“Y todo sometió bajo sus pies, y a Él lo
dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia,” (Efesios 1:22, LBLA).
“y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.” (1 Corintios 3:23, LBLA).
“sino que, hablando la verdad en amor,
crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo,” (Efesios 4:15, LBLA).
“y habéis sido hechos completos en El, que es la
cabeza sobre todo poder y autoridad; …” (Colosenses 2:10, 19, LBLA).
“Pero quiero que sepáis que la cabeza de
todo hombre es Cristo, y la cabeza de la mujer es el hombre, y la cabeza de
Cristo es Dios.” (1 Corintios 11:3, LBLA).
La Palabra de Dios nos enseña que Jesús, “el Cristo”, es
la autoridad máxima de la congregación de Dios en la tierra, no hay autoridad
terrenal que este al mismo nivel y menos superior a la autoridad de Jesucristo,
“Y Jesús se acercó y les habló diciendo:
Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.” (Mt. 28:18) y “nadie puede colocar otro fundamento además
del que está colocado, el cual es Jesucristo.” (1 Co. 3:11), el
Todopoderoso en su voluntad y soberanía “le
exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en
el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en
la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el
Señor, para gloria de Dios Padre.” (Flp. 2:9-11). En las horas más amargas Jesús
“Retirándose un poco, cayó sobre su
rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa. Pero no sea como yo quiero, sino como tú.”
(Mt. 26:39, Peshitta). El mismo lo enseñó “Porque
he bajado del cielo no para hacer mi voluntad sino la del que me envió.” (Jn.
6:38 NVI). La soberanía de Dios representa la capacidad de poner en práctica su
santa voluntad o supremacía. Es deber de todo adorador en espíritu y en verdad
someterse a la voluntad del Creador y acatar la soberanía del Todopoderoso y
Eterno.
En las Escrituras leemos “Porque muchos son llamados, pero pocos son escogidos.” (Mt. 22:14
RVG), este texto nos da a entender que existe tres grupos de personas a los
ojos de Dios: los no llamados, los llamados y de estos los escogidos. En los
escritos del apóstol Pablo encontramos estos tres grupos identificados como: el
hombre natural (1 Co. 2:14), el hombre carnal (1 Co. 3:1) y el hombre espiritual
(1 Co. 2:15).
El hombre natural vive de acuerdo con lo natural. Su
intelecto y sus emociones lo gobiernan, es inconverso. No percibe las cosas del
Espíritu de Dios; porque le son insensatez; ni las puede conocer, por cuanto se
disciernen espiritualmente. El “hombre natural” es completamente incapaz para
entender las cosas reveladas, porque no ha recibido al Espíritu que es de Dios.
Jesús dijo, "De cierto, de cierto te
digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios"
(Jn. 3:3).
La frase "hombre carnal" fue usada por
primera vez en el texto bíblico de 1 Co. 3:1, se refiere a cristianos que no
han crecido espiritualmente, o personas inmaduras espirituales, o sea, un
hombre carnal es un niño en las cosas espirituales, propenso a cometer errores.
El cristiano carnal es uno que no ha nacido en el Espíritu, está dominado aun
por los deseos de la carne, vive de acuerdo a la vieja naturaleza, no obedece a
la voluntad de Dios, no crece espiritualmente, no madura y no se puede cuidar a
sí mismo, por lo tanto, no puede agradar a Dios, (Romanos 8). No sabe distinguir
entre el bien y el mal, se guía más por las intenciones del hombre natural,
dejando a un lado las cosas espirituales.
Un corazón no transformado y una vida de carnalidad
llevará a los hombres o mujeres al infierno. “Nadie os engañe con palabras vanas,
porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia”
(Ef. 5:6). La carnalidad del hombre no
es removida por medio de la conversión, debe ser removida por medio de la obra
de santificación, Pablo dice, "pues
la voluntad de Dios es vuestra santificación" (1 Ts. 4:3). El hombre o
mujer carnal esta siempre en conflicto con la Voluntad de Dios (Gá. 5:17, Ro. 8:7);
es la fuente del pecado (Jer. 17:9, Mr. 7:21-23); se desvía constantemente de
Dios (Jer. 8:4-5); siempre está al borde de lo prohibido (Ro. 7:5-8, 14-25).
El hombre o la mujer espiritual crucifica continuamente
los deseos de la carne, ha recibo al Espíritu Santo y está viviendo bajo su
dirección, es un ser espiritual, lo discierne todo, anda en el Espíritu, todo
lo hace bajo el control del Espíritu, busca la perfección en el diario vivir y
va alcanzando la madurez a medida que su amor por Dios crece hasta lograr la
aprobación de Dios. Se esmera en agradar al Eterno y Soberano, se esfuerza
vivir conforme al corazón de Dios.
Casi al termino del sermón del monte, Jesús dijo lo
siguiente “No todo el que me dice: Señor,
Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi
Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no
profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu
nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí;
apartaos de mí, hacedores de maldad.” (Mt. 7:21-23).
En las palabras de Jesús, podemos notar, que existen
dos clases de creyentes en el interior del Cuerpo de Cristo: los que HACEN LA
VOLUNTAD DEL PADRE, son los que por esencia hacen de la obediencia su norma de
vida y los que se GUIAN POR SU PROPIA VOLUNTAD, son aquellos que acomodan los
ritos o prácticas religiosas a sus intereses personales.
Este segundo grupo, por sus manifestaciones son los
que tienen cierta notoriedad entre los neófitos de la fe o los incautos, debido
a que encandilan a estos últimos por la falta de experiencia en cuanto al
discernimiento entre el bien y el mal; manipulan los sentimientos de las
personas que buscan solucionar una crítica necesidad, estas personas desvalidas
son atraídas por una falsa expectativa de fe y la mantienen en una burbuja del
falso espiritualismo. Este tipo de personas se han minimizado en el interior
del Cuerpo de Cristo para satisfacer sus propias concupiscencias o deseos de la
carne, y sacar ganancias personales de acuerdos a sus intereses que van desde
el poder autoritarista a la usura económica, desde subyugación de las personas
al culto céntrico de su persona; Se visten de religiosidad, aparentan piedad,
sin embargo, son lobos rapaces que hurtan, dañan y dividen el Cuerpo de Cristo.
Todas estas obras, son hechas por los “hacedores
de maldad”.
Con sus obras descreditan la Iglesia de Dios en Cristo
Jesús en la tierra y no permiten que el mundo crea en el verdadero Mensaje de
Jesús, más que servidores de Dios son discípulos de satanás.
Teniendo en cuenta esta realidad de la Iglesia de Dios
en Cristo Jesús, el hombre carnal ha intervenido la soberanía de Dios en los
asuntos de la Iglesia, relegándolo a asuntos secundarios, posicionándolo en un
segundo plano; se deleitan en hacer su propia voluntad, imponiendo su irritante
autoritarismo humanista a conveniencia propia; distorsionan el Mensaje de Jesús
por las migajas del relativismo moral imperante; acomodan los principios
primarios de la enseñanza del Maestro de Galilea por la liviandad de un
espiritualismo sin fundamento, que satisface el exterior de los que acuden a
ellos pero nunca solucionan los problemas interiores del hombre o mujer; han
farandulizado los cultos de adoración, con reuniones que solo embrollan, con la
que se pretende engañar o confundir a los que están buscando con corazones
confundidos y contritos a Dios; se han vueltos activistas o simples proveedores
religiosos, terminan disfrazando la verdadera misión y propósito de la iglesia
con acciones individuales o una institucionales de manera cotidiana, como parte
de sus obligaciones, tareas o funciones que su final es desviar a los
adoradores del centro de su fe que es Cristo.
Son expertos para imponer dogmas sectarista y hábitos
seculares con ropaje de religiosidad que van corroyendo los principios
fundamentales de la fe en Cristo; se han instalado cómodamente, han convertido
los dones espirituales en una trata comercial, han olvidado que para prosperar
en la Iglesia de Cristo, primero hay que negarse a sí mismo y segundo hay que
tener un espíritu de servir antes de ser servido; omiten o se olvidan de la
enseñanza suprema del Maestro Jesús “Pues
si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis
lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como
yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El
siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. Si
sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.” (Jn. 13:14-17).
No olvidemos que Dios, está buscando personas que
tengan las mismas cualidades que Él halló en David, hombres y mujeres “conforme a su corazón” (1 Sa. 13:14), “Porque los ojos de Dios contemplan toda la
tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para
con él.” (2 Cr. 16:9).
La iglesia de Dios, en Cristo Jesús, debe cumplir
imperiosamente la voluntad del Padre que está en los cielos, Él ha establecido
que la única cabeza de su iglesia es Cristo Jesús (Ef. 1:22), además, El mismo “y os daré pastores según mi corazón, que os
apacienten con ciencia y con inteligencia.” (Jer 3:15), para que las
apacienten, no teman, ni se amedrenten, ni sean menoscabadas (Jer, 23:4). El hombre
nunca debe olvidar que es un simple colaborador de Dios y los miembros de cada
iglesia local “labranzas de Dios,
edificio de Dios”. (1 Co. 3:9); por lo tanto, “servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora
bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.” (1
Co 4:2). El deber del genuino servidor de Dios es “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella,
no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo
pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino
siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores,
vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.” (1 Pe. 5:2-4).