jueves, 29 de abril de 2010

La Obediencia a Dios

"... Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres".
Hechos 5:29

Un precepto siempre mencionado, pero nunca realizado.

La respuesta de Pedro y los apóstoles, al sumo sacerdote delante del concilio y de los ancianos de los hijos de Israel en Jerusalén, tiempo después de la ascensión de nuestro Señor Jesucristo, en el año treinta y tres de nuestra era, siempre ha sido la disyuntiva de los discípulos de Cristo a lo largo de los tiempos y en las diferentes épocas, en diversas circunstancias.

Todos tenemos el animo de obedecer al rey de reyes y señor de señores, pero en última instancia no falta el inconveniente que nos impide hacerlo, y uno de los principales es el grado de conocimiento de Dios que tenemos de Él, el amor a Dios también juega un papel principal en la obediencia, "... y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen." (Hch. 5:32)

David Livingstone, famoso misionero de Escocia en el siglo IXX, inspiro la siguiente frase: " Señor, envíame donde quiera, solamente ve conmigo.
Dame cualquier carga, solamente sosténme.
Corta todo lazo, excepto el que me ata a ti. "

A través del deseo del este gran explorador y misionero en el continente africano, apreciamos que la renunciación hacia si mismo y la disposición de entrega hacia Dios del creyente juegan un cometido primordial, estar dispuesto a servirle en cada momento y en cualquier circunstancia sería el ideal en la vida del cristiano, pero siempre anteponemos la "conveniencia personal" para obstaculizar directa o indirectamente la obra de Dios en y a través de nosotros.

Nunca hemos comprendido que la forma más directa y segura para llegar a conocer a Dios realmente, es a través del amor y de la obediencia, Jesús dijo: "Si me amáis, guardad mis mandamientos... El que no me ama, no guarda mis palabras..." Juan 14:15, 24. La verdadera obediencia pasa por el amor a Dios, a mayor amor, mayor obediencia. Cuando obedecemos a Jesús estamos demostrándole cuanto le amamos y confiamos en Él, por lo tanto, la obediencia es la expresión externa del amor que le tenemos a Jesús y por su intermedio al Padre.

La recompensa de la obediencia y del amor es que Él se manifestará en nosotros. Jesús nos dio el ejemplo, Él dijo: "Mas para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago" (Jn. 14:31). Jesús fue obediente a cada mandato de su Padre, Él demostró su amor al Padre mediante la obediencia.

Los mandamientos de Dios están diseñados para guiarnos a lo mejor de la vida, todos los mandamientos de Dios son expresiones de su amor hacia nosotros, Él quiere que tengamos vida, y que la tengamos en abundancia, a través de los mandamientos está tratando de protegernos y preservar lo mejor que tiene para nosotros, nunca nos esta restringiendo, sino todo lo contrario, dándonos libertad para poder vivir una vida plena en todo el sentido de la palabra a nuestra vidas.

Sin embargo, al no obedecerle, les estamos diciendo que no creemos, ni confiamos en Él. No podemos creer en Él si no lo amamos, no podemos amarlo si no lo conocemos, si tenemos dificultades para obedecerle, el problema está en el amor que le tenemos, recuerde que Dios es amor, su voluntad siempre es lo mejor para nuestra vida. Si realmente llegamos a conocerlo según se nos revela, lo amaremos, si lo amamos, creeremos y confiaremos plenamente en Él. Si creemos y confiamos en Él, lo obedeceremos, con ello expresamos por medio de nuestras obras cuando le hemos llegado amar. La recompensa de la obediencia y del amor, es que Él se nos revelará.

Para tener una experiencia con Dios obrando en y a través de nosotros, debemos obedecerlo. Cuando lo obedecemos, Él realiza su obra por medio de nosotros, y entonces llegaremos a conocerlo a través de experimentar la voluntad de Dios, sólo la obediencia y la afirmación de ella al realizar la actividad que Dios nos ha encomendado, revelará si estamos haciendo la voluntad de Dios o no.

De muchas maneras la obediencia es el momento de la verdad, lo que nosotros HACEMOS: revelará lo que creemos acerca de Dios; determinará si experimentamos su obra poderosa en y a través de nosotros; determinará cuanto hemos llegado a conocerle íntimamente, determinará cual es la influencia que ejerce el Espíritu Santo en el interior de nuestras vidas, y daremos a conocer públicamente el grado de temor con que nuestra conciencia se relaciona con Dios. En otras palabras, conoceremos en la auténtica dimensión, cual es el parentesco íntimo, real, viva y personal con que nos relacionamos con Dios.

No podemos mantenernos donde y como estamos y andar con Dios en la forma que habitualmente lo estamos haciendo, la obediencia a Dios requiere sacrificio, dependencia total a Él, entonces Dios obrará en y con nosotros, en algunos casos es costosa para nosotros mismos y para los que los rodean. Cuando Moisés obedeció a Dios, la carga de los israelitas se agravó, el pueblo pagó un alto costo por el hecho de que Moisés hacía la voluntad de Dios. Cuando el Señor Jesús en cumplimiento de la voluntad del Padre murió en la cruz, su madre, María, sufrió la agonía de ver a su hijo morir cruelmente. Jesús cumplió con la voluntad del Padre, pero otros tuvieron que pagar un alto costo. Al seguir la voluntad de Dios y predicar el evangelio, otros tuvieron que responder con sus propias vidas. Jasón y otros fueron arrestados y acusados de traición debido a su asociación con Pablo. Con frecuencia, la obediencia de Pablo a la voluntad de Dios ponía en peligro la vida de los que estaban con él. Debemos tener en cuenta que nuestra obediencia a la voluntad de Dios, también involucra a las personas que nos rodean, a las cuales en algunos aspectos les trae inconvenientes dolorosos, en tal caso, debemos tener la convicción, mientras nos mantengamos en obediencia al Padre, podemos confiar que Él cuidará a los que nos rodean.

Martín Lutero, el gran reformador escribió lo siguiente: "Bienaventurado es quien sabe someterse a la voluntad de Dios, siempre será feliz. Podrán los hombres hacer lo que quieran con él... pero no se preocupa pues sabe que "todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados."

La obediencia requiere dependencia total para que Dios obre por medio de nosotros, Jesús dijo que nuestra relación con Él es como la de la vid y los pámpanos (Jn. 15:5), cuando decidimos servir a Dios, debemos permanecer en una relación íntima con Él, depender de Dios solamente, para que pueda obrar por nuestro intermedio. Si Dios no obra en nosotros, no podemos producir fruto para el reino, si dependemos de cualquier otra cosa que no sea Dios, estamos buscando el fracaso espiritual en lo personal, llegando en algunos aspectos a malograr la edificación y crecimiento del Cuerpo de Cristo.

Cuando llega el momento de la verdad, en donde debemos decidir si obedecer o no, no podemos obedecerlo a menos que creamos y confiemos en Él. No podemos creer y confiar en Él, a menos que realmente lo amemos. No podemos amarlo, si no lo conocemos. Si no lo conocemos es que no tenemos al Espíritu de verdad morando en nuestro corazón, por lo tanto, no puede cumplir la función que se le ha encomendado: entregando el testimonio de Cristo en nuestra vida (Jn. 15:26), y de guiarlos a toda verdad y haciéndonos saber todas las cosas que habrán de venir (Jn. 16:13), o sea, no somos realmente discípulos de Cristo.

La obediencia es vital y gravitante en el cristiano, a través de ella Dios nos exalta y nos bendice (Dt. 28:1, 8, 15,20), a través de ella recibimos algunos beneficios de Él. Dios bendice a quienes le obedecen (Dt. 28:1-14). Los beneficios de la obediencia sobrepasan la imaginación, pero entre ellos está el hecho de ser el pueblo de Dios (Jer. 7:23), tener un sólido cimiento cuando las tormentas de la vida nos atacan (Lc. 6:46-49), y conocer la verdad espiritual (Jn. 7:16-17).

Los siervos de Dios hacen lo que Él les ordena y lo obedecen. El siervo no tiene la opción de decidir si quiere o no. Al desobedecer entramos en rebelión contra Dios, la desobediencia es un rechazo serio a la voluntad de Dios, Deuteronomio 28:15-68 habla de algunos de los costos de la desobediencia.
Las consecuencias de la desobediencia siempre van hacer funesta en la vida del hombre: la desobediencia de Adán y Eva, se rompió la comunión directa y personal con Dios y llevo consigo la muerte al seno familiar; El pueblo de Israel al desobedecer en el desierto, les llevo a un largo peregrinaje y a la muerte a todo los que se rebelaron contra Dios; David en su acto de adulterio, llevo a su familia a la destrucción; Salomón al casarse con mujeres paganas y permitir la adoración de estas a sus propios dioses en Jerusalén, llevo a la división y posteriormente a la destrucción del reino.
Muchos creyentes se preguntan: ¿Hasta que grado de obediencia puede alcanzar el discípulo sin menoscabar su libertad o independencia personal?, o ¿Qué significa la obediencia dentro del Cuerpo de Cristo?.

La obediencia significa gozo y comunión ininterrumpida con Dios. A través de la obediencia experimentamos la profundidad de nuestra relación íntima con Dios y el placer de sentirlos aceptados por el Padre celestial, al ser tomados en cuenta, comprendemos que estamos siendo utilizados para grandes cosas dentro del Cuerpo de Cristo, fuera del alcance de nuestras habilidades naturales, sin importar el sacrificio o el costo que con lleva la obediencia a Dios. En otras palabras, la "independencia personal" no se valora con los parámetros naturales de la razón humana, sino bajo la libertad de la dependencia de Dios y actuando bajo la voluntad de la mente de Cristo.

Muchas personas hoy día son tan egoístas que quieren hacer sus antojos, no se detienen a considerar lo que la obediencia puede significar para sus vidas. En Mateo 21:28-30 Jesús relató una parábola acerca de la obediencia. Cuando le obedecemos, Dios realiza por nuestro intermedio lo que Él se ha propuesto. Cuando Dios hace algo mediante nuestra vida que sólo Él haría, llegamos a conocerlo más íntimamente. Si no lo obedecemos, perderemos alguna de las vivencias más emocionantes en nuestra vida y no permitiremos que nuestra relación con Dios, sea íntima, real y llena de enriquecedoras experiencias.

Ahora resalta la siguiente pregunta: ¿Cuánto realmente amo a Jesús?, debido al grado de amor que le tengo, será mi obediencia, mi creencia y mi confianza en Él, la convicción de nuestra fe se cimienta en el amor a Jesús y por su intermedio al Padre mismo. Mientras más amó al Padre y Jesús, mayor será mi obediencia, mayor será mi comunión íntima, mayor será la obra que el Padre realizará por nuestro intermedio y el gozo en el caminar del Señor será mayor, realmente veremos obras tamaño Dios en nuestras propias experiencias.

La obediencia a Dios es uno de los deberes supremos de los hombres (Hch. 4:17), porque Él es el hacedor (Hch. 5:29, Sal. 95:6), y los hombres dependen de su bondad (Sal. 145; Hch. 14:17) y están sujetos a su ley (Sal. 119). La obediencia a Dios - Cristo es debida también porque Él nos ha redimido con su sangre (1 Co. 6:20).

La obediencia a Dios debe hacerse de corazón (1 Jn. 5:2-7), en todas las cosas y en todo lugar (Ro. 2:7; Gá. 6:9). La obediencia también se debe a los padres, y en este sentido se llama obediencia filial (Ex. 20:12; Ef. 6:1; Col. 3:20). Los cristianos prestan obediencia a los mandatarios y leyes (Ro. 13:1-5; Ti. 3:19) por causa de conciencia.

Considere este Salmo para su propia vida:

"Enséñame, oh Jehová, el camino de tus estatutos,
Y lo guardaré hasta el fin.
Dame entendimiento, y guardaré tu ley,
Y la cumpliré de todo corazón.
Guíame por la senda de tus mandamientos,
Porque en ella tengo mi voluntad."
Salmo 119:33-35.

Juan Salgado Rioseco

miércoles, 28 de abril de 2010

Problemáticas contemporáneas que motivan una acción apologética

El mundo contemporáneo tiene diversos caminos para ver la vida y diversos parámetros para evaluar el comportamiento humano dentro de la sociedad, algunos yuxtapuesto el uno del otro. Lo que ha traído consigo una confrontación de intereses, en algunas oportunidades contrapuestas. Algunos de ellos frontalmente opositores a las enseñanzas cristianas bíblicas.
Voces apasionadas de diferentes punto de visión se han levantado, con variados matices, posturas que dentro de la globalización son legitimas e interesantes del punto de vista humanista, racional e intelectual, antagónicas desde la perspectiva religiosa, dogmática o bíblica.
Como conciliar los diferentes pensamientos, llegar a un consenso las distintas formas de vidas, a la vez efectuar una defensa a la fe cristiana, de acuerdo a sus principios más elementales y vitales de la enseñanza de Jesucristo.
Lo primero que podríamos señalar, es que hay que definir los puntos de encuentros y descubrir los divergentes. Sobre estos últimos, definir las posturas, las bases bíblicas, para efectuar una estrategia firme y saludable. No hay peor defensa, que una pésima estrategia sin antes tener el conocimiento recabado de los temas a defender.
Uno de los temas de mayor debate, es el divorcio vincular, analicemos la posición bíblica. "Creó Dios al ser humano... hombre y mujer los creó" (Gen. 1.27). La atracción entre los sexos es algo inherente del ser humano y la unión de ellos asegura la reproducción y la permanencia de la especie.
Las Sagradas Escrituras explica que la mujer está tomada de la sustancia del hombre y que por este hecho está destinada a la unión con él. Cuando Dios presentó la mujer ante el hombre, esté exclamó: "Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Está será llamada mujer (isshá) porque del varón (ish) ha sido tomada" (Gen. 2.23). y el relato concluye con la constatación que hacíamos: "Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer y se hacen una sola carne" (Gen. 2.24).
Lo que el relato quiere decir es que Dios mismo estableció entre el hombre y la mujer una fuerza de atracción tan grande que rompe los vínculos que existen con los padres, incluso en esas sociedades patriarcales en que esos vínculos son tan fuertes: "deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer". Este pasaje bíblico afirma la monogamia y la permanencia del matrimonio.
Moisés había consentido que los hombres repudiaran a sus mujeres por cualquier causa (Dt.24.1, 3), No significa que Moisés fuera un proclive al divorcio, sino que hizo leyes para reglamentar una práctica que ya existía desenfrenadamente. Fue un paso que protegió el matrimonio más que antes, aunque hoy nos parece demasiado liberal en la Ley Mosaica. Jesucristo da la razón a tal situación en Mt. 19.7, 8 "Moisés les permitió divorciarse de su esposa porque sus corazones eran duros". Pero no fue así desde el principio".
Tiempo después el profeta Malaquías condena la práctica de abandonar a las esposas y tomar mujeres extranjeras más jóvenes (Mal. 2.14-16). Jesús mantiene la ordenanza original de Dios de lo que Dios ha unido, el hombre no tiene derecho a separarlo (Mc. 10.9), dando a entender que es pecado disolver el matrimonio, aunque la Biblia no enseña que sea del todo imposible disolverlo. Aunque tiene una norma de excepción: "por motivo de infidelidad conyugal".(Mt.19.9), aunque los evangelios de Marcos 10.1-12 y Lucas 16.18 no se menciona esa posibilidad. Los pasajes citados ilustran que el divorcio era un problema en los tiempos de Jesús, pero a la vez afirman que Dios desaprueba el divorcio en todo tiempo
El problema suscite en la variedad de criterios sobre el llamado «privilegio paulino» como base del divorcio. Primera de Corintios 7.10–16 trata del problema de un creyente casado con una incrédula y viceversa. Si el incrédulo abandona la casa, el creyente "no está sujeto a servidumbre" (1 Co 7.15). Varios comentaristas piensan que este abandono es motivo justo para un divorcio, y que la persona abandonada es libre para divorciarse y casarse de nuevo. Aunque otros toman estos mismos pasajes como una separación legal, la cual no permite otro matrimonio. Cualesquiera que sean las circunstancias, el divorcio es un asunto grave. Pero la Biblia no indica que sea pecado imperdonable.
Ante esta realidad bíblica, ¿cuál debe ser la posición del cristiano? Frente a la problemática del divorcio, a la violencia intrafamiliar, al abandono de los niños. Causales como la violación grave y reiterada de los deberes y obligaciones del matrimonio, socorro y fidelidad establecidos en el vínculo; atentar contra la vida del cónyuge, o de uno de los hijos; la conducta homosexual de uno de los componentes de la pareja, alcoholismo o drogadicción; el intento de prostituir a la pareja o a los hijos; y otros problemas que aquejan a los seres humanos en su convivencia de pareja.
¿Cómo debemos actuar con flexibilidad o inflexibilidad? ¿Con tolerancia o intolerancia? ¿Permanecer en un campo dogmático para relacionarse con el tema?. Creemos que es impropio e inadecuado, por múltiples factores sociales, culturales u otros.
Creemos que la posición del creyente debe estar relacionada con el factor de compromiso real de la persona con la fe y la iglesia. La imposición no es adecuada, ni debe ser globalizada como dogma a toda una sociedad diversa. Aunque la posición debe ser aquella que nos pueda dar la estabilidad de preservar los principios reales del cristianismo dentro del amor que Jesús nos enseñara.
La intolerancia debe estar radicada en los procesos antinaturales de la vida y en aquellos que son anómalos como los matrimonios de homosexuales, o el intento de adoptar legalmente niños en parejas de homosexuales. La naturaleza debe conservar la pureza de la creación y no la deformación que hace de ella la depravación del hombre.
¿Es válido, a la luz del pensamiento cristiano, la donación de órganos? Es comprensible que ante la posibilidad de extender la vida y mejorar las condiciones de ella, se tenga que recurrir a un trasplante de órgano. A luz del pensamiento cristiano, es válida la posición de la persona afectada al recibir un órgano de otra persona; es válida la opción de algunas personas de desear que sus órganos sean donados después de su muerte.
Al considerar el sufrimiento que en algunos casos conlleva, el deterioro de la condición de vida. Se puede interpretar, que los pensamientos cristianos, avalan por mejorar las condiciones de vida de los que necesitan imperiosamente este mecanismo para sobrevivir. El mejor don de Dios es la vida, por lo tanto preservarla y mejorar sus condiciones es una obligación del creyente. Mientras todo se mantenga bajo los aspectos legales, y conductas éticas razonables, el cristianismo no puede oponerse a tal solución. Donde esta la oposición de los cristianos, en el manejo del lucro que hacen que grupos inescrupulosos acuden a medios ilícitos para proveer los órganos. El secuestro de seres inocentes, para arrancarles sus órganos o el asesinato de personas, para proveer el mercado de órganos, no es una opción que el cristianismo pueda avalar.
El don de la vida, debe ser preservado, bajo las cláusulas que Dios dio al hombre, por lo tanto, el hombre no tiene derecho a quitar la vida de otros seres, para ayudar a los necesitados a mejorar sus condiciones. La oposición del cristianismo no debe estar en la donación de los órganos como tal, sino en la forma que estos se consiguen, a la vez en el comercio que tras de ellos se han gestado.
No puede ser ético por mejorar las condiciones de aquellos que tienen los recursos de hacerlo, se tenga que utilizar medios ilícitos para proveerlos. La defensa de los valores y de la vida, debe ser los principios fundamentales del cristianismo.
¿Tiene validez el uso de la conciencia para no cumplir con algunos deberes cívicos? La problemática de cumplir con algunas disposiciones que el estado impone a sus ciudadanos, para algunos se torna complicado y va contra sus "principios" argumentan y aducen objeción de conciencia, ayudados por sectores proselitistas anarquistas o radicales.
¿Hasta dónde el hombre puede hacer valer sus principios de conciencia? La sociedad entrega a sus componentes derechos y recursos, para que puedan desenvolverse adecuadamente dentro de las posibilidades; la seguridad, vías para desarrollar sus capacidades individuales; oportunidades para mejorar sus condiciones de vida. Por el otro lado la persona individual, debe cumplir ciertas disposiciones para que la sociedad donde se encuentra involucrado se siga desarrollando y creciendo. Para lograrlo necesita seguridad, interior y exterior, a lo cual deben recurrir a cierto números de sus componentes para cumplir ese aspecto.
¿Puede algunos de sus componentes negarse a cumplir estos deberes? ¿Es válido recurrir la fragmentación de la enseñanza cristiana para fundamentar su posición? Jesús dijo: "dad al Cesar, lo que es del Cesar y Dios lo que es de Dios" (Lc. 20.25). De la misma enseñanza en su relación con los soldados romanos, nunca le increpó sobre su oficio y sino los incriminó a que cumplieran con honestidad sus deberes. Deduciendo el comportamiento de Jesús, no es que avalara la seguridad del estado, sino que reconocía en el estado ciertos derechos inalienables para hacer cumplir ciertas normas a sus ciudadanos.
El creyente debe ser amante a la paz, por naturaleza, debe conciliar las posiciones divergentes, y tratar de consensuar las situaciones peligrosas. Pero a la vez cumplir con los deberes que la sociedad le impone, no solo abusar de los derechos, sino con responsabilidad imponer su criterio en cumplimiento del deber cívico.
Lo que debe procurar la iglesia es la defensa de la igualdad de todos los miembros de la sociedad, la reciprocidad en cumplimiento de las obligaciones. Hacer que la sociedad sea justa y equitativa con todos sus miembros. Labor del creyente es impulsar a través de los principios de la fe, leyes justas y que sean cumplidas por todos sin excepción, no importando clases sociales, educacionales, étnicas, en cumplimiento que ante Dios no hay acepción de personas.
Juan Salgado Rioseco

domingo, 25 de abril de 2010

¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?

Esta interrogantes es una de las tantas condicionantes Paulinas, ¿Cuál sería la respuesta correcta o más acertada? Para lograr una respuesta atinada, debemos definir lo que es un templo, para así, responder si somos verdaderamente un templo de Dios o cuan alejado estamos de serlo.

La palabra “templo” se emplea como nombre, denotando un lugar sagrado, lo que puede implicar a todo un edificio con sus recintos, o alguna parte del mismo como sagrados; diferente a la palabra “santuario”, que se utiliza para indicar un lugar interior de un recinto sagrado exclusivo, como era el Lugar Santísimo en el Templo.
Los escritores del Nuevo Testamento utilizan la palabra “santuario” en un sentido metafórico: por Cristo de su propio cuerpo físico; de la Iglesia, el cuerpo místico de Cristo; de una iglesia local; del actual cuerpo del creyente individual; del templo visto en visiones en el Apocalipsis; del Señor Dios Todopoderoso y el Cordero, como el Templo de la nueva Jerusalén celestial.

Por metonimia el cuerpo del creyente es un “templo”, o sea, un lugar sagrado, para recibir tal distinción debe ser: consagrado, santificado, venerable, santo. Y el corazón del creyente viene hacer el “santuario”, o sea, el tabernáculo exclusivo del creyente, el lugar santísimo donde mora el Espíritu Santo, el cual fue comprado a precio de sangre. De ahí, la seria advertencia del Apóstol Pablo con referencia a “si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es”.

¿Cómo podemos destruir el Templo de Dios? A través de los falsos maestros que enseñan doctrinas impías, las falsas enseñanzas corrompen, contaminan, y destruyen el edificio que ha sido edificado en el fundamento de Omnipotente y siendo su piedra angular Cristo Jesús, a la vez, Dios lo ha santificado por la sangre de Jesucristo derramada en la cruz; por lo tanto, el templo del creyente debe mantenerse puro y santo para Dios sin adulteración de ninguna especie. Los que difunden, aceptan o practican los principios cristianos de fe en forma relajada, liberal o disolutos, hacen impío al templo de Dios, por lo tanto, a la Iglesia de Cristo, acarreándose destrucción a sí mismos a través de la ira de Dios.

Cristo mora por su Espíritu en su santuario, o sea, en el corazón de todos los adoradores verdaderos, estos han sido llamados a ser santos por profesión de fe, a ser puros y limpios de corazón y de conversación. Sin embargo, aquellos que llevan la fe en forma corrupta o licenciosa, se engañan a si mismo, creyendo ser un verdadero servidor de Cristo y templo del Espíritu Santo, no solo profanan su propio cuerpo, sino que mancillan la Iglesia visible de Cristo. El genuino templo de Dios se preocupa por la santidad personal, la paz y la pureza de la Iglesia; busca el crecimiento espiritual en lo personal como del Cuerpo de Cristo; se desarrolla en los carismas del Espíritu Santo; se potencia en la capacitación que le ha dado el Espíritu de Dios para servir en la Iglesia de Cristo.

Un gran porcentaje de creyentes, al igual que los de corintios del primer siglo, están prontos para decir: “Todas las cosas me son lícitas”, u otros, se creen salvos siempre salvos, permitiéndose toda clase de licencias, para transgredir los mandamientos de Dios, sin que en sus conciencias tengan algún pesar por estos actos licenciosos, y lo más penoso es que están autoconvencidos que son participes de las bendiciones y promesas del Altísimo, al mismo tiempo herederos de la vida eterna; cuan equivocados se encuentran, el mismo Apóstol Pablo se opone a este peligroso autoengaño. Este tipo de creyentes han vuelto a esclavizarse a la ley del pecado, por que han descuidado la salvación de Dios, han perdido la libertad que Cristo les ha ofrecido, al ponerse bajo el poder de sus propias concupiscencias.

Los genuinos creyentes deben tener la convicción que el cuerpo es para el Señor: Templo de Dios, morada del Espíritu Santo; instrumento de justicia para santidad, y una pieza clave para el servicio de Cristo, por tanto, no debe ser un elemento de pecado para coronar de gloria al hijo de perdición.

La esperanza de la resurrección en gloria debe guardar a los cristianos de deshonrar sus cuerpos con lujurias carnales. Si tenemos o proseguimos con una conciencia licenciosa, estamos profanando el templo de Dios, con tal postura o forma de pensar, agraviamos y defraudamos a Dios. Nuestro deber es mantener nuestro templo en forma sagrado, no debemos seguir errando, debemos erradicar todo lo ilícito del santuario del Espíritu Santo, llámese fornicación, idolatría, toda clase de homosexualismo, robos y hurtos, avaricia, borracheras, estafas, palabras maldicientes, adulterio, inmundicia, lascivia, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, orgías, y cosas semejantes a estas; los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él, nuestro deber es huir del pecado, especialmente de la fornicación, debido a que este tipo de pecado atenta contra el propio cuerpo.

Debemos tener siempre presente que hemos sido lavados por la sangre de Jesús de tales cosas, santificados para ser templos de Dios, santuario del Espíritu Santo, más aun, justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios; para mantenernos como un templo de Dios, no debemos dejarnos de dominar por aquellas cosas que son abominación a los ojos del Eterno y soberano.

Cobra importancia para estos tiempos la siguiente pregunta bíblica “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?”, la respuesta, que es transcendental para nuestra vida, la encontramos en la misma Palabra de Dios “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.”

El Apóstol Pablo nos exhorta a no unirnos en yugo desigual con los incrédulos, para mantener nuestro templo fuera de fuegos extraños, y nos hace un llamado a la conciencia con algunas interrogantes: “¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos?, aseverándonos o recordándonos que somos templo del Dios viviente. Es indebido que los creyentes mantengan relaciones más allá de las estrictamente necesarias, con los inconversos y profanos, menos con los blasfemos a la obra de Dios. En esta situación, se necesitan Pastores conforme al corazón de Dios, que no solo adviertan, sino eduquen a las ovejas de su redil a no unirse en yugo desigual de diferentes índoles, por las consecuencias angustiosas que estas traen consigo. No debemos corrompernos, juntándonos con quienes se contaminan a sí mismos con pecado; evitémonos profanar el templo de Dios, debemos asumir y actuar con la dignidad de un verdadero embajador e hijo o hija de Dios.

“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.”

Preguntémonos si nuestras esperanzas están fijadas en Jesús conforme a la doctrina de la enseñanza de Cristo. ¿Estamos consagrados a Dios como templos santos por medio de Él? ¿Somos morada de Dios en el Espíritu? ¿Llevamos los frutos del Espíritu en el templo de Dios?

Debemos tomar conciencia lo que es ser “templo de Dios y morada del Espíritu Santo”. El verdadero “templo de Dios”: no enciende cualquier fuego delante de Él; no sirve con ilicitudes humanas; no direcciona la fe para satisfacer los intereses personales; no corrompe lo espiritual para satisfacer lo carnal; no se apropia de las cosas y de los bienes que pertenecen a Dios, con el fin de engrosar los bienes personales; no malversa la esperanza que Dios ha puesto en nosotros, al elegirnos como templos de Dios y morada de su santo Espíritu.

Estaremos preparados para responder con cabalidad la interrogante con que iniciamos este artículo. ¿Qué piensa usted?

Juan Salgado Rioseco

¿Crisis de Fe o el accionar del viejo hombre?

Los últimos acontecimientos han estremecidos los más hondo del alma de la sociedad chilena: el quinto terremoto más grande del los últimos dos siglos; Tsunami que destruyó gran parte de la costa central del país; terremoto social, los saqueadores salieron de todos los estratos sociales; terremoto espiritual, de la masa vandálica, un gran número de ellos eran hombres, mujeres y jóvenes que asisten regularmente a comunidades evangélicas. Las excusas mas insensatas se han oído para justificar las acciones deplorables de los saqueos, robos, violencias sexuales, la más común “tengo que tener alimento para mis niños”, ¿hambruna a menos de 24 horas de ocurrido el terremoto?, algunas ciudades se transformaron en ghetos sus calles, para la defensa de las propiedades, donde aparecieron cualquier tipo de arma con el objeto de aplicar la ley del talión; para cada una de estas acciones encontramos una justificación, algunas argumentadas por una excelente semántica. El verdadero creyente “No puede justificar lo injustificable”.
Este cataclismo desnudo el alma de los chilenos, la falta de principios y valores morales, la falta de fe, la falta de conocimiento de la Palabra de Dios, la falta de un liderazgo integró y ético, nos llevaron a la vergüenza nacional.
Lo más doloroso de todo esto, que parte de esta masa sin control, participaron miembros de comunidades evangélicas, especialmente en la octava región, los que se han sentado en sillas de los escarnecedores; como testimonio de estos actos, en los patios de estos insensibles espirituales: están las despensas atiborradas de mercaderías, los carros de los supermercados saqueados o la nueva ropa, o el nuevo menaje a la vista de los ojos de los visitantes, como medalla olímpica del desgranamiento espiritual. Han profanado el templo de Dios con los actos de la carne, han vuelto a ser esclavos del pecado.
El alma de los creyentes genuinos, gime de dolor, pero nadie los puede intimidar. Hay que mantener la santidad del templo, hay que levantar la voz con autoridad moral y valentía, decir malo a lo malo, bueno a los que realmente es bueno de acuerdo al interés bíblico permanente y no influenciado por el acontecer del momento. Hay que limpiar el templo erradicando el pecado. Hay que purificar el templo, donde debe volver la santidad, el temor de Dios y más aun creerle a Dios.
¿Por qué es importante creerle a Dios? en las Escrituras encontramos que Dios avisa antes de tiempo, en el tiempo y fuera de tiempo los acontecimientos; Dios, especialmente en las diferentes comunidades evangélicas había advertido y prevenido estos acontecimientos y a través de sus instrumentos había ordenado de guardar víveres no perecibles, agua, artículos para tener luz, medicina para especialmente para los niños, porque vendría una gran catástrofe al país: terremoto, maremoto, escases de alimentos, epidemias, habría dinero pero no serviría, etc. Fueron lo mínimos los que obedecieron a la voz de Dios, un resto clamo por misericordia ante los hechos consumados, pero otros se sumaron a las huestes malignas para llevar un mendrugo de víveres a su hogar vendiendo su alma a Satanás, porque no le creyeron a Dios y no obedecieron a su santo Espíritu, el miedo al hambre y el aprovechamiento de las circunstancias pudo más que confiar en Dios.
Analizando los sucesos de este cataclismo y sus efectos desde el punto vista valórico cristiano: la falta de Temor, de fe, ignorancia de la Palabra de Dios, no tener lideres influyentes e idóneos conforme al corazón de Dios, el liberalismo humanista cristiano para justificar los hechos, y la falta oportuna de orientación ética cristiana, se dejaron ver en el accionar de aquellos que dicen servir a Dios, pero que se dejaron arrastrar por los agentes del mundo de las tinieblas, dejando no solo destrucción sino que un gran cataclismo espiritual en sus vidas.
El padre de las misericordias tenga compasión con la iglesia de hoy.
Juan Salgado Rioseco

Dios Santo y el Pecado (Parte VII)

El Servidor de Dios no debe quebrantar la Ley del Eterno y Santo para ser victorioso en la lucha contra el pecado. “ Ahora bien, ¿debe...