domingo, 20 de marzo de 2016

La iglesia ha sido intervenida por los religiosos carnales.


“Y todo sometió bajo sus pies, y a Él lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia,” (Efesios 1:22, LBLA).
 “y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.” (1 Corintios 3:23, LBLA).
 “sino que, hablando la verdad en amor, crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo,” (Efesios 4:15, LBLA).
“y habéis sido hechos completos en El, que es la cabeza sobre todo poder y autoridad; …” (Colosenses 2:10, 19, LBLA).
“Pero quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo, y la cabeza de la mujer es el hombre, y la cabeza de Cristo es Dios.” (1 Corintios 11:3, LBLA).
La Palabra de Dios nos enseña que Jesús, “el Cristo”, es la autoridad máxima de la congregación de Dios en la tierra, no hay autoridad terrenal que este al mismo nivel y menos superior a la autoridad de Jesucristo, “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.” (Mt. 28:18) y “nadie puede colocar otro fundamento además del que está colocado, el cual es Jesucristo.” (1 Co. 3:11), el Todopoderoso en su voluntad y soberanía “le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Flp. 2:9-11). En las horas más amargas Jesús “Retirándose un poco, cayó sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa.  Pero no sea como yo quiero, sino como tú.” (Mt. 26:39, Peshitta). El mismo lo enseñó “Porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad sino la del que me envió.” (Jn. 6:38 NVI). La soberanía de Dios representa la capacidad de poner en práctica su santa voluntad o supremacía. Es deber de todo adorador en espíritu y en verdad someterse a la voluntad del Creador y acatar la soberanía del Todopoderoso y Eterno.
En las Escrituras leemos “Porque muchos son llamados, pero pocos son escogidos.” (Mt. 22:14 RVG), este texto nos da a entender que existe tres grupos de personas a los ojos de Dios: los no llamados, los llamados y de estos los escogidos. En los escritos del apóstol Pablo encontramos estos tres grupos identificados como: el hombre natural (1 Co. 2:14), el hombre carnal (1 Co. 3:1) y el hombre espiritual (1 Co. 2:15).
El hombre natural vive de acuerdo con lo natural. Su intelecto y sus emociones lo gobiernan, es inconverso. No percibe las cosas del Espíritu de Dios; porque le son insensatez; ni las puede conocer, por cuanto se disciernen espiritualmente. El “hombre natural” es completamente incapaz para entender las cosas reveladas, porque no ha recibido al Espíritu que es de Dios. Jesús dijo, "De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios" (Jn. 3:3).
La frase "hombre carnal" fue usada por primera vez en el texto bíblico de 1 Co. 3:1, se refiere a cristianos que no han crecido espiritualmente, o personas inmaduras espirituales, o sea, un hombre carnal es un niño en las cosas espirituales, propenso a cometer errores. El cristiano carnal es uno que no ha nacido en el Espíritu, está dominado aun por los deseos de la carne, vive de acuerdo a la vieja naturaleza, no obedece a la voluntad de Dios, no crece espiritualmente, no madura y no se puede cuidar a sí mismo, por lo tanto, no puede agradar a Dios, (Romanos 8). No sabe distinguir entre el bien y el mal, se guía más por las intenciones del hombre natural, dejando a un lado las cosas espirituales.
Un corazón no transformado y una vida de carnalidad llevará a los hombres o mujeres al infierno. “Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia” (Ef. 5:6).  La carnalidad del hombre no es removida por medio de la conversión, debe ser removida por medio de la obra de santificación, Pablo dice, "pues la voluntad de Dios es vuestra santificación" (1 Ts. 4:3). El hombre o mujer carnal esta siempre en conflicto con la Voluntad de Dios (Gá. 5:17, Ro. 8:7); es la fuente del pecado (Jer. 17:9, Mr. 7:21-23); se desvía constantemente de Dios (Jer. 8:4-5); siempre está al borde de lo prohibido (Ro. 7:5-8, 14-25).
El hombre o la mujer espiritual crucifica continuamente los deseos de la carne, ha recibo al Espíritu Santo y está viviendo bajo su dirección, es un ser espiritual, lo discierne todo, anda en el Espíritu, todo lo hace bajo el control del Espíritu, busca la perfección en el diario vivir y va alcanzando la madurez a medida que su amor por Dios crece hasta lograr la aprobación de Dios. Se esmera en agradar al Eterno y Soberano, se esfuerza vivir conforme al corazón de Dios.
Casi al termino del sermón del monte, Jesús dijo lo siguiente “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” (Mt. 7:21-23).
En las palabras de Jesús, podemos notar, que existen dos clases de creyentes en el interior del Cuerpo de Cristo: los que HACEN LA VOLUNTAD DEL PADRE, son los que por esencia hacen de la obediencia su norma de vida y los que se GUIAN POR SU PROPIA VOLUNTAD, son aquellos que acomodan los ritos o prácticas religiosas a sus intereses personales.
Este segundo grupo, por sus manifestaciones son los que tienen cierta notoriedad entre los neófitos de la fe o los incautos, debido a que encandilan a estos últimos por la falta de experiencia en cuanto al discernimiento entre el bien y el mal; manipulan los sentimientos de las personas que buscan solucionar una crítica necesidad, estas personas desvalidas son atraídas por una falsa expectativa de fe y la mantienen en una burbuja del falso espiritualismo. Este tipo de personas se han minimizado en el interior del Cuerpo de Cristo para satisfacer sus propias concupiscencias o deseos de la carne, y sacar ganancias personales de acuerdos a sus intereses que van desde el poder autoritarista a la usura económica, desde subyugación de las personas al culto céntrico de su persona; Se visten de religiosidad, aparentan piedad, sin embargo, son lobos rapaces que hurtan, dañan y dividen el Cuerpo de Cristo. Todas estas obras, son hechas por los “hacedores de maldad”.
Con sus obras descreditan la Iglesia de Dios en Cristo Jesús en la tierra y no permiten que el mundo crea en el verdadero Mensaje de Jesús, más que servidores de Dios son discípulos de satanás. 
Teniendo en cuenta esta realidad de la Iglesia de Dios en Cristo Jesús, el hombre carnal ha intervenido la soberanía de Dios en los asuntos de la Iglesia, relegándolo a asuntos secundarios, posicionándolo en un segundo plano; se deleitan en hacer su propia voluntad, imponiendo su irritante autoritarismo humanista a conveniencia propia; distorsionan el Mensaje de Jesús por las migajas del relativismo moral imperante; acomodan los principios primarios de la enseñanza del Maestro de Galilea por la liviandad de un espiritualismo sin fundamento, que satisface el exterior de los que acuden a ellos pero nunca solucionan los problemas interiores del hombre o mujer; han farandulizado los cultos de adoración, con reuniones que solo embrollan, con la que se pretende engañar o confundir a los que están buscando con corazones confundidos y contritos a Dios; se han vueltos activistas o simples proveedores religiosos, terminan disfrazando la verdadera misión y propósito de la iglesia con acciones individuales o una institucionales de manera cotidiana, como parte de sus obligaciones, tareas o funciones que su final es desviar a los adoradores del centro de su fe que es Cristo.
Son expertos para imponer dogmas sectarista y hábitos seculares con ropaje de religiosidad que van corroyendo los principios fundamentales de la fe en Cristo; se han instalado cómodamente, han convertido los dones espirituales en una trata comercial, han olvidado que para prosperar en la Iglesia de Cristo, primero hay que negarse a sí mismo y segundo hay que tener un espíritu de servir antes de ser servido; omiten o se olvidan de la enseñanza suprema del Maestro Jesús “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.” (Jn. 13:14-17).
No olvidemos que Dios, está buscando personas que tengan las mismas cualidades que Él halló en David, hombres y mujeres “conforme a su corazón” (1 Sa. 13:14), “Porque los ojos de Dios contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él.” (2 Cr. 16:9).

La iglesia de Dios, en Cristo Jesús, debe cumplir imperiosamente la voluntad del Padre que está en los cielos, Él ha establecido que la única cabeza de su iglesia es Cristo Jesús (Ef. 1:22), además, El mismo “y os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con ciencia y con inteligencia.” (Jer 3:15), para que las apacienten, no teman, ni se amedrenten, ni sean menoscabadas (Jer, 23:4). El hombre nunca debe olvidar que es un simple colaborador de Dios y los miembros de cada iglesia local “labranzas de Dios, edificio de Dios”. (1 Co. 3:9); por lo tanto, “servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.” (1 Co 4:2). El deber del genuino servidor de Dios es “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.” (1 Pe. 5:2-4). 

miércoles, 2 de marzo de 2016

Los Nombres de Dios




La creencia en Dios se encuentra arraigada en la fe de las personas y en el conocimiento que estas tienen de la naturaleza de la Deidad, su confianza y seguridad radica en el grado de intervención divina que tiene el creyente en forma personal, real y activa. Cuando una o parte de ellas sufren algún grado de debilitamiento por la falta de equilibrio, ya sea intelectual o espiritual, las consecuencias son impredecibles. Es por eso, que el creyente actual debe afianzar su fe plena en el Supremo Hacedor, para eso, debe percibir como Él se manifiesta a los suyos, o como se ha revelado a lo largo del tiempo y de la historia, uno de estos caminos es el pleno conocimiento de quien es realmente nuestro Dios, su esencia, su naturaleza, hasta donde puede intervenir en nuestros asuntos personales, ¿que pronto acude a nuestra ayuda?, ¿hasta dónde puede llegar esa ayuda?

Posiblemente este conocimiento no sea pleno, puede estar limitado por nuestra capacidad de entender la verdadera esencia de Dios o extremar ciertos atributos en desmedro de otros, o tomar un camino que no sea el más correcto o influenciado por nuestra razón. Uno de los caminos seguros que podemos conocer a Dios, es como se ha revelado a los hombres en el transcurso del tiempo, una de esas revelaciones es el conocimiento de su nombre en diferentes circunstancias, en la antigüedad los nombres reflejaban las características especiales que rodean a las personas.

Para el judío, el nombre de una persona representaba su carácter o describía su naturaleza. Por esto con frecuencia encontramos que se utilizan nombres o títulos para Dios, luego de un acontecimiento en que un personaje bíblico experimentara a Dios. Conocer a Dios por su nombre exigía que la persona experimentara su presencia. Los nombres, títulos, y descripciones bíblicas de Dios son indicativos de la manera en que los hombres y mujeres de la Biblia llegaron a conocerlo personalmente. Las Escrituras constituyen un registro de la revelación de Dios al hombre. Cada uno de los muchos nombres dados a Dios es parte de esa revelación.

La mente humana debe estar plenamente convencida del pensamiento de un ser transcendente, sobrehumanamente fuerte y con vida inagotable en sí mismo, de quien depende todo lo que no es Él mismo. Que tenga preeminencia, supremacía y soberanía absoluta, que sea lo más alto de todos o exaltado, que tenga majestad, poder infinito y excelencia, estas descripciones son difíciles de encontrar, todo esto está presente en los nombres que el pueblo Hebreo dio a la Deidad: El, Eloah, y Elohim (Gn. 14:18; Gn 46; Gn 14.22). Además, es un ser viviente (El Hai, Jos. 3:10), eterno o perdurable (El Olam, Gn 21.33), todopoderoso y omnipotente (El Shadai, Gn 17.1), que reina sobre todo lo que está fuera de Él (Adonai, Ex 3.14, Jos 5.14,).

Tiene el poder relacionarse íntimamente a través de un pacto personal, para poderlo invocar, con el propósito de buscar su bien (Yahvéh). Este nombre lleva el pensamiento de un compromiso maravilloso, de una mente bondadosa y paciente, aunque también imponentemente severo con el pueblo que ha escogido por el ser que se sostiene por si mismo, que fue representado en la Teofonía de la zarza ardiente en el monte de Horeb a Moisés. Es el nombre personal e íntimo de Dios, con el cual su pueblo debía invocarlo como el Señor que había hecho el pacto con ellos.

En Yahvéh encontramos a la vez la afirmación metafísica del ser eternamente presente (Yo soy el que soy), que esta en el origen y al final de toda existencia, Dios único incomparable, sin limitaciones, y la afirmación moral y espiritual de la fidelidad divina. El nombre de Yahvéh, revela con mayor fuerza su propia esencia, es el inicio, la fuente y la consumación de toda la vida, ya sea viva o inerte, en el primer cielo terrenal, o en el segundo cielo sideral, o en el tercer cielo donde se encuentra la presencia del Hacedor.

A través de combinaciones con el nombre Yahvéh, podemos revelar su personalidad y algunos aspectos importantes de su naturaleza y de su vínculo con la humanidad, describiendo la riqueza con Dios con que se muestra a su pueblo.

Muchos creyentes representan a nuestro Dios, como un Anciano de días, (Dn. 7:9), es un hebraísmo con el que se designa a una persona de edad y aspectos venerables, se refiere a Dios, como el Juez universal que va a juzgar los reinos de este mundo. Jeremías confiaba plenamente en la justicia divina, Yahvé Tsid`kenu (Jer. 23:6), (Él Señor es nuestra justicia), nombre que revela que se le imputa Dios justicia personal al suplir nuestras obligaciones y requerimientos personales para con el mismo.

Además, es el Qedhosh (Is. 1:4; 5:19), (El Santo), significa tanto la trascendencia del Ser supremo sobre la relación especial con su pueblo. Exalta su majestad, bondad y poder infinitos, que esta por encima de todo lo creado. Dentro se su santidad, nuestro Dios es celoso con los suyos (Qanna), (Ex. 34:14), indicando el intenso amor del Señor hacia su pueblo, no tolera una lealtad a medias, ni rivalidad de otros dioses u objetos de culto, (Ex.20:5), nos indica que debemos amarle y servirle de todo corazón, sin ambigüedades.

Debido a que nos santifica, Yahvé mkaddishkim (El Señor que os santifica), interviene en la purificación personal. Este nombre indica el aspecto subjetivo de Su obra salvadora o redentora. Él es el Dios de aquellos a quienes salva, los separa del pecado y los guarda para sí, a través de Jesucristo.

El desea estar presente en nuestra vida constantemente, Yahvé shama (Ez. 48:35), (El Señor esta presente), revela presencia personal "Él está presente" morando en medio de Su pueblo esto es la garantía de que todas las promesas del Señor y los anhelos de su pueblo serán cumplidas plenamente.

Dios está pendiente de los que nos sucede, solo debemos crear la necesidad que nos ve, para que pueda acudir a nuestra ayuda La esclava Agar al huir de la casa de Abraham fue encontrada por el ángel de Jehová, recibiendo la promesa de un hijo y numerosa descendencia, ocasión para conocer a Dios como EL Roi (Gn. 16:13), (Dios que [me] ve), significa que Dios ve la aflicción de sus criaturas y actúa para ayudarlas.
El Señor proveerá (Yahvé Yiréh), se presenta como la provisión que Dios da a los suyos, se encuentra reflejado en el sacrificio que Abraham hace a Dios teniendo a Isaac como el cordero del holocausto. La confianza del anciano patriarca estaba en Yahvé, la ver la mano de Dios proveer un sustituto, llamó aquel lugar Yahvé Yiréh, "Jehová proveerá" (Gn. 22:14). Siglos después la provisión de Dios se volvería manifestar infinitamente mayor: el de Jesucristo quien es el sustituto sacrifical para todo "aquel que crea". Este nombre representa la promesa a través de los siglos de los creyentes, que él "suplirá todo lo que os falta conformes a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús" (Fil. 4:19).
El salmista David confió en un nombre divino que nos habla de confianza y amor al corazón de todo creyente, Yahvé raah (Sal. 23:1), (Jehová es mi pastor), nos revela guía, protección y bondad de corazón. La figura del pastor del antiguo Oriente medio sirve para simbolizar que Dios es nuestro guía, nos alimenta, nos defiende, cuida, sana, adiestra, corrige, y está dispuesto a morir en el intento, si es necesario, como Cristo en la cruz. Las debilidades humanas nos llevan a situaciones muchas veces incomprensibles tanto espirituales como físicas, en el desierto Dios reveló como Yahvé Rofka (Ex:15:26), (El Señor tu sanador) de los que le escuchen y obedezcan, es el preservador personal que tienen los creyentes fieles a Dios. Yahvé Shalom (Jue. 6:24), (El Señor de paz), nos revela un Dios como dador de paz personal, incluye aspectos de seguridad, concordia, prosperidad, bienestar y vida vivida en plenitud.
Yahvé Sebaot (Jehová de los ejércitos), (Is. 54:5; Os. 12:6), es la soberanía plena de Dios, ya sea en el cosmos, como en su reino invisible o visible, el control personal sobre todos los poderes en el universo. Es el sinónimo de Creador Todopoderoso, de dominador Supremo, de Dueño de todo el cosmos.
 Nuestro Dios es fuerte o poderoso, Ebhir, (Gn. 49:24; Sal. 132:2,5), como lo experimento el pueblo de Israel o de Jacob, también El Gibbor (Is. 9:6; 32:18; 42:13), debido que tiene un poder militar ilimitado (Sal. 24:8). Es el Tsur (roca), de su pueblo, sugiere el rol de Dios como protector de su pueblo.
Cuando los creyentes necesitan su líder fuerte que les ayude a afrontar los difíciles momentos para poder afrontar las severas luchas espirituales, ahí está el líder celestial con su estandarte para dirigir a los suyos, Yahvé Nisi (El Señor es mi estandarte o bandera), (Ex. 17:15).
Las Sagradas Escrituras en el Antiguo Testamento, añade ciertos título o sustitutivos del nombre de Dios, nos presenta como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob (Ex 3.6), Dios de dioses (Dt 10.17), Dios de Israel (Ex 5.1), el Altísimo (Gn 14.18), el Creador (Sal 115.15), el Señor (Gn 2.4; 3.15), Juez (Sal 7.11), Libertador (Is 63.16), Padre (Is 63.16), Protector (Sal 18.2), Rey (Sal 24.7–10), Salvador (Sal 24.5), Santo de Israel (Sal 71.22), Todopoderoso (Gn 17.1; Sal 24.10). Y además le agrega ciertos calificativos: Celoso (Ex 20.5), Compasivo (Ex 34.6), Eterno (Is 40.28), Fiel (que cumple su palabra), (Dt 7.9), Invisible, Justo, Poderoso, Que todo lo conoce, Santo, Único, Viviente.
Las Sagradas Escrituras en el Nuevo Testamento le da los siguientes títulos característicos o sustitutivos a Dios: Altísimo, Juez, Padre, Poder, Rey, Salvador, Santo, Señor. También utiliza algunos calificativos como: Bueno, Eterno, Fiel (digno de confianza), Grande, Invisible Sabio.             
Existen otras maneras de conocer a Dios dentro de su Palabra como: Dios es amor, Dios es espíritu, Dios es fuego consumidor, Dios es luz. Como vemos, las formas de conocer, sentir a Dios son variadas, a través de como se ha revelado a lo largo del tiempo podemos sentir su personalidad, su carácter, su naturaleza y su vinculo con los hombres.

Los nombres de Dios en las Escrituras revelan algo de su naturaleza, su accionar o su carácter. Por iniciativa de Dios llegamos a conocerlo por experiencia a medida que él se revela. Una de las maneras de adorarlo es alabarlo y honrarlo reconociendo sus nombres.
Juan Salgado Rioseco

Dios Santo y el Pecado (Parte VII)

El Servidor de Dios no debe quebrantar la Ley del Eterno y Santo para ser victorioso en la lucha contra el pecado. “ Ahora bien, ¿debe...