Jesucristo infundió a sus discípulos a
tener un espíritu de servicio:
“Pero entre ustedes no
debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá
ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los
demás; así como el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir
y para dar su vida en rescate por muchos.” (Mateo 20:26-28 NVI).
“Porque, ¿quién es más
importante, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No lo es el que está sentado
a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre ustedes como uno que sirve”. (Lucas
22:27)
El apóstol Pablo nos motiva a tener una manera de pensar
acorde al Maestro: “La actitud de ustedes
debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no
consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se
rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante
a los seres humanos.” (Flp 2:5-7 NVI)
Con origen en el término latino “servitĭum”, la palabra
servicio define a la actividad y consecuencia de servir, un verbo que se emplea
para dar nombre a la condición de alguien que está a disposición de otro para
hacer lo que éste exige u ordena.
La Real Academia de la lengua Española define la palabra
servir como: Estar sujeto a otro por cualquier motivo, aunque sea
voluntariamente, haciendo lo que él quiere o dispone.
“Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido,
administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas. El que habla,
hágalo como quien expresa las palabras mismas de Dios; el que presta algún
servicio, hágalo como quien tiene el poder de Dios. Así Dios será en todo
alabado por medio de Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los
siglos de los siglos. Amén.” (1 Pe. 4:10-11 NVI)
En este pasaje bíblico, de acuerdo a la traducción NVI,
aparecen mencionado dos veces la palabra “servicio”, además, con la
condicionante que instan ha administrar
bien el “don de servicio”, y esto debe asumirse que uno tiene “el poder de
Dios”, si se cumple con esta condicionante “Dios será en todo alabado por medio
de Jesucristo”. Casi 1400 años antes, Josué el sucesor de Moisés, enfrenta
al pueblo de Israel con un gran desafío: “Por
todo esto, respeten y honren al Señor. Sírvanle con integridad y de todo
corazón. Echen fuera a los dioses que sus padres adoraron en el otro lado del
río y en Egipto, y que aún están entre ustedes, y en su lugar sirvan al Señor. Pero
si no les parece bien servirle, escojan hoy a quién quieren servir, si a los
dioses que sus padres adoraron cuando aún estaban al otro lado del río, o a los
dioses que sirven los amorreos en esta tierra donde ahora ustedes viven. Por mi
parte, mi casa y yo serviremos al Señor.” (Jos 24:14 – 15 NVI). Este
desafío aun se encuentra vigente, el ser
humano siempre se encuentra en la disyuntiva de hacer frente la decisión de
servir a Dios o encaminar sus pasos por los senderos del humanismo contrario a
la voluntad de su creador. Sin embargo, el ser humano divaga por sendas de ambigüedades,
la inconstancia y la falta de motivación al servicio a Dios, hace que el fruto
o resultado sea deficiente o no este a la altura a lo que Dios desea, el
apóstol Pablo escribe “Porque somos
hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios
dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica”. (Efesios 2:10, NVI).
Pablo con propiedad, nos insta a ser siervo de Jesucristo, en todas las
introducciones de sus cartas reconocía su condición de siervo “Pablo, siervo…”,
hay pruebas indubitables que su comportamiento como cristiano supero las
perspectivas del mas optimista al tener conocimiento de su conversión.
Él era un apóstol, reconocido y de renombre, con distinción
en el conocimiento del judaísmo como ningún otro, incansable propagador del
evangelio de Jesucristo, infatigable a pesar de todas las circunstancias
adversas que le toco vivir, merecía un puesto de honor y de reconocimiento
dentro del cuerpo de Cristo, sin embargo, constantemente se refería a si mismo
como un “siervo” de Jesús, ¡que maravillosa lección!, de humildad, de negación
a si mismo, de honestidad, estaba consciente de sus suficiencias, pero
reconocía su dependencia de Dios, sin
ambigüedades, “Es más, me presenté ante ustedes con tanta debilidad que
temblaba de miedo. No les hablé ni les prediqué con palabras sabias y
elocuentes sino con demostración del poder del Espíritu, para que la fe de
ustedes no dependiera de la sabiduría humana sino del poder de Dios. (1 Co
2:3-5, NVI). ¡Que modestia! Una actitud que debiéramos tener todos, sin
excepción lo “siervos de Jesucristo”.
Al conocer el obrar del apóstol de los gentiles, y reconocer
su obra que aun perdura en el tiempo a pesar de los siglos, solo queda de poner
en practica su consejo a los hermanos de Filipo “Por tanto, si sienten algún
estímulo en su unión con Cristo, algún consuelo en su amor, algún compañerismo
en el Espíritu, algún afecto entrañable, llénenme de alegría teniendo un mismo
parecer, un mismo amor, unidos en alma y pensamiento. No hagan nada por egoísmo
o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a
ustedes mismos. Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino
también por los intereses de los demás. La actitud de ustedes debe ser como la de
Cristo Jesús,…” (Flp 2:1-5, NVI).
Pablo en su carta
magna doctrinal escribe “Así que, hermanos, os exhorto por la gran misericordia
de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable
a Dios, que es vuestro servicio racional”. (Ro. 12:1, BTX), en este pasaje
bíblico, nos da tres características que
debe tener en su servicio a Dios el ser humano, lo que trae como implicación,
que el servir a Dios va mas allá de un simple deseo sentimental, sino en forma
integra que logre captar la atención de Dios.
“Todo lo que hagan, háganlo de buena gana, como si
estuvieran sirviendo al Señor y no a los hombres”. (Col. 3:23, DHH), todo
nuestro servicio, de cualquier índole, debe estar animado por un solo
pensamiento, estarlo haciendo para Dios, ejecutándole de una forma positiva y
motivadora, para que a través de estas acciones demos testimonio de que la gran motivación de servicio surge de
la fe en Cristo, como dice la ultima parte del versículo veinticuatro “porque a
Cristo el Señor servís”. (RV). Si cada uno de nosotros entendiera estas
verdades, las iglesias estarían llenas de obreros idóneos, de siervos que sin
importar las actitudes de los líderes o pastores estuvieran dispuestos a efectuar
grandes sacrificios en pro de la obra de Dios y no tendríamos miembros sin
compromisos con su causa, desmotivados de servir, desencantados en pro seguir
el camino a la eternidad.
Sin embargo, para definir con mas precisión el servicio a
Dios, debemos recurrir al sentido que Jesús trato de enseñar y a la forma que
el apóstol Pablo transmitió esta
enseñanza en particular, la palabra que mejor define el servicio a Dios, es la
palabra griega “Doulos”, que significa “esclavo”, que se traduce a menudo en nuestras
traducciones como “siervo”, utilizando la palabra latina “servus”, de acuerdo a
las versiones latinas de la Biblia. Por lo tanto, la idea general no la vemos si
hacemos una lectura superficial a través del Nuevo Testamento traducido en
español.
John MacArthur da dos razones por las que cree que se ha
traducido así:
1.
“Los traductores han querido evitar cualquier
forma de asociación entre la enseñanza bíblica y la trata de esclavos del
Imperio Británico y de la época colonial americana.”
2.
“Desde una perspectiva histórica, en los tiempos
finales de la Edad Media era común traducir Doulos con la palabra en latín
“servus”. Algunas de las primeras traducciones influenciadas por la versión
Latina de la Biblia, traducen Doulos como “siervo”, porque era la
interpretación más natural de “servus”.”
El Theological Dictionary of the New Testament [Diccionario
Teológico del Nuevo Testamento], la autoridad principal en cuanto al
significado de los términos griegos en la Escritura, la palabra “doulos” se
utiliza exclusivamente «ya sea para describir el estatus de un esclavo o una
actitud que se corresponde con la de un esclavo». Por consiguiente, tenemos un
servicio que no es una cuestión de opción para aquel que lo hace, el cual tiene
que realizarlo sea que le guste o no, pues está sujeto como esclavo a una voluntad
ajena, la de su dueño. El término acentúa la dependencia del esclavo a su
señor.
La gran diferencia entre “sirviente y esclavo”: los
sirvientes se contratan; los esclavos se poseen. Los sirvientes tienen un
elemento de libertad al elegir para quién trabajan y qué hacen. La idea de
servidumbre mantiene cierto nivel de autonomía propia y derechos personales.
Los esclavos, por su parte, no tienen ni libertad, ni autonomía, ni derechos.
En el mundo grecorromano, a los esclavos se les consideraba propiedad, al punto
que a los ojos de la ley se les veía como cosas en lugar de como personas. Ser
el esclavo de alguien era ser su posesión, atado a obedecer su voluntad sin
dudar ni argumentar. Este el pensamiento que tenia el apóstol pablo cuando
escribió “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que
aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo (esclavo), hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de
hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte
de cruz. (Flp 2:6-8) (La palabra esclavo, es la traducción más correcta de
“doulos”). El evangelio no es una simple
invitación a ser un creyente de Cristo; es un mandato a convertirse en su
esclavo, con una total dependencia en el autor y consumador de la vida.
“Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino
para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” (Mar 10:45) en este pasaje bíblico encontramos otra
palabra que define nuestro servicio a Dios “diakoneō”, tiene el significado
más amplio de servicio en el sentido de ayuda a los demás. La encontramos
muchas veces traducida con los verbos servir, ayudar, administrar, asistir. En ese
sentido Pablo escribió en Romanos 15:25 “Pero ahora voy a Jerusalén para servir
a los santos.” (RVC), por lo tanto, el uso de esta palabra en las Escrituras
está referido más bien al cuerpo de Cristo; todos los creyentes están llamados
a rendir un servicio de culto al Señor, actuar como intermediarios entre Dios y
una humanidad destrozada por el pecado y servir humildemente a los que tienen
alrededor. El apóstol Pedro nos dice que el servicio a Dios es un servicio
mutuo en el seno del cuerpo de Cristo “Como buenos administradores de los
diferentes dones de Dios, cada uno de ustedes sirva a los demás según lo que
haya recibido.” (1Pe 4:10)
En 2 Co 9:12 leemos “Porque la ministración de este servicio
no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas
acciones de gracias a Dios;…” aquí encontramos la palabra “leitourgia, leitourgein”,
también Pablo las usa en conexión con el servicio que le prestaron a él los
filipenses y Epafrodito (Fil. 2:17, 30); servir a otros es una "liturgia"
que Dios impone a los ciudadanos del reino, describe el servicio voluntario,
asumido espontáneamente. De acuerdo a William Barclay en su libro Palabras
Griegas en el Nuevo Testamento, “El cristiano es el hombre que trabaja para
Dios y para los hombres; primero, porque lo desea de todo corazón, y, segundo,
porque es compelido por el amor de Dios, que lo constriñe”.
El servicio que Dios demanda de cada uno de nosotros como
seguidores de El seamos humildes y diligentes, Dios debe de ocupar el primer
lugar siempre en nuestra vida, las prioridades deben ser programadas de acuerdo
a la voluntad de El, y cuando estemos efectuando algún servicio, debe ser
realizado con prolijidad, buscando siempre la perfección que Él se merece.
El servicio que Dios demanda es uno que esta comprometido a
seguirle cueste lo que cueste, sea la circunstancia que sea, no importando en
nada lo que nos pueda suceder en este servicio, de esta forma lo enseño nuestro
amado Señor Jesús, “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí
también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.” (Juan.12:26).
Dios quiere que le sirvamos, así se los demanda a cada uno
de los que han aceptado a Jesucristo como su Salvador, pero este servicio para
que pueda agradar a Dios debe ser: Con el alma y el corazón; solamente y
únicamente a Dios; un servicio agradable a El; un servicio voluntario; con una
actitud correcta; diligencia y prolijidad.
Si fallamos o somos negligentes en nuestro accionar al
servicio de Dios, Él no lo aceptara, debido que no será grato antes su
presencia.
“De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia
que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si
de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza;…” (Romanos
12:6-7)
“ειτε διακονιαν εν τη διακονια…” (Romanos 12:7 WH).
Juan Salgado Rioseco