“Porque
por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don
de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” (Efesios 2:8,
9).
“Porque
la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, …” (Tito
2:11).
El apóstol
Pedro nos insta a “anunciar las virtudes
de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”, una de estas
virtudes es su “Gracia”, clasificada por los exegetas de las Escrituras como un
atributo moral o comunicable de Yahvéh.
L. Berkhof,
define que: “Los atributos de Dios son
las perfecciones que son reveladas del ser divino en las Escrituras o que son
visiblemente puestos de manifiesto por Dios en las obras de su creación,
providencia y redención.”1
La
concordancia Strong dice: Gracia (“jaris” 5485): "La influencia divina sobre el corazón, y su reflejo en la vida,".
La “Gracia”
se puede definir como el acto misericordioso de Dios por el cual ofrece
salvación gratuita y vida eterna a todos los pecadores arrepentidos que ponen
su fe en Jesucristo para ser salvos. Hemos sido perdonados, justificados y reconciliados,
mediante el don inmerecido de Dios, no como el resultado de algún esfuerzo
humano o alguna habilidad, o porque nosotros hallábamos elegido o ejecutado un
acto agradable de servicio, “Así que no
depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.”
(Ro. 9:16). Solo a través de la “Gracia
de Dios”, hemos alcanzado el status de Hijos de Dios, porque ella es la fuente
de toda bendición espiritual.
“La
gracia en la Biblia. La expresión hebrea que es traducida comúnmente por gracia
es “hen o hesed”. En el Antiguo Testamento implica en primer lugar una actitud
magnánima de benevolencia gratuita por parte de Dios que se concreta luego en
los bienes materiales que el receptor de tal gracia obtiene.” (Wikipedia,
la enciclopedia libre)2.
En relación
a la salvación “La gracia de Dios” se ha manifestado tanto universal como
individualmente; se puede decir que es el don que Dios concede al hombre para
que alcance su salvación, que se concreta sin ningún merecimiento en particular.
Es por eso que el apóstol Pablo escribió en su carta a los Efesios “Porque por gracia
sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no
por obras, para que nadie se gloríe.” (2:8, 9). Sin embargo, ese Don de
Dios, tuvo su precio para el Creador: Jesucristo, mediante su redención. (Ro.
3:24).
A través del
estudio de algunos pasajes bíblicos, podemos escribir que: “Por gracia tenemos
acceso a la salvación”, “Por gracia salió el mensaje de la salvación al mundo”,
“Por gracia pecadores reciben la salvación en Jesucristo”, “Por gracia somos
justificados”, “Por gracia somos ricos de bendiciones espirituales”.
El apóstol
Pablo escribió: que fue encomendado por el Señor Jesús, para dar testimonio del
evangelio de la gracia de Dios. (Hch. 20:24), “que por gracia hemos sido salvados, a fin de poder mostrar en los
siglos venideros las sobreabundantes riquezas de su gracia por su bondad para
con nosotros en Cristo Jesús, porque por gracia hemos sido salvados por medio
de la fe y esto no de nosotros, sino que es don de Dios, no por obras, para que
nadie se gloríe.” (Parafraseado Ef. 2:5-9). Por lo consiguiente: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz
para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos
entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, …”. (Ro. 5:1, 2).
El apóstol Pablo reconoció la importancia haber recibido y vivido por el Don de
la Gracia: “Pero por la gracia de Dios
soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien he
trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en
mí.” (1Co. 15:10 LBLA).
En la
realidad la “Gracia de Dios” se encuentra a través de "la Justicia de
Dios". (Ro. 3:21-26). En "La Ley del Espíritu Santo". (Ro.
8:1-2; Gá. 3:2-5). En "La Ley de
Cristo". (1 Co. 9:21; Ga. 5:14; Mt. 7:12; 22:40; Stgo. 2:8). En la
"Libertad en Cristo". (Gá 2:4; 5:1, 13). En "El pacto de la
libertad". (Gá 4:22-26).
La “Gracia de Dios” y su relación con el
hombre.
Es en las
palabras de Jesús de Nazaret, donde se refleja el mensaje de la “Gracia de
Dios”: el ofrecimiento de la vida eterna,
a través del amor de Dios, por creer en su hijo, ofrecido en sacrificio para perdón
de nuestros pecados. (Jn. 3:16; 1 Jn.
4:9-10).
La “Gracia de Dios”
es el manantial de todas las bendiciones espirituales concebidas a los
pecadores: “para alabanza de la gloria de
su gracia, … según las riquezas de su gracia”, “para mostrar en los siglos
venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad” (Ef. 1:6-7; 2:7-9);
“Porque la gracia de Dios se ha
manifestado para salvación a todos los hombres,” “para que, justificados por su
gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.”
(Tit. 2:11; 3:4-7).
La “Gracia
de Dios” se manifiesta a todos los hombres. (Tit. 2:11-14), en la obra de redención
de Cristo. (Juan. 1:16, 17; Ro. 3:24; 5:21), en la obra de la Iglesia. (Ef.
2:8, 9; Ro. 3:20-28; 4:16; Gá. 2:16), en la Palabra de su gracia, que tiene
poder. (Hch. 20:32) y en la influencia del pueblo de Dios. (Mt. 5:13-16).
La gracia de Dios, es
manifestada hacia el hombre natural en diversas maneras: en su
provisión de salvación. (1 Jn. 2:2); en su provisión de las Escrituras. (Os.
8:12; Dt. 29:29); en su paciencia al ser humano pecador, al retrasar el castigo
al pecado. (2 Pe. 3:9); en la obra que el Espíritu Santo realiza en relación al
hombre. (Jn. 16:8-11).
Aquella persona que
se ha arrepentido y convertido al Dios, a través de creer en nuestro Señor Jesucristo,
debe tener la convicción plena que, por gracia, se alcanza el camino de la
redención. (Ro. 3:24; 2 Co. 8:9); se recibe el mensaje de redención. (Hch. 14:3);
se recibe el don de Dios en Jesucristo. (Hch. 18:27); se es justificado. (Ro.
3:24; 4:16; Tit. 3:7); se heredera la salvación. (Ef. 2:8; Tit. 2:11).
La “Gracia de Dios” trae consigo beneficios,
bendiciones y promesas, celestiales en
Cristo. (Ef. 1:3-14), al que sirve con integridad a Dios, a Jesucristo y
a la Iglesia de Dios en Cristo Jesús, se nos: recibimos la promesa del Espíritu Santo. (Gá 3:2) con su respectiva unción del
Santo, dando la garantía de que pertenecemos a Jesucristo y nos ha ungido para
su servicio. (1 Jn. 2:20; 2Co. 1:21); da dones para ser más capacitados y
eficaces en su obra. (1 Co. 12; Ro. 12:3-8); da la seguridad de recibir la
plenitud de Dios. (Jn. 1:16-17); salva, a través del generoso amor y bondad de
Dios. (Tit. 2:11; 3:4-7); da vida Eterna. (Jn. 3:16); declara justos, por haber
recibido su aprobación mediante un solo hombre, Jesucristo y por mantenerse en
este generoso amor. (Ro.5:17; 1 Pe. 5:12); perfecciona y capacita. (Tit.
2:11-12); da mejores promesas. (He. 8:6).
Vivir y crecer en la Gracia de Dios.
La gracia es un don admirable, su
misericordia es inmerecida. No hay nada que podamos hacer para obtenerla y
justificarnos delante de Él. La única manera de vivir y crecer en la Gracia de
Dios es a través de la Fe. El apóstol de los gentiles, en su carta a los Gálatas
nos escribe, para que la “Gracia de Dios” este a nuestro favor debemos:
permanecer firmes y sin volver al sistema de esclavitud. (Gá. 5:1); usando la libertad para servir. (Gá. 5:13); amando a nuestro prójimo. (Gá. 5:14); controlados por el Espíritu Santo, no por la carne. (Gá. 5:16; Ef. 4:18); no dar lugar a
la vanagloria. (Gá. 5:26); restaurar
al caído. (Gá. 6:1); sobrellevando
las cargas de los otros. (Gá. 6:2, 3);
sometiendo a prueba y llevando nuestra propia carga. (Gá. 6:4-5); compartiendo con los
demás. (Gá. 6:6); sin cansarnos
de hacer el bien. (Gá. 6:9-10). Debido a que la hemos
recibido en vano. (2 Co. 6:1; 12:9); la que
nos hace aguardar con esperanza dichosa la manifestación gloriosa de nuestro
gran Dios y Salvador Jesucristo. (Tit. 2:13). Por lo consiguiente, debemos seguir el
consejo del escritor del libro de los Hebreos, nunca dejarnos de congregar para
que la “Gracia de Dios” permanezca activa en nosotros. (He.10:25).
Debemos asumir para el beneficioso de nuestra fe, que la verdadera
fortaleza es la “Gracia de Dios” obrando en nosotros, no por habilidades o talentos
ni aptitudes personales. No existen méritos para avanzar por sí mismo en el
camino del Señor, solo a través de ella. Creciendo en la gracia es crecer en la
semejanza de Cristo a través del poder del Espíritu Santo.
Las
enseñanzas de las Escrituras respecto de la “Gracia de Dios” acentúan el hecho
de que Dios distribuye sus bendiciones a los hombres de una manera gratuita y
soberana, ni por méritos humanos.
Juan Salgado Rioseco
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