En Abril de 1892, en uno de los discursos ante el Seminario Teológico de la Iglesia Reformada de América, está transcrito lo siguiente: "El agente y la agencia escogidos por Dios para la evangelización del mundo son estos dos: el hombre de Dios, el predicador cristiano; y la Palabra de Dios que es las Escrituras cristianas. No el hombre de Dios sin la Palabra de Dios, como han sostenido vanamente algunos; no la Palabra de Dios sin el hombre de Dios como unos protestantes han sido tentados a suponer; sino el hombre de Dios y la Palabra de Dios. Estos dos, Dios los ha juntado, y nadie debe apartarlos".
Nos encontramos en el inicio del tercer milenio, en las últimas décadas del siglo XXI, nuestras sociedades han sufrido importantes cambios, los avances han llevado al hombre a tomar decisiones transcendentales en el campo de las interelaciones humanas, de la ciencia y la tecnologia, lo que en este minuto es la última generación, mañana será obsoleto, pero existe algo que ha permanecido inalterable: El Hombre de Dios y La Palabra de Dios, donde se producen los más impactantes cambios, fue así en el siglo I, fue en el siglo XX, lo será en los siglos del tercer milenio.
En Juan 7: 14-18, esta escrito: “Mas a la mitad de la fiesta subió Jesús al templo, y enseñaba. 15Y se maravillaban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado? 16Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. 17El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta. 18El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia.”
La predicación del Señor Jesús estaba constantemente dirigida hacia la enseñanza de la Palabra de Dios, en ese momento representada por la Ley de Moisés, los Profetas y los Escritos, eran ellas sus fuentes, lo que Dios había hablado anteriormente a su pueblo. No existía entonces la Biblia como la conocemos en la actualidad, los escritos sagrados Hebreos era el Torah, los Profetas y los Escritos, y la ley transmitida oralmente llamada Talmud, dividía en la Misjna (autentica ley oral desarrollada desde los tiempos de Esdras) y la Gemará (era el comentario rabínicos a la Misjna).
Los estudiosos de los escritos sagrados judíos representados por la clase sacerdotal, escribas, y por las sectas religiosas de los saduceos y fariseos utilizaban las mismas fuentes, pero el sentido de ellas diferente a las enseñanzas del nuevo Rabí. Tenían una visión diferente a los principios de Dios, habían llegado a esa situación por factores externos a la misma palabra: doctrinas de hombre, la palabra había quedado sin el espíritu guiador del Espíritu de Dios, la misma cultura había cambiado, ya no era la cultura simple basada en su religión, sino en un sincretismo de influencias, primero la tradición de sus padres, las costumbres traídas del exilio babilonico, la influencia de los griegos a través del Seleucidas y Tolomeos, las costumbres de los romanos, la de los judíos de la diáspora repartidos por toda la cuenca del Mediterráneo, introducían en las costumbres de los judíos de Palestina hábitos diferentes a la idiosincrasia del pueblo de Dios, la política y los intereses económicos habían hecho del pensamiento judío apartarse del camino de Dios que les había enseñado a través de Moisés y los Profetas.
El fruto de todos estos factores: “Una letra muerta y gravosa, era una religión sin el Espíritu vivificador de Jehová”, Pablo en Ro. 7:6 lo escribe así: “ Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.”
Si analizamos la situación actual de la Iglesia de Cristo, y la comparamos con la época de Jesús, vamos encontrar varios puntos de coincidencia, muchas veces criticamos bajo algunos aspectos bíblicos el accionar de otros y nos hacemos competentes por nuestras propias capacidades o lugares de privilegios que hemos alcanzado y no por el fruto propio de las doctrinas de Cristo, Pablo bien lo decía en 2 Co. 3:5,6: “no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, 6el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.” Muchas veces confundimos la Teología de los hombres vista de sus propias perspectivas y con la de Dios, sobre la visión que tiene del hombre, y el resultado de esta situación es el cáncer del divisionismo y de la critica sobre el obrar de otros, o el sentido de ignorancia del conocimiento de la genuina Palabra de Dios, o la imposición absolutista de dogmas que creímos bíblicos pero al simple analice a la luz de las Sagradas Escrituras no lo son, es la gangrena de estos tiempos modernos.
¿Porque esta situación?. Simplemente al hombre le falta el verdadero conocimiento de Dios, o ha descuidado su discipulado en Cristo, de otra manera, el hombre ha descuidado el aprendizaje de las enseñanzas de Jesús en pro de los dogmas y tradiciones humanas, su entendimiento no alcanza a visualizar los verdaderos planes del Supremo Hacedor, su comprensión es limitada por sus razonamientos, así está escrito en uno de los oráculos del profeta Isaías: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.”(Is. 55:8,9).
El proyecto de cristianismo que hacen los hombres, es producto de sus debilidades, influenciados por su cultura, sus tradiciones, sus intereses personales. Ha confundido la Palabra de Dios, su perspectiva de creyente la ha empequeñecido, por la falta de dirección, por la falta de doctrina, por que su espíritu no tiene las vivencias del espíritu de vida, en otras palabras es un hombre de Dios con proyectos en el valle de los huesos secos.
La visión del hombre es empequeñecida por la absurda ambición del poder absolutista, del dominio de las ideas y la subyugación del más débil, fiel ejemplo de este tipo de cristiano es Diótrefes el líder de una iglesia desconocida de Asia Menor, en la tercera carta de Juan, ¿cuantos discipulos de Diótrefes existen en la actualidad?.
La visión de Dios es el engrandecimiento del hombre a través de la glorificación de su Hijo, y del Espíritu libertador que el Creador entrega a aquellos que se esmeran de encontrar a través del conocimiento los grandes misterios encerrados en las Sagradas Escrituras.
Dios libera al hombre y revoluciona su vida bajo el contexto que el hombre es esclavo del pecado, y este lo mantiene atado al servilismo de dogmas y reglas de interpretación contrarias al pensamiento de Dios. La libertad de Dios empieza cuando el hombre decide liberarse del oprobio que produce los dogmas institucionalizados, impuestos por hombres carentes de la visión de Dios, y la única arma eficaz para vencer aquellos muros es el conocimiento de la palabra de verdad, entonces el hombre predicador estará en condiciones de ser el verdadero dispensador de la palabra que Dios necesita entregar para proseguir su obra. ( 2 Ti. 2:15).
En el Salmo 11, versículo 3 se hace una pregunta: “Si fueren destruidos los fundamentos ¿qué ha de hacer el justo?.” Es difícil encontrar una respuesta adecuada, de inmediato salta la pregunta ¿de donde serán destruidos los fundamentos de la iglesia, de adentro o desde afuera?.
Lo lógico, desde afuera, pensarán la mayoría, la iglesia desde el día de Pentecostés está siendo atacada y a lo largo de los siglos ha recibido toda clase de agresiones: persecuciones, martirios, flagelaciones, masacres, confiscaciones, etc., intentándola eliminarla, pero siempre ha sobrevivido y se mantiene en espera del Esposo. Desde afuera es difícil, la protección de Dios a través del Espíritu Santo siempre ha obrado a favor de ella, hasta que se cumpla su divino plan. El profeta Isaías nos dejó un legado de plena confianza en Dios: “Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos” (Is. 26:4). Jehová, tu mano está alzada, pero ellos no ven; verán al fin, y se avergonzarán los que envidian a tu pueblo; y a tus enemigos fuego los consumirá”.(Is. 26:11).
A finales del siglo I recibió el ataque de los herejes y los grandes maestros de entonces hicieron grandes apologías en defensa de la fe a través del estudio de la Palabra de Dios. En la edad media el poder absolutista utilizó la fe para sus intereses personales y el oscurantismo del conocimiento de las Sagradas Escrituras, negadas por el poder religioso, hizo temblar los cimientos de la iglesia, pero renació con más fuerza cuando el hombre de Dios se reencontró con la Palabra de Dios en los tiempos de la Reforma.
El racionalismo, el libre pensar de la interpretación de la Biblia, y el liberalismo teológico han puesto en jaque a la iglesia durante los tres últimos siglos del segundo milenio, en contra posición grandes avivamientos espirituales surgieron en busca del espíritu guiador de Dios, lo que condujo a la iglesia encontrarse con las manifestaciones del Espíritu Santo en diferentes latitudes, casi la mismo tiempo, por mencionar algunos, el movimiento de los Wesley, iniciado por el metódico (desde ahí el nombre de metodismo) estudio de las Sagradas Escrituras y la oración.
El primer día 1901 en Topeka, Kansas, de E.E.U.U. se derramó el Espíritu Santo, dando inicio a los avivamientos espirituales del mundo, influenciando a muchos que vinieron posteriormente entre ellos: Los Angeles, California en 1906 a través del pastor de color Guillermo J. Seymour, en su misión de la calle Azusa, punto de partida del movimiento pentecostal, el de 1909 en Valparaíso, Chile con W, Hoover, pastor metodista, todo esto fue producto del constante escudriñamiento de la Escrituras, el ayuno y la oración. Por lo tanto, desde afuera, es imposible porque Dios siempre acude en defensa de los suyos una de sus promesas dice : “El que habita al abrigo del Altísimo. Morará bajo la sombra del Omnipotente.” (Sal. 91:1), ha sido siempre así en todos estos siglos.
Desde adentro, es posible tomando en cuenta las palabras de Pablo “2 Ti. 3:1 “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos “, y subraya en el cap. 4:3,4 : “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas”. O como aquellas mujercillas que hace mención Pablo a Timoteo que están “siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad” (2 Ti. 3.6).
El apóstol Pedro, también advierte sobre falsos maestros introducidos en la iglesia en su segunda carta a los creyentes (2:1-3), “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme.”
Y Judas en su carta no hace una severa advertencia al respecto. “Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.” Y agrega “Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; los que os decían: En el postrer tiempo habrá burladores, que andarán según sus malvados deseos. Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu” .
Por lo tanto, podemos deducir que el gran peligro que tiene la Iglesia, no proviene desde sus acérrimos enemigos externos, sino que los grandes enemigos con mayor poder de destrucción provienen desde la misma Iglesia. El profeta Isaías escribe (1:3; 5:13), “El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento. Por tanto, mi pueblo fue llevado cautivo, porque no tuvo conocimiento; y su gloria pereció de hambre, y su multitud se secó de sed.” El autor de Hebreos nos aconseja que “si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios”.(He. 10:26,27), y agrega: “Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (30, 31).
Existe un ejemplo dentro de las Sagradas Escrituras que gráfica con intensidad lo que puede ocurrirle a la Iglesia, el profeta Oseas nos dice que el pueblo de Israel “fue destruido, porque le faltó conocimiento”. Además agrega “desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos”(4:6). Este antecedente Bíblico nos debiera a hacer razonar el peligro que se cierne cuando el hombre de Dios desecha el conocimiento y olvida la Palabra de Dios. Esa forma de vida que la gran mayoría de los creyentes opta, les puede llevar a la destrucción, esa posición de displicencia hacia el aprendizaje puede ponerlos en contienda con Dios “Oíd palabra de Jehová, hijos de Israel, porque Jehová contiende con los moradores de la tierra; porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra.” (Oseas 4:1).
El Salmista escribe (139:6,17): “Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; Alto es, no lo puedo comprender”.17¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!”, el genuino deseo del hijo de Dios es el constante aprendizaje de la Palabra de Dios, porque su conocimiento nos dará la autoridad, la fortaleza necesaria para corregir o defender la causa de Dios en forma idónea, “llenos de todo conocimiento, de tal manera que podéis amonestaros los unos a los otros“ (Ro. 15:14). O para llevar una vida acorde a la voluntad de Dios “para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno,” (Colosenses 1:10; 3:10).
Retomando la idea original, podemos darnos cuenta la importancia vital que existe entre el hombre de Dios y la Palabra de Dios, la enorme responsabilidad del dispensador de la Palabra de Dios, nuestros púlpitos serán grandes y con fundamento, cuando los predicadores tomen conciencia de que el conocimiento de la Palabra de Dios es una necesidad fundamental y básica de todo Hombre de Dios, que interpreta las Sagradas Escrituras, que transmita el pensamiento del Dios y sea portavoz de las grande nuevas de Salvación. El Hombre de Dios y la Palabra de Dios, estos dos, Dios los ha unido, y nadie debe apartarlos, los dos son inseparables, en el propósito de Dios para anunciar el verdadero y genuino Evangelio, anunciado por el Cristo hace dos mil años y proseguido durante lo siglos de los dos milenios anteriores por verdaderos discípulos que han tomado el estandarte del conocimiento como el único medio de perpetuar y solidificar los fundamentos de la Iglesia de Cristo.
Por lo tanto, nuestra obligación ética y moral es instar, persuadir, animar a los miembros de nuestras congregaciones al estudio permanente, sistemático y metódico de la Palabra de Dios, para que con moral podamos aconsejar posteriormente como Pablo lo hizo con Timoteo: “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros. (2 Timoteo 2:2) o: “persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.” (2 Timoteo 3:14-15).
El Hombre de Dios y la Palabra de Dios son dos agentes poderosos y necesarios en la Iglesia, no hay expansión solo con el Hombre de Dios, no hay crecimiento solo con la Palabra de Dios, solo los dos unidos pueden realizar el mandato que Jesús dio a sus discípulos: ” Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; ...” (Mateo 28:19-20)
Juan Salgado Rioseco
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