lunes, 19 de julio de 2010

El creyente bajo la doctrina de Dios o la voluntad Humana

En el Evangelio de Juan está escrito: “Mas a la mitad de la fiesta subió Jesús al templo, y enseñaba. 15Y se maravillaban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado? 16Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. 17El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta. 18El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia.” (Jn. 7:14-18)
La predicación del Señor Jesús estaba constantemente dirigida hacia la enseñanza de la Palabra de Dios, en ese momento representada por la Ley de Moisés, los escritos de los profetas, y los Salmos, eran ellas sus fuentes, lo que Dios había hablado anteriormente a su pueblo a través de Moisés y los Profetas (He. 1:1). Los eruditos de las Escrituras de aquel tiempo, representados por la clase sacerdotal, escribas, y por las sectas religiosas de los saduceos y fariseos utilizaban las mismas fuentes, pero el sentido de ellas eran diferentes a las enseñanzas del nuevo Rabí, Jesús mismo alertó a los suyos sobre las doctrinas de los fariseos y de los saduceos (Mt. 16:12). Tenían una visión diferente a los principios de Dios, habían llegado a esa situación por factores externos, habían implementado un sistema gravoso de interpretación de la Ley, (Mt. 23:1-36; Lc. 11:46).
La palabra había quedado sin el espíritu guiador del Espíritu de Dios; la misma cultura había cambiado, ya no era la cultura simple basada en su religión, sino en un sincretismo de influencias: primero la tradición de sus padres; las costumbres traídas del exilio babilónico; la influencia de los griegos a través del Seleucidas y Tolomeos; las costumbres de los romanos; las de los judíos de la diáspora, repartidos por toda la cuenca del Mediterráneo, introducían en las costumbres de los judíos de Palestina hábitos diferentes a la idiosincrasia del pueblo de Dios.
El fruto de todos estos factores: “Una letra muerta y gravosa, era una religión sin el Espíritu vivificador de Jehová”, Pablo en Ro. 7:6 lo escribe así: “ Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra”, la Iglesia primitiva también vivió un proceso similar, Pablo advirtió a los hermanos de Colosas a tener cuidado que nadie los engañara “por medio de filosofías y huecas sutilezas, según tradiciones de los hombre, conforme a los rudimentos del mundo”.(Col. 2:8)
Si analizamos la situación actual de la Iglesia de Cristo, y la comparamos con la época de Jesús, vamos encontrar varios puntos de coincidencia, muchas veces criticamos, bajo algunos aspectos bíblicos, el accionar de otros y nos hacemos competentes por nuestras propias capacidades o lugares de privilegios que hemos alcanzado y no por el fruto propio de las doctrinas de Cristo, Pablo bien lo decía en 2 Co. 3:5: “no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, 6el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.” Muchas veces confundimos las enseñanzas de Jesús e imponemos dogmas de hombres, basado en las tradiciones y la cultura, el resultado de esta situación es el cáncer del divisionismo y de la critica sobre el obrar de otros, es la gangrena de estos tiempos, sometiéndonos “a preceptos tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques.” (Col. 2:20, 21)
¿Porque esta situación? Simplemente al hombre le falta el verdadero conocimiento de Dios; su entendimiento no alcanza a visualizar los verdaderos planes de Dios; su comprensión es limitado por sus propios razonamientos; su proyecto de cristianismo es producto de sus debilidades, influenciados por su cultura, sus tradiciones, sus intereses personales; es de doble animo, “fluctuante, llevados por doquiera de todos viento de doctrina, por estratagema de hombres,” (Ef. 4:14). Ha mal interpretado la Palabra de Dios, su perspectiva de cristiano la ha empequeñecido, por la falta de dirección divina, por que en su interior no tiene las vivencias del espíritu de vida, en otras palabras es un hombre de Dios con proyectos en el valle de los huesos secos, es por eso, que Pablo instaba a los creyentes de su tiempo (Ef. 5:14) “Despiértate tú que duermes, y levántate tú que duermes y te alumbrará Cristo”.
El hombre que sigue su propia voluntad le falta el ingrediente del entendimiento, a igual que los discípulos: “Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras;... “(Lucas 24:45), y además de una vida genuina en el espíritu de vida (Ro. cap. 8), el apóstol Pablo instaba a los Efesios a ser sabios y no necios, a ser entendido y no insensatos (Ef. 5:15-17), de la voluntad del Señor.
La visión del hombre es empequeñecida por la absurda ambición del poder absolutista, dictatorial, del autoritarismo, del dominio de las ideas y la permanente subyugación del más débil, la Biblia refleja esta situación en la Tercera carta de Juan en sus versículos 9-10.
La visión de Dios es el engrandecimiento del hombre a través de la glorificación de su Hijo, y del Espíritu libertador que el Creador entrega a aquellos que se esmeran de encontrar a través del conocimiento los grandes misterios encerrados en las Sagradas Escrituras: “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres;...” (Juan 8:31-32).
Dios libera al hombre y revoluciona su vida bajo el contexto que el hombre es esclavo del pecado, y este lo mantiene atado al servilismo de dogmas, ritualismos, legalismos y reglas de interpretación contrarias al pensamiento de Dios. Conocer la verdad es conocer el amor de Dios que se revela en Jesús para salvar a los seres humanos, librándolos de la esclavitud del pecado (Gá 4:7). La libertad de Dios empieza cuando el hombre decide liberarse del oprobio que produce los dogmas institucionalizados, impuestos por hombres carentes de la visión de Dios, y la única arma eficaz para vencer aquellos muros es el conocimiento de la palabra de verdad, entonces el hombre predicador estará en condiciones de ser el verdadero dispensador de la palabra que Dios necesita para proseguir su obra. (2 Ti. 2:15).
Ritualismos, legalismos, normas, dogmas, postulados, estatutos rígidos de disciplina, sectarismo, es la contextualización moderna de los antiguos Fariseos, hoy como ayer perduran dentro de la Iglesia quistes que impiden la verdadera libertad de Cristo (Jn. 8:36), de una u otra forma las jerarquías eclesiásticas, las costumbres culturales, y la rutina convertida en tradiciones, han vuelto a colocar al hombre de Dios las esposas de la esclavitud, el apóstol de los gentiles aconsejaba a su discípulo Tito: “no atendiendo ... , ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad”, (Ti. 1:14), debemos presentarnos “como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir”(Ti. 2:7,8), del hombre de Dios, y como exhortaba a sus hermanos de Galacia: “Estad, pues, firme en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”, (Gá. 5:1), así debemos comportarnos los Hombres de Dios delante de la Palabra de Dios, que ninguna atadura nos impida usar bien la Palabra de verdad desde los púlpitos, “... de modo de que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra”, la letra es la que el hombre impone por su sabiduría humana, que obliga al creyente volver a la esclavitud opresora de los pensamientos, de las actitudes, de la forma de llevar la vida personal, incluso de alimentarnos y vestirnos, que vigente se encuentra la pregunta de Pablo a los de Galacia “¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?” (Gá. 4:9); la letra del hombre da más importancia a la apariencia externa que a la libertad de Cristo que debe haber en nuestro interior, ¡Cristo nos hizo libre! Con el propósito de agradar “al prójimo en lo que es bueno, para edificación.” (Ro. 15:2).
El hombre de Dios ha perdido la visión y el camino en la enseñanza de la doctrina de Cristo Jesús, unos de los principales mandato entregados es “enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado;... “(Mateo 28:20); el hombre de Dios se encuentra en la disyuntiva de seguir por sendas que tarde o temprano lo llevaran al antagonismo con la misma Palabra de Dios, o reformular sus métodos y enfrentar los cambios radicales para volver a las sendas del Maestro, a ser sensato y entendido, comprobando lo que es agradable al Señor (Ef.5:10) y a renovar en el espíritu de su mente (Ef.5:24).
La oración permanente de Pablo era que el “amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor,” (Fil. 1:9), oraba por los Colosenses para que fueran llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia, ... creciendo en el conocimiento de Dios, ... hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo” (Col. 1:9,10; 2:2).
En que lugar se encuentra Ud, estimado lector: bajo la voluntad del humanismo racional, dogmático, tradicionalista, esclavo de los preceptos y normas impuestas por la sabiduría del hombre, sumido nuevamente en la esclavitud de los hombres; o en la voluntad de la Palabra de Dios, que edifica, crece, para morada de Dios en el espíritu, que es libre “12a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, 13hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;... 15... que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, 16de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor. ”. (Ef. 12-13, 15-16).

Juan Salgado Rioseco

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