, tienen una diversidad de enseñanzas o
dogmas y en muchos casos divergente a la fuente originaria del movimiento del
Galilea.
La situación de los que asumen el rol como “predicador”
en la diversidad de las comunidades es crítica, uno de los
problemas es la merma considerable de confianza y credibilidad a lo que se
desean transmitir o enseñar, por lo cual la gran mayoría se convierten en un simple
timbalo que resuena al viento.
Uno de los aspectos cardinales es la friabilidad la
cual domina en gran porcentaje el accionar y el conocimiento bíblico de estos
autodominados “mensajeros de la Palabra de Dios”, más bien maniobran como
“propagandistas de sus propias convicciones, ideas o autocreencias”, basados en
el conocimiento autodidacto que han logrado, muchos de sus mensajes han
alcanzado un nivel de profanación del mensaje primigenio del maestro de
Galilea, piedra angular del fundamento apostólico.
¿Por qué hemos llegado a esta situación? Cuando
utilizamos una fuente común “la Biblia”, una enseñanza que proviene
directamente de Jesús, trasmitido por los testigos de los dichos, acciones o
sucesos acaecidos en el período terrenal del Hijo de Dios, denominado
habitualmente el “fundamento apostólico”.
Será por complacencia a la vida que llevamos;
acostumbramiento o rutina religiosa; ignorancia de la Palabra de Dios;
displicencia en escudriñar la Biblia hasta alcanzar el primitivo conocimiento;
o simplemente utilizamos el tiempo de nuestra asistencia a los cultos como
terapia para decrecer nuestras ansiedades o alcanzar los deseos de nuestro
corazón bajo un espiritualismo basado en la carnalidad, o para ocultar nuestras
inatenciones en el servicio de Dios y su iglesia; o los responsables de enseñar
y conducir la transmisión del mensaje encargado a la Iglesia no son aptos, no
están preparados, han usurpado el puesto o están esclavizados por los dogmas
impuesto por las instituciones al cual pertenecen. La lista de motivos o justificaciones
suma y sigue, existe un dicho “la excusa agrava la falta” …
Enunciemos
algunas formas de comportamiento o accionar de estos individuos que han
usurpado o están utilizando los pulpitos con “fuego extraño”:
Existen
aquellos que se creen una “eminencia teológica”, utilizando un lenguaje
escolástico no entendible para la mayoría de sus oidores, exponiendo su mensaje
con una frialdad racional humanista ajena al sentido espiritual originario del
movimiento de Galilea.
Están
aquellos que rellenan sus mensajes con las consabidas “muletillas”, repiten con
insistencia una palabra o frase que resulta molesta, autocreen que mientras más
repiten son más espirituales, o es el camino para llegar al clímax espiritual
deseado, excusando que son utilizados por el Señor, sin mensaje ni poder
espiritual.
Coexisten
los “circenses”, que utilizan su tiempo, que está destinado a honrar, adorar y
transmitir la voluntad de Dios, narrando situaciones divertidas, chistes, humoradas
para lograr un ambiente eufórico para satisfacer la liviandad de los asistentes
a estos cultos.
Cohabitan
los “decretistas”, se autoconfieren un poder o autoridad que es una
exclusividad de la soberanía de Dios, con su peculiar frase “Yo decreto”, más
basado en una aspiración humana que en la voluntad de Dios, omitiendo lo que
está escrito en el libro de Isaías “Porque mis pensamientos no son vuestros
pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová…”, nuestra fe se
cimienta, no en el poder del hombre, sino en el poder de Dios.
Conviven
los “showman”, convierten en espectáculo el culto donde se debe honrar y
glorificar a Dios, se mudan como presentadores o animadores con motivo de ser
él el centro o la estrella y no Jesucristo que es la cabeza de la Iglesia de
Dios.
Pululan
los “milagreros o chamanes”, que utilizan creencias y prácticas tradicionales
similares al animismo que aseguran la capacidad de diagnosticar y de curar el
sufrimiento del ser humano, fingiendo sanidades milagrosas o inventando enfermedades
no existentes con la finalidad de obtener fama y lucrarse de la invalidez
espiritual en que se encuentran las personas.
Proliferan
los “profetas y maestros falsos”, aquellos que de manera arrogante intentan
crear nuevas interpretaciones de las Escrituras y direccionar la fe de sus
oidores de acuerdo con sus propias estratagemas para desviar y engañar
empleando con astucia sus errores.
Existen
los “dogmáticos, sectarios, discriminadores”, moralistas que mantienen o
imponen como estandarte reglas farisaicas, en busca de una extraña santidad
ajena a la voluntad de Dios; constructores de muros, que levantan para impedir
o discriminar aquellas personas que responden el llamado y buscan la salvación
de Jesús para sus vidas.
Abundan
los “amadores” de los placeres de este mundo, para satisfacer sus
concupiscencias, reflejando una careta de piedad, aunque su accionar y
comportamiento este distante de las exigencias de un integro propagador de la
fe en Cristo.
Están
instalados los usurpadores “diotrefistas” (3 Juan), aman el primado de la
comunidad, ejerciendo con despotismo, autoritarismo el gobierno de su comunidad
el cual trae como consecuencia el accionar dictatorial y egocéntrico del
liderazgo imperante, omitiendo las palabras de Jesús “aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón”
Los
“mercantiles y lúdicos”, que se aprovechan y juegan con los más desvalidos
espirituales, sacando proveyó de las necesidades o aspiraciones de los crédulos,
tratando de conseguir prebendas con el afán de lucrar de la fe, acomodando la
Palabra de Dios a su conveniencia.
Los
“sincretistas”, paulatinamente acomodan, asimilan o fusionan
diversas creencias no bíblicas con las bíblicas uniéndolas o adoptan costumbres
extrañas con los principios fundamentales del cristianismo, haciéndolos parecer
de la misma procedencia.
Los
“ilusionistas espirituales”, entregan satisfacciones
temporales, sus aseveraciones son como el tamo que arrebata el viento, provocan
frustraciones y desilusiones en la fe de aquellos que solo viven de los
espejismos religiosos.
Los
“místicistas”, manipulan a los creyentes en busca de la unión del alma con Dios
por diversos medios, sustituyendo la verdadera comunión con Dios por una
experiencia mística que embota el entendimiento, produciendo una sensación espiritual
engañosa.
Estas formas y otras suelen estar lejos de los
propósitos y objetivos del genuino predicador del mensaje entregado a la
Iglesia para su propagación; las enseñanzas bíblicas nos señalan cual es el camino que debemos transitar para mantenernos
dentro de la voluntad de Dios. No debemos nunca omitir lo que leemos en el
Evangelio de Mateo 7:21 (RVA) “No
todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: más el
que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos.”
En estos tiempos debemos
ser celosos con las personas que tienen el honor de subir al púlpito; exigir que deben ser diligentes al preparar de antemano los que Dios ha elegido como “Mensajes de Buenas nuevas”, comprobar su real conocimiento, estar seguro de su comportamiento; que su carácter sea de un convertido; que tenga una trayectoria enraizada en la
comunidad; es nuestra responsabilidad y deber de efectuar nuestra labor con
excelencia ante Dios en el cuidado del Cuerpo de Cristo.
Juan Salgado Rioseco.
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