jueves, 11 de octubre de 2012

El servicio a Dios



 Jesucristo infundió a sus discípulos a tener un espíritu de servicio:
“Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los demás; así como el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.” (Mateo 20:26-28 NVI).
 
“Porque, ¿quién es más importante, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No lo es el que está sentado a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre ustedes como uno que sirve”. (Lucas 22:27) 
 
El apóstol Pablo nos motiva a tener una manera de pensar acorde al Maestro: “La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos.” (Flp 2:5-7 NVI) 
 
Con origen en el término latino “servitĭum”, la palabra servicio define a la actividad y consecuencia de servir, un verbo que se emplea para dar nombre a la condición de alguien que está a disposición de otro para hacer lo que éste exige u ordena.
 
La Real Academia de la lengua Española define la palabra servir como: Estar sujeto a otro por cualquier motivo, aunque sea voluntariamente, haciendo lo que él quiere o dispone.
 “Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas. El que habla, hágalo como quien expresa las palabras mismas de Dios; el que presta algún servicio, hágalo como quien tiene el poder de Dios. Así Dios será en todo alabado por medio de Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.” (1 Pe. 4:10-11 NVI) 
 
En este pasaje bíblico, de acuerdo a la traducción NVI, aparecen mencionado dos veces la palabra “servicio”, además, con la condicionante  que instan ha administrar bien el “don de servicio”, y esto debe asumirse que uno tiene “el poder de Dios”, si se cumple con esta condicionante “Dios será en todo alabado por medio de Jesucristo”. Casi 1400 años antes, Josué el sucesor de Moisés, enfrenta al pueblo de Israel con un gran desafío: “Por todo esto, respeten y honren al Señor. Sírvanle con integridad y de todo corazón. Echen fuera a los dioses que sus padres adoraron en el otro lado del río y en Egipto, y que aún están entre ustedes, y en su lugar sirvan al Señor. Pero si no les parece bien servirle, escojan hoy a quién quieren servir, si a los dioses que sus padres adoraron cuando aún estaban al otro lado del río, o a los dioses que sirven los amorreos en esta tierra donde ahora ustedes viven. Por mi parte, mi casa y yo serviremos al Señor.” (Jos 24:14 – 15 NVI). Este desafío aun se encuentra vigente,  el ser humano siempre se encuentra en la disyuntiva de hacer frente la decisión de servir a Dios o encaminar sus pasos por los senderos del humanismo contrario a la voluntad de su creador. Sin embargo, el ser humano divaga por sendas de ambigüedades, la inconstancia y la falta de motivación al servicio a Dios, hace que el fruto o resultado sea deficiente o no este a la altura a lo que Dios desea, el apóstol Pablo escribe “Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica”. (Efesios 2:10, NVI). Pablo con propiedad, nos insta a ser siervo de Jesucristo, en todas las introducciones de sus cartas reconocía su condición de siervo “Pablo, siervo…”, hay pruebas indubitables que su comportamiento como cristiano supero las perspectivas del mas optimista al tener conocimiento de su conversión.
 
Él era un apóstol, reconocido y de renombre, con distinción en el conocimiento del judaísmo como ningún otro, incansable propagador del evangelio de Jesucristo, infatigable a pesar de todas las circunstancias adversas que le toco vivir, merecía un puesto de honor y de reconocimiento dentro del cuerpo de Cristo, sin embargo, constantemente se refería a si mismo como un “siervo” de Jesús, ¡que maravillosa lección!, de humildad, de negación a si mismo, de honestidad, estaba consciente de sus suficiencias, pero reconocía su  dependencia de Dios, sin ambigüedades, “Es más, me presenté ante ustedes con tanta debilidad que temblaba de miedo. No les hablé ni les prediqué con palabras sabias y elocuentes sino con demostración del poder del Espíritu, para que la fe de ustedes no dependiera de la sabiduría humana sino del poder de Dios. (1 Co 2:3-5, NVI). ¡Que modestia! Una actitud que debiéramos tener todos, sin excepción lo “siervos de Jesucristo”.
 
Al conocer el obrar del apóstol de los gentiles, y reconocer su obra que aun perdura en el tiempo a pesar de los siglos, solo queda de poner en practica su consejo a los hermanos de Filipo “Por tanto, si sienten algún estímulo en su unión con Cristo, algún consuelo en su amor, algún compañerismo en el Espíritu, algún afecto entrañable, llénenme de alegría teniendo un mismo parecer, un mismo amor, unidos en alma y pensamiento. No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás. La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús,…”  (Flp 2:1-5, NVI).
 
 Pablo en su carta magna doctrinal escribe “Así que, hermanos, os exhorto por la gran misericordia de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio racional”. (Ro. 12:1, BTX), en este pasaje bíblico, nos da tres características  que debe tener en su servicio a Dios el ser humano, lo que trae como implicación, que el servir a Dios va mas allá de un simple deseo sentimental, sino en forma integra que logre captar la atención de Dios.
 
“Todo lo que hagan, háganlo de buena gana, como si estuvieran sirviendo al Señor y no a los hombres”. (Col. 3:23, DHH), todo nuestro servicio, de cualquier índole, debe estar animado por un solo pensamiento, estarlo haciendo para Dios, ejecutándole de una forma positiva y motivadora, para que a través de estas acciones demos testimonio de  que la gran motivación de servicio surge de la fe en Cristo, como dice la ultima parte del versículo veinticuatro “porque a Cristo el Señor servís”. (RV). Si cada uno de nosotros entendiera estas verdades, las iglesias estarían llenas de obreros idóneos, de siervos que sin importar las actitudes de los líderes o pastores estuvieran dispuestos a efectuar grandes sacrificios en pro de la obra de Dios y no tendríamos miembros sin compromisos con su causa, desmotivados de servir, desencantados en pro seguir el camino a la eternidad.
 
Sin embargo, para definir con mas precisión el servicio a Dios, debemos recurrir al sentido que Jesús trato de enseñar y a la forma que el apóstol Pablo  transmitió esta enseñanza en particular, la palabra que mejor define el servicio a Dios, es la palabra griega “Doulos”, que significa “esclavo”,  que se traduce a menudo en nuestras traducciones como “siervo”, utilizando la palabra latina “servus”, de acuerdo a las versiones latinas de la Biblia. Por lo tanto, la idea general no la vemos si hacemos una lectura superficial a través del Nuevo Testamento traducido en español.
 
John MacArthur da dos razones por las que cree que se ha traducido así:
1.       “Los traductores han querido evitar cualquier forma de asociación entre la enseñanza bíblica y la trata de esclavos del Imperio Británico y de la época colonial americana.”
 
2.       “Desde una perspectiva histórica, en los tiempos finales de la Edad Media era común traducir Doulos con la palabra en latín “servus”. Algunas de las primeras traducciones influenciadas por la versión Latina de la Biblia, traducen Doulos como “siervo”, porque era la interpretación más natural de “servus”.”
 
El Theological Dictionary of the New Testament [Diccionario Teológico del Nuevo Testamento], la autoridad principal en cuanto al significado de los términos griegos en la Escritura, la palabra “doulos” se utiliza exclusivamente «ya sea para describir el estatus de un esclavo o una actitud que se corresponde con la de un esclavo». Por consiguiente, tenemos un servicio que no es una cuestión de opción para aquel que lo hace, el cual tiene que realizarlo sea que le guste o no, pues está sujeto como esclavo a una voluntad ajena, la de su dueño. El término acentúa la dependencia del esclavo a su señor.
 
La gran diferencia entre “sirviente y esclavo”: los sirvientes se contratan; los esclavos se poseen. Los sirvientes tienen un elemento de libertad al elegir para quién trabajan y qué hacen. La idea de servidumbre mantiene cierto nivel de autonomía propia y derechos personales. Los esclavos, por su parte, no tienen ni libertad, ni autonomía, ni derechos. En el mundo grecorromano, a los esclavos se les consideraba propiedad, al punto que a los ojos de la ley se les veía como cosas en lugar de como personas. Ser el esclavo de alguien era ser su posesión, atado a obedecer su voluntad sin dudar ni argumentar. Este el pensamiento que tenia el apóstol pablo cuando escribió “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo (esclavo), hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (Flp 2:6-8) (La palabra esclavo, es la traducción más correcta de “doulos”).  El evangelio no es una simple invitación a ser un creyente de Cristo; es un mandato a convertirse en su esclavo, con una total dependencia en el autor y consumador de la vida.
 
“Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” (Mar 10:45)  en este pasaje bíblico encontramos otra palabra que define nuestro servicio a Dios “diakoneō”, tiene el significado más amplio de servicio en el sentido de ayuda a los demás. La encontramos muchas veces traducida con los verbos servir, ayudar, administrar, asistir. En ese sentido Pablo escribió en Romanos 15:25 “Pero ahora voy a Jerusalén para servir a los santos.” (RVC), por lo tanto, el uso de esta palabra en las Escrituras está referido más bien al cuerpo de Cristo; todos los creyentes están llamados a rendir un servicio de culto al Señor, actuar como intermediarios entre Dios y una humanidad destrozada por el pecado y servir humildemente a los que tienen alrededor. El apóstol Pedro nos dice que el servicio a Dios es un servicio mutuo en el seno del cuerpo de Cristo “Como buenos administradores de los diferentes dones de Dios, cada uno de ustedes sirva a los demás según lo que haya recibido.” (1Pe 4:10) 
 
En 2 Co 9:12 leemos “Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios;…” aquí encontramos la palabra “leitourgia, leitourgein”, también Pablo las usa en conexión con el servicio que le prestaron a él los filipenses y Epafrodito (Fil. 2:17, 30); servir a otros es una "liturgia" que Dios impone a los ciudadanos del reino, describe el servicio voluntario, asumido espontáneamente. De acuerdo a William Barclay en su libro Palabras Griegas en el Nuevo Testamento, “El cristiano es el hombre que trabaja para Dios y para los hombres; primero, porque lo desea de todo corazón, y, segundo, porque es compelido por el amor de Dios, que lo constriñe”.
 
El servicio que Dios demanda de cada uno de nosotros como seguidores de El seamos humildes y diligentes, Dios debe de ocupar el primer lugar siempre en nuestra vida, las prioridades deben ser programadas de acuerdo a la voluntad de El, y cuando estemos efectuando algún servicio, debe ser realizado con prolijidad, buscando siempre la perfección que Él se merece.
El servicio que Dios demanda es uno que esta comprometido a seguirle cueste lo que cueste, sea la circunstancia que sea, no importando en nada lo que nos pueda suceder en este servicio, de esta forma lo enseño nuestro amado Señor Jesús, “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.” (Juan.12:26).
 
Dios quiere que le sirvamos, así se los demanda a cada uno de los que han aceptado a Jesucristo como su Salvador, pero este servicio para que pueda agradar a Dios debe ser: Con el alma y el corazón; solamente y únicamente a Dios; un servicio agradable a El; un servicio voluntario; con una actitud correcta; diligencia y prolijidad.
 
Si fallamos o somos negligentes en nuestro accionar al servicio de Dios, Él no lo aceptara, debido que no será grato antes su presencia.
 
“De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza;…” (Romanos 12:6-7) 
 
“ειτε διακονιαν εν τη διακονια…” (Romanos 12:7 WH).

Juan Salgado Rioseco 

Dios Santo y el Pecado (Parte VII)

El Servidor de Dios no debe quebrantar la Ley del Eterno y Santo para ser victorioso en la lucha contra el pecado. “ Ahora bien, ¿debe...