martes, 4 de febrero de 2020

La Invasión y usurpación en los Púlpitos “CRISTIANOS”. (VII) “No todos los dedos de la mano son iguales.”

VII “No todos los dedos de la mano son iguales.”
Este refrán se usa para indicar que de unos mismos padres salen hijos de muy diferentes procederes, actitudes y forma de pensar.
Con relación a los “predicadores” en el contexto evangélico o protestantes la situación es similar, tenemos un Padre en común, el Dios Eterno y Santo; un Maestro, Jesús de Nazaret; una fuente primigenia, el fundamento apostólico, sin embargo, los “predicadores, “transmisores de la enseñanza fundamental del cristianismo”, tienen una diversidad de enseñanzas o dogmas y en muchos casos divergente a la fuente originaria del movimiento del Galilea.
La situación de los que asumen el rol como “predicador” en la diversidad de las comunidades es crítica, uno de los problemas es la merma considerable de confianza y credibilidad a lo que se desean transmitir o enseñar, por lo cual la gran mayoría se convierten en un simple timbalo que resuena al viento.
Uno de los aspectos cardinales es la friabilidad la cual domina en gran porcentaje el accionar y el conocimiento bíblico de estos autodominados “mensajeros de la Palabra de Dios”, más bien maniobran como “propagandistas de sus propias convicciones, ideas o autocreencias”, basados en el conocimiento autodidacto que han logrado, muchos de sus mensajes han alcanzado un nivel de profanación del mensaje primigenio del maestro de Galilea, piedra angular del fundamento apostólico.
¿Por qué hemos llegado a esta situación? Cuando utilizamos una fuente común “la Biblia”, una enseñanza que proviene directamente de Jesús, trasmitido por los testigos de los dichos, acciones o sucesos acaecidos en el período terrenal del Hijo de Dios, denominado habitualmente el “fundamento apostólico”.
Será por complacencia a la vida que llevamos; acostumbramiento o rutina religiosa; ignorancia de la Palabra de Dios; displicencia en escudriñar la Biblia hasta alcanzar el primitivo conocimiento; o simplemente utilizamos el tiempo de nuestra asistencia a los cultos como terapia para decrecer nuestras ansiedades o alcanzar los deseos de nuestro corazón bajo un espiritualismo basado en la carnalidad, o para ocultar nuestras inatenciones en el servicio de Dios y su iglesia; o los responsables de enseñar y conducir la transmisión del mensaje encargado a la Iglesia no son aptos, no están preparados, han usurpado el puesto o están esclavizados por los dogmas impuesto por las instituciones al cual pertenecen. La lista de motivos o justificaciones suma y sigue, existe un dicho “la excusa agrava la falta” …
Enunciemos algunas formas de comportamiento o accionar de estos individuos que han usurpado o están utilizando los pulpitos con “fuego extraño”:
Existen aquellos que se creen una “eminencia teológica”, utilizando un lenguaje escolástico no entendible para la mayoría de sus oidores, exponiendo su mensaje con una frialdad racional humanista ajena al sentido espiritual originario del movimiento de Galilea.
Están aquellos que rellenan sus mensajes con las consabidas “muletillas”, repiten con insistencia una palabra o frase que resulta molesta, autocreen que mientras más repiten son más espirituales, o es el camino para llegar al clímax espiritual deseado, excusando que son utilizados por el Señor, sin mensaje ni poder espiritual.  
Coexisten los “circenses”, que utilizan su tiempo, que está destinado a honrar, adorar y transmitir la voluntad de Dios, narrando situaciones divertidas, chistes, humoradas para lograr un ambiente eufórico para satisfacer la liviandad de los asistentes a estos cultos.
Cohabitan los “decretistas”, se autoconfieren un poder o autoridad que es una exclusividad de la soberanía de Dios, con su peculiar frase “Yo decreto”, más basado en una aspiración humana que en la voluntad de Dios, omitiendo lo que está escrito en el libro de Isaías “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová…”, nuestra fe se cimienta, no en el poder del hombre, sino en el poder de Dios.
Conviven los “showman”, convierten en espectáculo el culto donde se debe honrar y glorificar a Dios, se mudan como presentadores o animadores con motivo de ser él el centro o la estrella y no Jesucristo que es la cabeza de la Iglesia de Dios.
Pululan los “milagreros o chamanes”, que utilizan creencias y prácticas tradicionales similares al animismo que aseguran la capacidad de diagnosticar y de curar el sufrimiento del ser humano, fingiendo sanidades milagrosas o inventando enfermedades no existentes con la finalidad de obtener fama y lucrarse de la invalidez espiritual en que se encuentran las personas.
Proliferan los “profetas y maestros falsos”, aquellos que de manera arrogante intentan crear nuevas interpretaciones de las Escrituras y direccionar la fe de sus oidores de acuerdo con sus propias estratagemas para desviar y engañar empleando con astucia sus errores.
Existen los “dogmáticos, sectarios, discriminadores”, moralistas que mantienen o imponen como estandarte reglas farisaicas, en busca de una extraña santidad ajena a la voluntad de Dios; constructores de muros, que levantan para impedir o discriminar aquellas personas que responden el llamado y buscan la salvación de Jesús para sus vidas.
Abundan los “amadores” de los placeres de este mundo, para satisfacer sus concupiscencias, reflejando una careta de piedad, aunque su accionar y comportamiento este distante de las exigencias de un integro propagador de la fe en Cristo.
Están instalados los usurpadores “diotrefistas” (3 Juan), aman el primado de la comunidad, ejerciendo con despotismo, autoritarismo el gobierno de su comunidad el cual trae como consecuencia el accionar dictatorial y egocéntrico del liderazgo imperante, omitiendo las palabras de Jesús “aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”
Los “mercantiles y lúdicos”, que se aprovechan y juegan con los más desvalidos espirituales, sacando proveyó de las necesidades o aspiraciones de los crédulos, tratando de conseguir prebendas con el afán de lucrar de la fe, acomodando la Palabra de Dios a su conveniencia.
Los “sincretistas”, paulatinamente acomodan, asimilan o fusionan diversas creencias no bíblicas con las bíblicas uniéndolas o adoptan costumbres extrañas con los principios fundamentales del cristianismo, haciéndolos parecer de la misma procedencia.
Los “ilusionistas espirituales”, entregan satisfacciones temporales, sus aseveraciones son como el tamo que arrebata el viento, provocan frustraciones y desilusiones en la fe de aquellos que solo viven de los espejismos religiosos.
Los “místicistas”, manipulan a los creyentes en busca de la unión del alma con Dios por diversos medios, sustituyendo la verdadera comunión con Dios por una experiencia mística que embota el entendimiento, produciendo una sensación espiritual engañosa.
Estas formas y otras suelen estar lejos de los propósitos y objetivos del genuino predicador del mensaje entregado a la Iglesia para su propagación; las enseñanzas bíblicas nos señalan cual es el camino que debemos transitar para mantenernos dentro de la voluntad de Dios. No debemos nunca omitir lo que leemos en el Evangelio de Mateo 7:21 (RVA) “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: más el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos.”
En estos tiempos debemos ser celosos con las personas que tienen el honor de subir al púlpito; exigir que deben ser diligentes al preparar de antemano los que Dios ha elegido como “Mensajes de Buenas nuevas”, comprobar su real conocimiento, estar seguro de su comportamiento; que su carácter sea de un convertido; que tenga una trayectoria enraizada en la comunidad; es nuestra responsabilidad y deber de efectuar nuestra labor con excelencia ante Dios en el cuidado del Cuerpo de Cristo.

Juan Salgado Rioseco.

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