miércoles, 8 de septiembre de 2010

Divorcio, donacion de organos ¿Que dicen Las Escrituras?

Problemáticas  contemporáneas que motivan una acción apologética, desde el punto de vista bíblico.

El mundo contemporáneo tiene diversos caminos para ver la vida y diversos parámetros para evaluar el comportamiento humano dentro de la sociedad, algunos yuxtapuesto el uno del otro. Lo que ha traído consigo una confrontación de intereses, en algunas oportunidades contrapuestas. Algunos de ellos frontalmente opositores a las enseñanzas cristianas bíblicas.

Voces apasionadas de diferentes punto de visión se han levantado, con variados matices, posturas que dentro de la globalización son legitimas e interesantes del punto de vista humanista, racional e intelectual, antagónicas desde la perspectiva religiosa, dogmática o bíblica.

Como conciliar los diferentes pensamientos, llegar a un consenso las distintas formas de vidas, a la vez efectuar una defensa a la fe cristiana, de acuerdo a sus principios más elementales y vitales de la enseñanza de Jesucristo.

Lo primero que podríamos señalar, es que hay que definir los puntos de encuentros y descubrir los divergentes. Sobre estos últimos, definir las posturas, las bases bíblicas, para efectuar una estrategia firme y saludable. No hay peor defensa, que una pésima estrategia sin antes tener el conocimiento recabado de los temas a defender.

Divorcio: Cumplir lo que Dios establece en su Palabra vs. La socializacion de un mundo agnostico.

Uno de los temas de mayor debate, es el divorcio vincular, analicemos la posición bíblica. "Creó Dios al ser humano... hombre y mujer los creó" (Gen. 1.27). La atracción entre los sexos es algo inherente del ser humano y la unión de ellos asegura la reproducción y la permanencia de la especie. Las Sagradas Escrituras explican que la mujer está tomada de la sustancia del hombre y que por este hecho está destinada a la unión con él. Cuando Dios presentó la mujer ante el hombre, esté exclamó: "Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Está será llamada mujer (isshá) porque del varón (ish) ha sido tomada" (Gen. 2.23). y el relato concluye con la constatación que hacíamos: "Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer y se hacen una sola carne" (Gen. 2.24).

Lo que el relato quiere decir es que Dios mismo estableció entre el hombre y la mujer una fuerza de atracción tan grande que rompe los vínculos que existen con los padres, incluso en esas sociedades patriarcales en que esos vínculos son tan fuertes: "deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer". Este pasaje bíblico afirma la monogamia y la permanencia del matrimonio.

Moisés había consentido que los hombres repudiaran a sus mujeres por cualquier causa (Dt.24.1, 3), No significa que Moisés fuera un proclive al divorcio, sino que hizo leyes para reglamentar una práctica que ya existía desenfrenadamente. Fue un paso que protegió el matrimonio más que antes, aunque hoy nos parece demasiado liberal en la Ley Mosaica. Jesucristo da la razón a tal situación en Mt. 19.7, 8 "Moisés les permitió divorciarse de su esposa porque sus corazones eran duros". Pero no fue así desde el principio".

Tiempo después el profeta Malaquías condena la práctica de abandonar a las esposas y tomar mujeres extranjeras más jóvenes (Mal. 2.14-16). Jesús mantiene la ordenanza original de Dios de lo que Dios ha unido, el hombre no tiene derecho a separarlo (Mc. 10.9), dando a entender que es pecado disolver el matrimonio, aunque la Biblia no enseña que sea del todo imposible disolverlo. Aunque tiene una norma de excepción: "por motivo de infidelidad conyugal".(Mt.19.9), aunque los evangelios de Marcos 10.1-12 y Lucas 16.18 no se menciona esa posibilidad. Los pasajes citados ilustran que el divorcio era un problema en los tiempos de Jesús, pero a la vez afirman que Dios desaprueba el divorcio en todo tiempo

El problema suscite en la variedad de criterios sobre el llamado «privilegio paulino» como base del divorcio. Primera de Corintios 7.10–16 trata del problema de un creyente casado con una incrédula y viceversa. Si el incrédulo abandona la casa, el creyente "no está sujeto a servidumbre" (1 Co 7.15). Varios comentaristas piensan que este abandono es motivo justo para un divorcio, y que la persona abandonada es libre para divorciarse y casarse de nuevo. Aunque otros toman estos mismos pasajes como una separación legal, la cual no permite otro matrimonio. Cualesquiera que sean las circunstancias, el divorcio es un asunto grave. Pero la Biblia no indica que sea pecado imperdonable.

Ante esta realidad bíblica, ¿cuál debe ser la posición del cristiano? Frente a la problemática del divorcio, a la violencia intrafamiliar, al abandono de los niños. Causales como la violación grave y reiterada de los deberes y obligaciones del matrimonio, socorro y fidelidad establecidos en el vínculo; atentar contra la vida del cónyuge, o de uno de los hijos; la conducta homosexual de uno de los componentes de la pareja, alcoholismo o drogadicción; el intento de prostituir a la pareja o a los hijos; y otros problemas que aquejan a los seres humanos en su convivencia de pareja.
¿Cómo debemos actuar con flexibilidad o inflexibilidad? ¿Con tolerancia o intolerancia? ¿Permanecer en un campo dogmático para relacionarse con el tema?. Creemos que es impropio e inadecuado, por múltiples factores sociales, culturales u otros.

La posición del creyente debe estar relacionada con el factor de compromiso real de la persona con la fe y la iglesia. La imposición no es adecuada, ni debe ser globalizada como dogma a toda una sociedad diversa. Aunque la posición debe ser aquella que nos pueda dar la estabilidad de preservar los principios reales del cristianismo dentro del amor que Jesús nos enseñara.

La intolerancia debe estar radicada en los procesos antinaturales de la vida y en aquellos que son anómalos como los matrimonios de homosexuales, o el intento de adoptar legalmente niños en parejas de homosexuales. La naturaleza debe conservar la pureza de la creación y no la deformación que hace de ella la depravación del hombre.

¿Es válido, a la luz del pensamiento cristiano, la donación de órganos? 

Es comprensible que ante la posibilidad de extender la vida y mejorar las condiciones de ella, se tenga que recurrir a un trasplante de órgano. A luz del pensamiento cristiano, es válida la posición de la persona afectada al recibir un órgano de otra persona; es válida la opción de algunas personas de desear que sus órganos sean donados después de su muerte.

Al considerar el sufrimiento que en algunos casos conlleva, el deterioro de la condición de vida. Se puede interpretar, que los pensamientos cristianos, avalan por mejorar las condiciones de vida de los que necesitan imperiosamente este mecanismo para sobrevivir. El mejor don de Dios es la vida, por lo tanto preservarla y mejorar sus condiciones es una obligación del creyente. Mientras todo se mantenga bajo los aspectos legales, y conductas éticas razonables, el cristianismo no puede oponerse a tal solución. Donde esta la oposición de los cristianos, en el manejo del lucro que hacen que grupos inescrupulosos acuden a medios ilícitos para proveer los órganos. El secuestro de seres inocentes, para arrancarles sus órganos o el asesinato de personas, para proveer el mercado de órganos, no es una opción que el cristianismo pueda avalar.

El don de la vida, debe ser preservado, bajo las cláusulas que Dios dio al hombre, por lo tanto, el hombre no tiene derecho a quitar la vida de otros seres, para ayudar a los necesitados a mejorar sus condiciones. La oposición del cristianismo no debe estar en la donación de los órganos como tal, sino en la forma que estos se consiguen, a la vez en el comercio que tras de ellos se han gestado.
No puede ser ético por mejorar las condiciones de aquellos que tienen los recursos de hacerlo, se tenga que utilizar medios ilícitos para proveerlos. La defensa de los valores y de la vida, debe ser los principios fundamentales del cristianismo.

¿Tiene validez el uso de la conciencia para no cumplir con algunos deberes cívicos? 

La problemática de cumplir con algunas disposiciones que el estado impone a sus ciudadanos, para algunos se torna complicado y va contra sus "principios" argumentan y aducen objeción de conciencia, ayudados por sectores proselitistas anarquistas o radicales. ¿Hasta dónde el hombre puede hacer valer sus principios de conciencia?

La sociedad entrega a sus componentes derechos y recursos, para que puedan desenvolverse adecuadamente dentro de las posibilidades; la seguridad, vías para desarrollar sus capacidades individuales; oportunidades para mejorar sus condiciones de vida. Por el otro lado la persona individual, debe cumplir ciertas disposiciones para que la sociedad donde se encuentra involucrado se siga desarrollando y creciendo. Para lograrlo necesita seguridad, interior y exterior, a lo cual deben recurrir a cierto números de sus componentes para cumplir ese aspecto.

¿Puede algunos de sus componentes negarse a cumplir estos deberes? ¿Es válido recurrir la fragmentación de la enseñanza cristiana para fundamentar su posición? Jesús dijo: "dad al Cesar, lo que es del Cesar y Dios lo que es de Dios" (Lc. 20.25). De la misma enseñanza en su relación con los soldados romanos, nunca le increpó sobre su oficio y sino los incriminó a que cumplieran con honestidad sus deberes. Deduciendo el comportamiento de Jesús, no es que avalara la seguridad del estado, sino que reconocía en el estado ciertos derechos inalienables para hacer cumplir ciertas normas a sus ciudadanos.

El creyente debe ser amante a la paz, por naturaleza, debe conciliar las posiciones divergentes, y tratar de consensuar las situaciones peligrosas. Pero a la vez cumplir con los deberes que la sociedad le impone, no solo abusar de los derechos, sino con responsabilidad imponer su criterio en cumplimiento del deber cívico.

Lo que debe procurar la iglesia es la defensa de la igualdad de todos los miembros de la sociedad, la reciprocidad en cumplimiento de las obligaciones. Hacer que la sociedad sea justa y equitativa con todos sus miembros. Labor del creyente es impulsar a través de los principios de la fe, leyes justas y que sean cumplidas por todos sin excepción, no importando clases sociales, educacionales, étnicas, en cumplimiento que ante Dios no hay acepción de personas.
Juan Salgado Rioseco

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