miércoles, 15 de febrero de 2017

Integración versus Desintegración en el cristianismo. (Parte I)


No hace mucho en un carnet de una Institución del Estado de Chile leí: “El hombre nace libre, responsable y sin excusas”, (palabras que se atribuyen a Jean Paul Sartre), analizandolas tienen muchas implicancias: sociales, laborales, morales; tiene que ver con la condición, el comportamiento y la honestidad; la honestidad es un valor o cualidad propio de los seres humanos que tiene una estrecha relación con los principios de verdad y justicia y con la integridad moral. La integridad significa intacto, entero, no tocado o no alcanzado por un mal; la integridad es la pureza original y sin contacto o contaminación con un mal o un daño, ya sea físico o moral. Una persona íntegra es alguien en que se puede confiar. El Discípulo de Cristo, es un hombre libre, responsable con su Fe, honesto en su comportamiento, que mantiene su creencia en integridad a pesar de los avatares de la vida.

El discípulo de Cristo, no solo debe tener las cualidades anteriores mencionadas, sino debe integrarse en la comunión de los santos, con el fin de edificarse mutuamente con el propósito de crecer en lo individual como en lo corporativo. La integración de todos los redimidos es un deber ineludible en el cumplimiento de la Comisión Pastoral.

La palabra integración tiene su origen en el concepto latino “integratĭo”. Se trata de la acción y efecto de integrar o integrarse (constituir un todo, completar un todo con las partes que faltaban o hacer que alguien o algo pase a formar parte de un todo). La integración siempre supone el esfuerzo coordinado, la planeación conjunta y la convivencia pacífica entre los sectores que conforman el grupo. Esa es la única forma donde las partes pueden constituir un todo, aún sin perder su individualidad. (http://definicion.de/integracion/).

La integración debe ser el pilar fundamental y la motivación central de todas las actividades de las diferentes comunidades cristianas, en cumplimiento del mandato dado por el Maestro Jesús de Nazaret. Él dijo: “para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.”, el deseo más íntimo del Maestro, era que guardáramos la unidad, ella se logra a través de la integración plena entre los discípulos de Cristo para lograr el propósito propuesto para su iglesia “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” (Juan 17:21-23 RVR1960). Además, Pablo escribió: “ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús” (Gálatas 3.28).

Unidad e Igualdad son los ligamentos de la Integración, en el trabajo mancomunado, en el enriquecimiento de las interrelaciones y en el desarrollo de las intercomunicaciones. Pablo nos dice que debemos esforzarnos “por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4:3). El Espíritu Santo es el gran dador de la unidad. “Pues por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo, ya Judíos o Griegos, ya esclavos o libres. A todos se nos dio a beber del mismo Espíritu” (1 Corintios 12:13). Debemos alcanzar el objetivo primario de una genuina integración “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;” (Efesios 4:13 RVR1960).

En la Integración se refleja lo que escribió el apóstol de los gentiles: “Para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 15:6). El mejor paradigma es la incipiente comunidad de Jerusalén “La multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma. Ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común.” (Hechos 4:32 RVR1995). La palabra comunidad, tiene su origen en el vocablo latino “communitas”, y es a un grupo de seres humanos que comparten elementos, intereses, propiedades u objetivos en común, tales como el idioma, costumbres, valores, creencias, tareas, visión del mundo, edad, ubicación geográfica, estatus social o roles. “Fiel es Dios, por el cual sea fuisteis Llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo Nuestro Señor.” (1 Corintios 1: 9 RVR1960)


Sin embargo, la realidad es totalmente diferente, desde el génesis de la iglesia de Cristo, el germen de la desunión por razones de etnia y costumbres religiosas, la paulatina desviación de la enseñanza del movimiento galileo original, la adaptación a culturas más avanzadas que la simple cultura Hebrea, la apología de los primeros padres de la iglesia en relación a los peligros externos que las diversas comunidades van enfrentando en su avance al universalismo, fueron mermando la monolítica integración apostólica hasta convertirse en una segregación de comunidades de acuerdo a sus posiciones espirituales o sus enclaves geográficos, en este aspecto la influencia de adquirir poder sobre el resto jugo un papel negativo en la vida de la iglesia universal. 

El comienzo de la desintegración del cristianismo se inició soslayadamente hasta manifestar en plenitud al asociarse con el poder del Imperio romano y desde allí el declive hasta nuestros tiempos.
Juan Salgado Rioseco

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